jueves, 29 de diciembre de 2011

Tierras mocovíes siguen en disputa


Poderosos intereses económicos, un cacique cuestionado, con buenas relaciones pero poco apoyo, y el derecho de los pueblos originarios a la propiedad comunal de la tierra.

Cuando el gobierno provincial entregó, el 21 de septiembre, los títulos de propiedad del campo San José a la comunidad mocoví de Recreo –tras tres años de la firma del decreto de adjudicación– pareció que se terminaba el reclamo. Pero un conflicto de larga data asomó en la superficie: la diferencias internas entre el grupo de familias asentadas en el Kilómetro 491 de la ruta 11 –donde se encuentra el ingreso al ex predio del Ejército, la primera propiedad comunitaria formal del país– y el núcleo que reside en el casco urbano de Recreo. Los ocupantes del campo San José están enfrentados a la gestión del cacique Pedro Coria, a quien denunciaron, entre otras cosas, por malversación de fondos y expulsión de familias de los terrenos.
Las aguas parecían calmarse cuando los representantes la comunidad recibieron, de parte del gobierno, el título de propiedad comunitaria de las 327 hectáreas ubicadas al norte de Recreo, al oeste de la ruta 11 y en el límite con la comuna de Candioti. La demanda se realizó a lo largo de tres años y la adjudicación fue dilatada por vario motivos, entre ellos un proyecto del senador por el departamento La Capital Juan Carlos Mercier para que allí se radique un parque industrial. Pero los intereses en juego –de afuera y de adentro– demoraron la aplicación de la ley 12.086, a través de la cual la provincia restituye tierras a comunidades originarias según dispone la Constitución Nacional reformada en 1994.

La asamblea
Tras la titularización, se realizó una reunión para definir el destino del lote. Participaron, entre otros, el ministro de Desarrollo Social Pablo Farías, el secretario de Gobierno de la Municipalidad de Recreo Miguel Ángel Pérez, el presidente de la comunidad Com Caia Pedro Coria, el director de Pueblos Originarios Raúl Britos y el coordinador del Instituto Provincial de Aborígenes Santafesinos Carlos Mansilla. Allí se decidió realizar una asamblea el 29 de octubre para tratar el tema. Luego de la reunión no hubo novedades respecto a la asamblea; al no recibir detalles de lugar y hora, las familias ubicadas en el Kilómetro 491 decidieron organizar una asamblea, ese mismo día, en el campo.
El encuentro tuvo como objetivo decidir sobre la organización de la comunidad. Según comentó Mariana Maglianese, quien colabora con la comunidad mocoví, “la asamblea fue muy importante para ellos porque la estaban esperando hace dos años. Estaban tratando de hablar entre todos para ver qué hacían con el campo, con el tema de que el cacique no los dejaba estar viviendo ahí, porque el cacique insistía con que el campo se lo habían dado a él. Pero no es de él, es de propiedad comunitaria”.
Tras el debate, la comunidad tomó las siguientes decisiones: destitución de Coria y de la comisión al frente de Com Caia; designar en su reemplazo a Rosa Salteño, Belkis Moreyra y Aurelio Valdez; no reconocer como abogada asesora a la doctora María José Bournissent; designar en esa función a los doctores Gabriel Luna y Érica Stalker; no reconocer los estudios de distribución territorial y de uso del campo San José hechos por universidades locales; continuar con el proceso de autogestión que viene llevando adelante la comunidad; y enviar una nota al intendente de Recreo José Formento para que no interfiera en las cuestiones del campo San José y de la comunidad.
Parecía que a partir de entonces la comunidad mocoví tendría nueva conducción. Sin embargo, ningún funcionario provincial participó de aquella asamblea ni se comunicó con los miembros de la comunidad, pese a que, según los organizadores, fueron avisados en tiempo y forma. A ello se le sumó el posterior descrédito oficial a dicha asamblea, que se manifestó en la convocatoria a una nueva para el sábado 19 de noviembre en el ex Liceo Belgrano. Ese evento fue organizado por Pedro Coria con el apoyo de la provincia.
La conducción elegida el 29 de octubre le envío una nota al ministro Farías pidiéndole que no asista: “Estaría avalando la continuidad de la ilegalidad, la ilegitimidad y la corrupción, pues Com Caia se ha dado una nueva dirigencia y Pedro Coria no está en ella”. Igual, la segunda asamblea se realizó en la escuela 1338 de Recreo. Participaron autoridades nacionales, provinciales y locales, del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, el ministro Farías y el cacique Coria. Hubo debate; se repasaron las leyes que tratan sobre las comunidades aborígenes y se resolvió organizar una mesa de diálogo. Según Raúl Britos: “Las comunidades aborígenes poseen autonomía y eligen sus autoridades en asamblea, de la que participan todos los miembros de la comunidad. El Estado no puede intervenir en la elección de los representantes de la comunidad”.

