Infusión Kamachuí y su recital de presentación de Equinoccio I y II
Por Juan Almará
Fotos: Olivia Gutiérrez
Editar un disco conceptual doble en formato físico parece una idea poco factible en la era de la desmaterialización de la obra y la escucha fragmentada. Y más aun para una banda independiente. Infusión Kamachui desafió los convencionalismos y dio a luz a Equinoccio, dividido en dos actos. Y no conforme con eso, presentaron la obra en un escénico show realizado el 11 de Mayo en el Teatro Municipal 1° de Mayo.
La obra
Equinoccio es un viaje de la oscuridad hacia la luz, a través de una mirada crítica sobre el comportamiento de la sociedad actual. Musicalmente, la búsqueda de profundidad se materializa en una propuesta amplia, que en su interior cobija estilos disímiles, pero unidos bajo una idea madre que los vertebra. Es rock fusión, que incorpora elementos del folclore, el hardcore y el jazz, entre otros géneros. El grupo, que ya lleva ocho años de vida, se compone con Pablo Ignacio Ferreira (mejor conocido como PIF) en voz, Esteban Lagger en guitarra, Iván Wolkovicz en bajo y Luciano Dato en batería.
Con una puesta integral, que incluyó una destacada escenografía de telas blancas con manchas de colores, la bailarina Mari de Vega y el ya tradicional maquillaje –esta vez en forma de líneas rojas y azules– que atraviesa y cubre los rostros y torsos de los músicos en sus recitales, exhibieron los 13 temas que conforman los dos discos. Las canciones se sucedieron en el mismo orden que se encuentran en los álbumes, sin dar respiro siquiera para los aplausos, que explotaron con fuerza en el final.
La primera parte del show estuvo dedicada a Equinoccio I, editado a mediados del 2011. Pasadas las 21.10, la oscuridad de la sala fue desapareciendo a medida que una tenue luz roja se prendía lentamente e iluminaba a la bailarina que, a través de sus movimientos, daría lugar a “Contranatura”, la canción inicial. Una de los novedades de la noche fue la presencia de Carlos “Charlie” Bechi (integrante de Nuez y Synthetic Soul) como músico invitado a lo largo del todo el show en guitarra y sintetizadores.
PIF se mostró inquieto desde un comienzo, recorriendo todo el escenario y contorsionándose teatralmente según la exigencia de cada canción. En más de un momento, estiró sus brazos hacía lo alto, como si estuviera implorando la contención de alguna fuerza superior. Contó con un micrófono extra, ubicado a poca distancia del piso, desde el cual incorporaba efectos a su voz. Wolkovicz tampoco estaba dispuesto a permanecer estático e inspeccionaba las tablas llegando al punto de tocar arrodillado. Lo más destacado de esta primera etapa fue “Laberinto Sepia”, con su síntesis de folclore y hardcore y con una letra nacida de la confusión: “encerrado en tu propia mente / ¿qué peor laberinto existe? / no podés encontrar la llave / la incertidumbre insiste”. También, bajo un sonido ajustado y preciso, tuvieron su lugar “Al caer”, “Snöj”, “Realidad en torsión”, “Langosta roja” y “Muerte” En “Snöj” los instrumentos se fundieron en una larga zapada, mientras la vocalización de PIF se sumó para llevar la apuesta musical al extremo. Las diferentes atmósferas combinaban la calma acústica con la velocidad y la distorsión, en el marco de un Equinoccio I que puede describirse como un viaje intenso.
Equinoccio II
La nueva aparición de la bailarina Mari de Vega, está vez sobre el costado derecho del escenario, marcó el comienzo de Equinoccio II, parte segunda y final de la obra, editado el mes pasado.
PIF entabló un dialogo corporal a distancia con Mari, antes de dar comienzo a “Quisiste excavadores”, bajo un manto de luces amarillas. Las cuidadas armonías vocales de “Círculo puro” fueron uno de los momentos más importantes de este segmento. “Matisse” fue la última canción, casi una balada de clima jazzero y delicada lírica (“y aún deseo tu pecho de cuarzo sobre el mío”) sostenida en su final por un solo de Lagger.
Mientras PIF doblaba la melodía de la guitarra con su voz y extendía otra vez sus brazos, ahora intentando rodear a todo el auditorio, las luces del Teatro se fueron encendiendo para un final épico.
Luego de una interminable lista de agradecimientos a cargo Iván, el cierre vino de la mano de “Olhando as estrelas“, el potente cover en portugués de “Mirando las estrellas” de los locales Gastro, que ya es un clásico en los shows de Infusión. Un broche redondo para el que seguramente será recordado como el mejor recital de una banda santafesina en mucho tiempo. Una propuesta muy personal, que comprende al rock como un fenómeno cultural que se potencia y completa con la interacción del resto de las artes.
Publicado en Pausa #113, a la venta en los kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.
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