Desde San Lorenzo hasta Rincón y Colastiné, pasando por El
Pozo, Ciudad Universitaria y Wal Mart: la Línea 2 está a punto de explotar y los vecinos se
alzan en un reclamo.
Por Marcelo Przylucki
La mitad de un coche hundida en un zanjón; un grupo de
hermanitos saltan pozos de barro con
zapatillas en mano para cruzar la calle, después, caminarán con los pies
fríos hasta la escuela; un abuelo pierde el turno al médico cuando el último
ómnibus lo deja con la mano temblorosa en el aire. Los Troncos, San Lorenzo,
Punta Norte, Pompeya, El Pozo, La
Guardia y varios vecindarios más están peleando por un
derecho, el transporte público, una cuestión sensible cuyo destino es decidido
puertas adentro, omitiendo consulta a quienes pueden poner a consideración los
problemas que sin bajar al barrio siempre serán obviados. El desorden se hace
manifiesto en los portales oficiales del municipio que no cesan de anunciar,
vía Facebook y Twitter, los cambios de recorridos, las reducciones de calzada,
las demoras a tal o cual altura en alguna calle de los barrios. Las líneas 1,
11, 18 aparecen como las más complicadas durante el último mes. La 2 como la
más resonante.
Plan de lucha
Casi 50 personas bloquearon pacíficamente la salida de los
coches de la Línea
2 en mayo del año pasado. Un rumor cobraba fuerza y los vecinos se anticipaban
a algo que desde entonces ya temían: el desplazamiento de la parada hacia las
afueras de El Pozo, lo que significaría (suponían) un empeoramiento del
servicio, ya insuficiente.
Los habitantes de barrio El Pozo se organizaron y marcharon al Concejo, donde fueron recibidos por los ediles, quienes prometieron futuras respuestas a los reclamos por el transporte. (Foto: Bárbara Favant)
El ex coordinador del Distrito La Costa (ahora sub-secretario
de Acción Social) Hugo Marchetti y la Vecinal del barrio se encargaron de desmentir
tales rumores a través de panfletos y compromisos cuya validez se diluyó menos
de un año después. Con las urnas aún calientes en octubre pasado, se desmanteló
el galpón donde se guardaban los coches de la línea concesionada por la empresa
Continental; desde hace algunas semanas el lobby, donde los choferes mateaban
entre salidas, está cerrado con cadenas y candados. Rincón y La Guardia son las ramales en
las que se partió el antiguo circuito del 2, que asegura contar ahora con 19
coches cuya patente más vieja data de 2013 (ciertas unidades no pasarían por
tan jóvenes a juicio visual simple). La nueva línea metropolitana se convertía
en noticia, en confirmación, en descrédito de las voces oficiales, en la
pérdida del colectivo que comunicaba al barrio con el centro de la ciudad. Y el
cambio fue decidido unilateralmente, cuando debió haber sido puesto en
consideración por el Concejo Municipal, que asegura jamás haber sido
consultado.
La suposición acerca del empeoramiento se confirmó: primero
se anunció un recorrido en el que la cifra de 12 paradas bajaría a 3;
rápidamente esto mutó a otra forma también imperfecta puesto que, si bien se
restituyó el recorrido anterior que cubría a todo el barrio, su ejecución es
totalmente variable de acuerdo a los horarios, a la carga de La Guardia /Rincón, al mal
estado de las calles producto de las obras de desagüe a cargo de Aguas
Santafesinas (que tampoco repuso las luces públicas ni las rampas que demolió)
o simplemente, al azar.
Algunos habitantes del barrio se abocaron a convocar a
asambleas para intercambiar sus disgustos atendiendo a que en días hábiles las
demoras trepan hasta la media hora, con coches llenos desde la Ruta 1, más los casi mil
empleados de Musimundo y Wal-Mart. Ni que hablar de los miles de estudiantes
que a diario asisten a la Ciudad Universitaria. En cada uno de estos
conglomerados, el colectivo pierde no menos de 10 minutos facturando pasajes,
con frecuencias promedio de 14 minutos (el doble de lo asegurado por el
intendente), a lo largo de los 47,5 kilómetros que deben completar. Un niño con
una urgencia médica (el 2 llega hasta el Hospital Alassia) deberá resistir
entre 45 minutos y una hora de viaje si vive más allá del Colgante.
