Por Juan Pascual
Fue el eje de la política provincial durante casi 25 años.
Con ley de lemas para los cargos ejecutivos y con elección directa para el
Senado nacional, su imbatible actuación electoral ordenó los liderazgos en su
partido y los temores en su oposición.
Carlos Reutemann le dio al peronismo provincial cuatro
gestiones continuadas, con él como gobernador o como figura dominante sobre el
obeidismo. De su lapicera emanaban las listas de todas las categorías. Ponía y
sacaba candidaturas según su gusto y parecer. Su nombre se volvió sinónimo del
peronismo santafesino. Pero la inundación, el fin de la ley de lemas y el
kirchnerismo –a nivel nacional– resquebrajaron su poderío. Bastó el rosario de
gruesos errores estratégicos del PRO en los últimos meses para que quedara,
bajo el actual escenario, boqueando y recostado en las cuerdas, pidiendo el
gong.
Este domingo, en las primarias nacionales, el imbatible
tanque suizo alemán tiene serias chances de caer noqueado.
2003 y después
Es cierto: en 2003 y 2009 el Lole triunfó sin sobresaltos en
las elecciones para senador. Sin embargo, estaba claro que ya no podía caminar por su ciudad sin ser escrachado por las víctimas de la trágica inundación que
él propició, a fuerza de obras incumplidas y desastrosos y corruptos manejos en
el salvataje y atención de las víctimas. A esto se suma la virulenta disputa por la renta agraria en 2008, en la
que Reutemann rompió con el gobierno nacional. Así, en 2009 le ganaría la
contienda a Rubén Giustiniani, pero bajo el sello del Peronismo Federal.
Reutemann se garantizaría seis años más de fueros. El precio: perder el dominio
total del partido.
Acaso haya calculado (con buen tino) que el peronismo jamás
le iba reclamar seriamente por los muertos de la inundación; pero ni siquiera
sus adversarios impulsaron debidamente a la Justicia en tal sentido. Y se trataba de un
empujón más que necesario: el Lole amasó un Poder Judicial a su semejanza, bajo
la sombra su primo político, el ministro de la Corte Rafael
Gutiérrez.
En la vereda opuesta al kirchnerismo, alejado completamente
del partido local, dormitando en su poltrona del Congreso, Reutemann tiró un
bombazo durante las elecciones de 2011, al volcar al electorado peronista más
conservador a los pies de Miguel Torres del Sel, que marchaba sin muchas
chances hacia las generales tras unas primarias más bien pobres. “Yo soy
peronista, no kirchnerista”, fue la reaccionaria señal para generar una masiva
sangría de votos que huyeron desde Agustín Rossi hacia el Midachi PRO, que por
primera vez quedó a las puertas de Casa Gris. Pero no le alcanzó. Y el Lole
puso los pies afuera del plato, definitivamente.
Errores no forzados
En el último año, la pringosa combinación entre las
operaciones de los medios de prensa nacionales, los vaticinios de la encuestología
y el arrobado misticismo de los buhoneros del marketing electoral devino en una
serie de piruetas desconcertantes, de las que salió como único triunfador
Daniel Scioli, quien se mantuvo en su carril haciendo lo que tenía que hacer:
esperar y no hacer olas. (Algo que bien podría haber hecho Florencio Randazzo,
pero eso es harina de otro costal).
Reutemann formó parte de esta bailanta, sacándose fotitos
con Sergio Massa y abonándose luego al PRO. Su periplo es equivalente a la
extraña estrategia del Grupo Clarín: entronar a Massa –que significaba el
cambio manso y sin brusquedad– para luego arrastrarlo por el piso y,
finalmente, apostar por Macri –que representaba el cambio radical y ahora es,
sencillamente, un versero. El resultado final es equivalente: ambos, Reutemann
y Clarín, quedarán a la buena de Scioli una vez pasado octubre.
(Ah, sí. Excepto por esta probable caída de Reutemann, estas
elecciones generan tan poca pasión que todavía no vamos a gastar su tiempo de
lectura en explicar por qué el escenario indica que Scioli camina tranquilo
hacia la victoria).
Lo del PRO también es jocundo. Le histeriqueó feo a Massa,
que hociqueó abiertamente pidiendo un puestito como candidato amarillo para la
provincia de Buenos Aires, y le abrió las ventanas a la UCR , pero prácticamente sin
ningún tipo de alianza o acuerdo electoral sustantivo en el más alto nivel. Ay
de los recoletos, creyendo que así ganaron medio fiscal. Cerca de 200 mil
personas en todo el país son necesarias para que no te mojen las orejas en el
conteo de papeletas sobre los bancos de las escuelas. El PRO despreció el
aparato de la UCR ,
no sin haber embarrado su centenaria prosapia, y ahora apela a conseguir
fiscales… vía Facebook y Whatsapp.
Por último, quizá tampoco sea necesario agregar un comentario
sobre el viraje del discurso de Mauricio Macri respecto de YPF, Aerolíneas o la
asignación universal. Ese momento pertenece más a la historia de la psicodelia
que a la de la política. Basta decir: no importa cuánto te diga tu buhonero que
tenés que ir a la caza del voto que no es cautivo, si lo hacés de un modo tan
guaso te convertís en un mentiroso a secas. Pares y profanos desconfiarán, con
razón y fundamento evidente.
