Una especialista brasileña analiza la producción de
conocimiento desde la universidad puesta al servicio del cooperativismo y una
economía solidaria y alternativa.
La cátedra de Economía Social y Solidaria de la Facultad de Ciencias
Económicas de la UNL
arrancó 2014 con una interesante propuesta de actividades, entre las que se
destacó una charla abierta a cargo de la brasileña Ana Lucia Cortegoso, quien
profundizó en conceptos y prácticas sobre el proceso de institucionalización de
enseñanza, investigación y extensión, promoción de consumo ético, responsable y
solidario, incubación de emprendimientos y formas de acción relacionadas al
fomento de la economía solidaria.
Desde 2004, Ana Lucia Cortegoso –magister en Educación
Especial, doctora en Psicología de la Educación y docente de la Universidad Federal
de San Carlos, Brasil– está abocada a la promoción de la reducción de la
desigualdad social, el respeto al trabajador y sus derechos, y la conservación
ambiental.
En diálogo con Pausa, Lucia contó que estuvo en las ciudades
de Rosario y Santa Fe como representante del equipo de la Universidad Federal
de San Carlos a partir de una vinculación con el Comité Académico de Procesos
Cooperativos e Iniciativas Económicas Asociativas (Procoas) de la Asociación de
Universidades Grupo Montevideo. “Hablo desde el punto de vista de la economía
solidaria en Brasil, que involucra diferentes sectores sociales como los
gestores, los emprendimientos, las universidades, en fin, otro tipo de fomento
a esta actividad. Lo que nos acerca es la idea del trabajo asociado, de
cooperación. Bajo la idea de propiedad colectiva de los medios de producción y
el reparto equitativo de los resultados del trabajo, la labor asociada y
autogestionaria es importante para visualizar una reducción de las
desigualdades desde el punto de vista de la renta para la producción, que en
general no está contenida dentro del mercado capitalista”, comenzó.
Consultada por la economía de su país, Lucia Cortegoso
advirtió que “el modelo hegemónico de Brasil es capitalista, pero no es un
problema más grave que en el resto del mundo. Y la idea no es vencer el sistema
hegemónico: esto va a ocurrir por otros motivos aunque va a llevar mucho
tiempo. Nuestra idea es producir experiencias, habilidades y capacidades de
otra manera de vivir, encontrando formas que reproduzcan la vida y no la del
dinero o del capital. A veces el modelo económico pone barreras muy fuertes,
pero el desafío exactamente se centra en dónde se puede crecer con esta idea,
que no es para generar un modelo que va a sustituir al otro, pero sí como una
de muchas otras experiencias de superación de una lógica de acumulación del
capital. La idea es que la economía solidaria pueda movilizar cambios en las
relaciones sociales más amplias. Y el desafío es grande”, insistió.
Ana Lucia Cortegoso hizo hincapié en la articulación entre docencia, investigación y extensión, la cual posee mayor desarrollo en Brasil. (Foto: Bárbara Favant)
Sobre el punto de la conservación ambiental, la profesional
expresó que “el compromiso con una manera responsable de usar los recursos está
puesto en el cooperativismo desde los orígenes y sigue como algo importante
bajo la idea de buscar un equilibrio de lo que necesitan estas generaciones
para vivir, y lo que le tendremos que dejar a las generaciones futuras. Antes
había un poco más de tensión, como si la idea de la conservación ambiental y la
defensa del derecho a trabajar fueran opuestos. Ahora esto está mucho más claro
entre todos los que buscan una alternativa al capitalismo, en la cual no se
pueden cuidar algunas partes de la naturaleza sin cuidar a esta parte que somos
los hombres. Por eso siempre hacemos un esfuerzo muy grande en todos los
niveles: por ejemplo, cuando vamos a pensar en comunidad cuáles son las
actividades productivas o qué se puede hacer para que el impacto ambiental sea
más pequeño, porque vivir siempre genera impactos ambientales, vemos cómo
buscar un nivel lo más próximo posible para atender las necesidades y el
respeto al ambiente. En ese sentido, el tema del consumo es cada vez más
importante”, puntualizó.
—¿Cómo se producen conocimientos desde la academia?
—En Brasil empezamos en la década del 90 con el tema de las
incubadoras universitarias de cooperativas populares para impulsar la creación
y apoyo tecnológico para la constitución de emprendimientos, iniciativas, articulaciones
y redes vinculadas a los principios de la economía solidaria. En 1995 nació la
primera incubadora y a partir de ahí se crearon muchas otras. Más adelante, en
1998, empezamos con el proceso que llamamos de incubación, que se trata de un
acompañamiento muy íntimo, es muy largo y todo el tiempo se generan
intercambios de saberes. El intento es que la población quede emancipada y
autónoma en el mayor grado posible, no obstante siempre los acompañamos.
