Por Francisco Tamagnini
Hace unos cuatro años, poco antes de que el norte mexicano
se convirtiera en un baño de sangre, caminábamos con Emma por una calle de
Saltillo masticando el sueño de recorrer las tres Américas.
Y aunque en aquella época apenas nos conocíamos, nos
atrevimos a imaginar un recorrido por las venas abiertas del continente, con
especial énfasis en las comunidades indígenas. Los objetivos no estaban muy
claros, pero confiábamos en que el contacto con nuestras raíces nos ayudaría a
entender en qué momento de la historia perdimos el camino.
Ella apenas empezaba su carrera de periodista y a mí me
esperaban aún muchas historias alrededor del mundo. Pero aun así, trazamos un
bosquejo del proyecto que incluía un eje documental (el principal), una lista
de equipos y tareas y hasta un cochinito bancario que debía estar lleno a la
hora de la partida: 2012.
Desde entonces, mucha agua ha pasado debajo de nuestro
puente, y aunque el equipo escasea y al cochinito se lo comió la crisis, esa
ilusión nos mantuvo conectados y fue el cable a tierra durante los momentos más
aciagos.
El futuro llegó
A pesar de mis advertencias sobre lo incierto de la
profesión y en contra de la voluntad paterna, mi compañera está a punto de titularse
con honores. Y no sólo pudo abrirse paso en una institución que se inclina a
maquilar “reporteritos”, sino que lo hizo con la frente en alto. Su empatía con
los indefensos y su indignación ante la corrupción (elementos claves del buen
periodista) casi le cuestan su excelencia académica y hasta su carrera entera.
Pero a base a sudor y lágrimas, logró vencer cada obstáculo
(los académicos fueron los más fáciles) y estoy seguro de que –irónicamente– su
nombre será motivo de orgullo para su alma mater, junto al de otros egresados
que escaparon de las garras de los medios corporativos y hoy son periodistas
reconocidos por su compromiso social.
Su logro cobra aún más relevancia si se considera que su
carrera coincidió con la ola de violencia más grave en la historia reciente de
México, especialmente en el norte, donde el fuego cruzado cobró vidas de
estudiantes y ubicó al país como el más peligroso del mundo para ejercer el
periodismo.
La maduración
Para los sueños, el tiempo puede ser un arma de doble filo.
Por un lado, los alimenta, los hace crecer; por el otro, los desinfla. Por
suerte, en este caso, el anhelo no sólo ha logrado sobrevivir a las épocas de
apatía, sino que ha madurado al ritmo de las experiencias adquiridas. Al andar
haciendo camino, se van despejando dudas y nacen nuevos objetivos.
Y es que la experiencia intercambiada con los demás
caminantes enriquecen al viajero y lo inspiran. Me pasó con Jamerboi, ese
argentino loco que conocí en Baja California en el primer año de su recorrido
Alaska-Argentina ¡en bicicleta! Su interés por darle un sentido social a su
reto personal me inspiró casi tanto como sus viajes a la Antártida.
Fue por él que conocí la labor que hacen las Aldeas
Infantiles SOS para proteger a los niños en situaciones de riesgo en
Latinoamérica. Y aunque ni él, ni esa organización lo saben aún, la misión de
divulgar su labor será uno de los ejes de este proyecto.
Otro mundo es posible
El tiempo también ha jugado a favor del proyecto en otro
aspecto: tras años de apatía ante el banquete neoliberal de políticos y
empresarios, la sociedad se está movilizando para tomar las riendas de la
democracia.
Ya sea porque se acerca el esotérico 2012 o porque el avance
de la tecnología hace que la brecha entre ricos y pobres sea más paradójica e
insultante, o porque el mundo está al borde del eco-suicidio, lo cierto es que
los vientos de cambio están soplando con más fuerza desde el sur.
Las manifestaciones mundiales que llegaron hasta el corazón
financiero de Estados Unidos son prueba de ello. Tanto en el sur como en el
norte, los movimientos ciudadanos están actuando no por prebendas, sino por la
necesidad de generar cambios profundos en las estructuras de gobierno, las
cuales han sido secuestradas por la partidocracia al servicio del dinero.
Por primera vez en la larga noche de los quinientos años, la
exigencia de un cambio real en América no proviene de una clase privilegiada ni
de una masa de trabajadores, sino de gente de todas las clases que se rehúsan a
seguir siendo cómplices del exterminio y la involución.
Con ellos y por ellos
Así las cosas, la idea de recorrer el continente de polo a
polo ha madurado en consonancia con ese espíritu de cambio que ahora mismo
permea en todo el planeta. Lo importante ya no es el recorrido, sino la gente
que queremos conocer.
Inspirados por los defensores, los trabajadores sociales y
todos aquellos que están recuperando los valores perdidos para heredar un mundo
mejor, este humilde caminante se prepara para hacer su primer viaje de vida.
El combustible será la energía de quienes, de una u otra
forma, nos inspiran: Jamerboi, las Aldeas SOS, Jack Fresco y su Proyecto Venus,
el Biblioburro, el Arma de Instrucción Masiva, el genio Eduardo Galeano, los
cineastas de la escuela de Moore, escritores comprometidos como Naomi Klein,
los movimientos 15-M y OWS, las organizaciones que luchan por garantizar los
derechos humanos, y otros tantos que desde el anonimato están empujando para
volver a poner este mundo sobre sus pies.
Por ellos y para ellos, recorreremos esa vía alternativa con
la esperanza de estrechar esas manos que están forjando un futuro más
promisorio.
Será un placer aprovechar este espacio que generosamente
brinda Pausa para compartir esta nueva travesía.
Será, eso sí, en 2012.
A Ezequiel Nieva, al equipo y a los lectores que hacen
posible esta publicación, mi más profundo agradecimiento...
Publicada en Pausa #88, miércoles 7 de diciembre de 2011
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