Mirar al costado
Desde 2009 –en parte, desde 2003– el Lole no se hizo cargo
en absoluto de la crisis del PJ provincial. Pero, además, una vez volcado al
PRO también fue totalmente incapaz de armar una alianza eficaz entre el partido
amarillo y los representantes del conservadurismo peronista en la bota.
Reutemann fue un mero objeto del marketing electoral PRO. No quiso, o no pudo,
terciar en favor de un buen sector del peronismo que hubiera visto con mucho
agrado una articulación con la candidatura de Del Sel (sector que ahora negaría
rotundamente haber tenido esa intención).
Ay de los recoletos, que creen que fuera de su coto puede
garpar una fórmula presidencial cuyo binomio no se puede sacar la papa de la
boca ni decir “yo” en lugar de “sho” o “cho”: la obcecada estrategia PRO de
fomentar la pureza tuvo la eficacia de Higuaín en Chile. Fue un error no
articular con la UCR ,
fue un error no bajar a Massa, y se repitió el tropiezo con el PJ vernáculo. El
Lole, rebajado a su rol de mera foto, de selfie de campaña, tampoco hizo
demasiado para sumar algo más que a UPCN, que siempre le hizo la segunda y que
mucho empujó para lograr el acuerdo que los dejó terceros en la ciudad.
Y así llegamos a este pálido agosto.
Sobre Hermes Binner no hay demasiado para acotar. Esta es
una oportunidad interesante para analizar cómo funciona el corte de boleta y
cuánto influye en su performance que el Frente Progresista no lleve candidato a
presidente. Fuera de ello, cuenta con una enorme cantidad de votos propios y es
un probo anti kirchnerista –para los anti kirchneristas republicanos, sean o no
neoliberales– y el padre de los progresistas –para los progresistas
republicanos, sean o no anti kirchneristas. Entre el tercio del electorado que
obtuvo Lifschitz y la chorrada de votos que recibió Bonfatti, estará la cifra
de apoyos a Binner que lo dejarán en el binomio ganador.
Omar Perotti salió tercero para gobernador, pero fue la
estrella de la elección. Protagonizó una remontada fenomenal y es, sin duda,
quien más votos auténticos cosechó. Entre los votos a Del Sel hay que contar a
los que eligieron al cómico por su repulsión al oficialismo socialista. Entre
los votos a Lifschitz son muchísimos los que tomaron la decisión para evitar a la Tota gobernador. A Perotti se
lo votó con convicción. Es imposible que baje respecto de su resultado
reciente. Es más: el abierto apoyo de Scioli le va sumar, tanto como su buena
entrada en los sectores anti kirchneristas. Perotti es el más cabal
representante del futuro político del peronismo post Cristina. Todo el PJ
provincial es capaz de leer esto y por ello es el primer peronista que
efectivamente está logrando encolumnar al partido desde 2003: algo que parecía
un desafío imposible hace apenas ocho meses.
Recuento. Binner suma más que Lifschitz (un tercio de los
votos) por ser el mejor candidato histórico del Frente Progresista y por tener
buena entrada en progresistas y anti K. Perotti superará su tercio de votos por
el espaldarazo sciolista, por su anclaje en La Capital y la campiña y por
haber demostrado su capacidad de conducción, arrancando cojo y desde abajo,
ante sus propios compañeros. El único que pierde de su tercio es el que jugó
solo y para sí mismo, el candidato de un partido que lleva para la presidencial
a un concheto que quedó como un farabute. ¿Hubiera sido otra la realidad de no
ser por los 1.700 votos de diferencia en las elecciones provinciales de junio?
Oiga: esos 1.700 votos casi que decidieron la elección nacional toda.
Sí, por ese pelito, finalmente, el Lole quedó solo. Los
sectores sociales y económicos que representaba ya encontraron mejor cobijo. Encima,
está obligado a hacer declaraciones y a mostrarse, está obligado, como nunca, a
exponerse en la campaña.
Porque se la ve venir.
¡Hasta el domingo!
2 comentarios:
Estimado Juan Pascual...después del reciente resultado electoral donde Reutemann aplastó al Nepotista de Binner dejándolo relegado a un cuarto lugar después de un desconocido Romagnoli, imagino se le habrán redireccionado algunas ideas. Se le habrán producido muchos interrogantes. Entre tantos interrogantes...quizás pueda suponer con bastantes razones que la elección provincial que posicionó a Lifschitsz como gobernador tuvo dudosos manejos en su resultado final...sino no se puede explicar que un gobernador gane por 1776 votos y dos meses después, la principal figura del partido pierda por Cientos de Miles de votos....o la explicación volverá a ser el "síndrome de Estocolmo"
Y vaya que se redireccionaron! Hay un elemento que aparece, muy al pasar, y al que no se le dio el peso correspondiente: "Esta es una oportunidad interesante para analizar cómo funciona el corte de boleta y cuánto influye en su performance que el Frente Progresista no lleve candidato a presidente". Vaya si habrá pesado la boleta sábana que el candidato que quedó tercero ni siquiera era conocido en las redacciones de los medios.
Saludos, JEP
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