Condiciones de vida
El día de la primavera –fecha escogida por el gobernador Hermes Binner, entonces de campaña presidencial, para entregar los títulos de propiedad–, el socialista sostuvo: “Esta es la primera entrega de tierras a una comunidad a nivel nacional, tierras que les pertenecen a estas comunidades. Aquí nace la justicia”. Según Binner, en la actualidad hay casi un centenar de comunidades en la provincia, de las cuales 38 están reconocidas y tienen la posibilidad legal de seguir el mismo mecanismo que Com Caia.
El salón de usos múltiples de la comunidad Kilómetro 491, unas 30 familias mocovíes que pujan por las tierras del campo San José.

En el campo San José sus ocupantes no tienen, aún, motivos para celebrar. “Acá vivimos desamparados del todo”, dijo Aurelio Valdez, uno de los integrantes de la comunidad Kilómetro 491, un asentamiento de 30 familias que desde mediados de 2010 permanece en el ex predio fiscal otorgado a los mocovíes. Las tierras son de la comunidad y, por ley, su destino no debe decidirse por las lógicas del mercado sino por el principio de la propiedad comunitaria. La división al interior de la comunidad demoró el debate de fondo: ¿qué hacer con esas 327 hectáreas, enclavadas en la zona más productiva del departamento?
Son, desde siempre, tierras codiciadas en su productividad y su ubicación estratégica: sobre una ruta nacional y cruzado por la circunvalación oeste, que en ese tramo recién está aún en etapa de obras pero desde donde se puede llegar al centro o al sur de la capital en unos 20 minutos. Pese a que linda con el río Salado, son terrenos no inundables por su altura y porque la circunvalación funciona como defensa. En ese predio, una treintena de ranchos de nylon de silo bolsa –sujetado con ramas– se recorta sobre el horizonte. No tienen chapas, ni siquiera cartones. Delante de los ranchos, desde la ruta 11, hay una construcción precaria de material: el salón de la comunidad. Tres banderas en el mástil: una argentina, una multicolor de los pueblos originarios y una de la paz, una paloma blanca sobre fondo azul.
El campo es un botín de guerra. Desde el segundo mandato de Jorge Obeid –cuando se sancionó la ley 12.086– el senador Mercier viene fogoneando un proyecto para que allí se radique un parque industrial. En 2008 el Concejo Municipal de Recreo salió a apoyar la iniciativa y convocó a una consulta popular para que los vecinos de la ciudad decidan el destino final del predio. El Inadi alertó sobre la situación –argumentaron que la idea de Mercier colisionaba con el principio constitucional de restitución de tierras y que constituía un acto de discriminación contra los mocovíes– y el intendente de Recreo paró la consulta.
Mientras, en complicidad con Coria, la semillería Denis Stamatti –que tiene radicada una de sus sucursales en Recreo Sur– alquiló el campo para producir soja. La difusión de la maniobra, que tuvo rebotes en el ámbito legislativo provincial, desactivó el negocio que mantenía Coria con la empresa. “Nosotros tuvimos que pararnos frente a las máquinas mientras estaban por levantar la cosecha. Nos paramos y llegamos a un acuerdo: él (Stamatti) dijo que si lo dejábamos levantar la cosecha iba a dejar de cooperar con Coria y no iba a volver más a sembrar”, recordó Aurelio Valdez. “Y no insistió más”.
En una pequeña parcela del que antes fue territorio sojero hay ahora pequeñas huertas familiares. Los miembros del asentamiento trabajan con asesoramiento del INTA y apuntan a extender y diversificar los cultivos: además de las hortalizas que ya producen, quieren incorporar agricultura extensiva –mediante el viejo sistema de producción que, en lugar de basarse en la maximización del rendimiento del suelo a corto plazo, busca un uso armónico con el entorno y sustentable en el tiempo– y más adelante, en medida que se resuelva el trasfondo legal, también hacienda y gallinas. Según Valdez: “Sembramos cada uno su huerta, tenemos voluntad de trabajar. Ya estamos trabajando, a fuerza de pala y azada. Lo estamos haciendo porque hay chicos y ancianos y todos tenemos nuestras necesidades”.
“Pero queremos trabajar como corresponde”, remarcó el dirigente mocoví. “Tiene que ser el mismo pueblo originario el que debe trabajar la tierra, no gente blanca como ellos metían (por Stamatti). Y recibir cada cual su parte por su trabajo”. En ese aspecto, la ley 12.086 es clara: “Las tierras adjudicadas no podrán ser vendidas ni dadas en garantía y no podrán ser usadas, explotadas o alquiladas por personas que no sean aborígenes”. El reclamo de los mocovíes es que la tierra tenga la asignación específica para la cual fue adjudicada; en ese sentido, el diputado provincial Antonio Riestra, quien asesoró a los miembros de la comunidad, explicó que se debe preservar “la relación de los pueblos originarios con la tierra, que nunca revistió un carácter económico sino que tiene que ver con una cultura”.

Publicada en Pausa #88, miércoles 7 de diciembre de 2011

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