“En economía solidaria, el trabajador es el dueño de su
propio emprendimiento y la idea es que se pueda garantizar una vida digna para
todos. En el proceso siempre es posible empezar garantizando a cada trabajador
sus derechos y haciéndoles saber que no se pueden autoexplotar, pero a veces
lleva mucho tiempo alcanzar el nivel para que esto se logre desde el punto de
vista financiero. Desde esta perspectiva queremos trabajar juntos, y juntos
buscar soluciones para los problemas que van surgiendo. Por ello el punto de
vista económico no es el único que se mira: también está el bienestar del
trabajador, su autoestima, la inserción en su comunidad, la posibilidad de
reconocerse como alguien que es capaz de producir, de comercializar y de tener
un sistema propio para que su vida tenga dignidad”, añadió.
Formar personas, ante todo
Acerca de las formas de organización entre los mismos
emprendedores, Lucia aclaró que “en economía solidaria no se habla de
sindicatos porque los trabajadores van a defender sus derechos con lo que
hacen. Sí hay federaciones de cooperativas de apoyo mutuo. Y no trabajamos sólo
con cooperativas, también lo hacemos con emprendimientos informales,
asociaciones y cooperativas populares, entre otros formatos”.
Interpelada sobre las coincidencias y divergencias de las
experiencias argentina y brasileña en materia de economía solidaria, Lucia
Cortegoso señaló: “Con puntos de partida diferentes, hay una misma confluencia
en términos fundamentales. Y en términos de dimensión, las historias de Brasil
y Argentina respecto al cooperativismo son muy diferentes, aquí fueron muy
fuertes en lo referido a la prestación de servicios”. “Por el lado de la
universidad hay una realidad muy diferente. En las universidades públicas
brasileñas hay dos cosas importantes cuando vemos con qué cuentan los que están
buscando respuestas para estos temas, que son la predominancia de la dedicación
exclusiva de las universidades y el tema de cómo se mira el proceso de
conocimiento desde el punto de vista del rol de la docencia, investigación y
extensión. En Brasil la perspectiva es que esas tres actividades son
complementarias e indisociables. En el proceso de producir conocimiento se
investiga de muchas maneras y el conocimiento generado se tiene que transformar
en herramientas de preparación. Quienes ejercemos la docencia e investigamos,
decidimos que con esto vamos a formar personas. También hay otras maneras de
llevar el conocimiento porque la extensión se trata de esto mismo”, apreció la
especialista, en relación con la educación superior.
“En síntesis, me parece que el esfuerzo es muy parecido, hay
muchas confluencias. En Brasil quizás la idea de economía solidaria ha empezado
más temprano, con una cierta institucionalización en cuanto a la creación de
una Secretaría Nacional. No es sencillo para nosotros, pero acá parece más
difícil, hay que hacer el esfuerzo de asociar actividades mientras las
condiciones empujan mucho más para la investigación o para la enseñanza. Tanto
en economía solidaria como en muchos otros temas esto me parece fundamental
porque si no nos involucramos con los problemas, si no buscamos cómo
enfrentarlos y aprendemos con esto, nos quedamos como una entidad academicista
y encerrada en sí misma”, finalizó la docente.
Francia mira a Brasil
A fines de 2013, el Ministerio de Trabajo y Empleo de Brasil
firmó –a través de la
Secretaría Nacional de Economía Solidaria, creada en 2003– un
acuerdo con el gobierno de Francia para profundizar aspectos en materia de
cooperación y asistencia técnica en materia de economía social y solidaria. La
razón del interés francés se basó en las experiencias exitosas de este tipo de
economía en Brasil. El documento muestra el deseo de “invertir en la innovación
social con el fin de satisfacer las necesidades sociales y fomentar el trabajo
decente”. La cooperación se basará en tres elementos: la formación, el
intercambio de experiencias y la promoción de proyectos.
Desde el Ministerio de los Asuntos Sociales y de Economía
Solidaria y Consumo de Francia buscan capacitar a los profesionales para
comprender los mecanismos de la economía solidaria y, a partir de ahí,
establecer políticas públicas con protección jurídica sólida y fundamentada en
la investigación y las nuevas tecnologías.
Publicada en Pausa #130, miércoles 26 de marzo de 2014
Disponible en estos kioscos
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