Reunión en el Concejo entre ediles de todos los bloques y vecinos de El Pozo. (Foto: Bárbara Favant)
“Teníamos entendido que en el barrio viven 4.600 personas”,
dijo Sergio Ludueña (sub secretario de Transporte) al llegar a El Pozo para encontrarse
con la dirigencia vecinal, que debiera representar a los más de 14 mil humanos
que residen en la sepia comarca de concreto. Mientras tanto, la Junta de Vecinos, que el año
pasado logró activar la resolución parcial de los problemas de desagües, se
congregaba en asamblea desde hacía varias semanas en pos de decidir un plan de
acción. La primera medida tomada fue agotar todas las instancias formales como
solicitudes de audiencia, junta de firmas, presentación de notas. El club de
bochas se convirtió en el ágora y el recinto de catarsis, mientras el
intendente José Corral afimaba por LT10 que “lo que pasa es que la gente de El
Pozo está acostumbrada a subirse al colectivo antes de que salga y aguardar la
partida ya sentada”.
A partir de la falta de respuestas a los reclamos, la
asamblea decidió marchar hasta calle Salta para reunirse con el Concejo, en
procura de comunicar dificultades y propuestas. Un centenar de vecinos se
movilizó entonces, acompañados por la agrupación El Pozillo y, ahora también, por
la Vecinal ,
con bombos y banderas al ritmo de “devolvénos el 2, los bondis no son tuyos” y
un petitorio en mano: “requerimos y exigimos, un canal de diálogo genuino entre
los funcionarios y los vecinos, que sirva a los efectos de arribar a una
solución. Pero nuestra postura, conforme lo estableció la Asamblea de Vecinos, será
siempre el restablecimiento de un ramal que parta desde barrio El Pozo.
Exigimos coches querealicen aquel trazado original, que salgan de nuestro
barrio, como se hace desde hace 26 años”, indicó José Luis Bermúdez, referente
de la Junta de
Vecinos que fue recibida por un cuerpo de funcionarios.
En la mesa chica
Seis referentes de la marcha superaron las puertas del
Concejo para sentarse en la sala Zapata Gollán, en la que pudieron hacer
manifiestos sus decires a los ediles Sebastián Pignata, Tomás Norman, Mariano
Cejas, Silvina Frana, y al presidente, Leonardo Simoniello, entre otros.
Durante los 54 minutos de entrevista expusieron sus necesidades sosteniendo una
premisa única. “Venimos aquí a plantearles nuestras alternativas, a que nos
escuchen, a que nos ayuden a creer en ustedes porque nosotros los votamos y
ahora tienen que poner la cara por nosotros”, fueron las palabras con las que
Bermúdez inició el diálogo y a las que agregó luego su intención de no
conquistar lo perseguido a costa del perjuicio de otros vecindarios.
Ante ello, Silvina Frana advirtió que “algunos vecinos nos
habían advertido acerca de la inminencia del problema, lamentablemente
estuvimos errados en confiar en la palabra de Marchetti y de los funcionarios
que aseguraron que la parada no se iba a mover”. No obstante, Mariano Cejas
comentó que desde el Ejecutivo se reconoce la necesidad de tomar medidas y que
a partir de ello se estaban barajando ya algunas alternativas, a saber: ajustes
en las frecuencias de horas pico y la incorporación de “uno o dos coches que
salgan directamente desde el barrio”, capturó el micrófono de Pausa.
Rápidamente María Alarcón, otra de las representantes de los vecinos, catalogó
de “insuficientes” esas posibilidades e instó a que lo que se decida sea
charlado con los habitantes, puesto que “evidentemente, cuando no se consulta,
se erra”. Simoniello prometió “hacer de
puente, abrir un canal de diálogo que junte a los vecinos y al Ejecutivo para
arribar a una solución”. Los vecinos de El Pozo agradecieron el recibimiento y
advirtieron que el énfasis del reclamo no se disipará. Los ediles prometieron
asistir a las próximas asambleas. Muchos barrios aguardan por sus respuestas.
Publicada en Pausa #130, miércoles 26 de marzo de 2014
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