Dos semanas de escuelas tomadas por sus estudiantes y
comunidades educativas movilizadas frenaron la implementación de la reforma,
con la cual estaban en desacuerdo.
Por Milagros Argenti
Los estudiantes de la Manuel Belgrano
tomaron su escuela el 18 de octubre,
para protestar contra la reforma curricular implementada por la Provincia en los
establecimientos técnicos de nivel medio. Al día siguiente se sumaría la Nicolás Avellaneda
y 72 horas después la
Manuel Pizarro. También hicieron lo propio la 456 de Gálvez y
la 458 de Laguna Paiva. El conflicto destripó aquella instalada concepción de
que “los chicos no quieren estudiar”. Pero además evidenció una discutible
aplicación local de normas nacionales y desnudó carencias en los métodos de
diálogo de la autoridad educativa santafesina.
El eje de la cuestión fue la supresión de talleres en
primero y segundo año. Seis espacios bien diferenciados se reducían a tres,
mientras se sumaban horas cátedra a Música y Dibujo. Esa reestructuración
inquietó a la comunidad de las técnicas, incluso a padres y docentes que, en
sorprendente número, apoyaron las tomas.
Otra preocupación era que las “escuelas de educación
técnica” pasaban a ser “escuelas secundarias con modalidad técnica”. La palabra
“secundaria” por delante de “técnica” ofuscó los ánimos, porque hizo que los
alumnos se sintieran igualados a un bachiller. “Yo estoy acá de 7:30 a 12 y de
14 a 17, ¡a esta altura ya me hice dos secundarias comunes!”, se quejaba Kevin
Combín, alumno de 5º de la
Avellaneda.
El tercer reclamo no demostró mayor sustento. El Colegio
Profesional de Maestros Mayores de Obras y Técnicos de Santa Fe sembró temor al
deslizar que los egresados no tendrían la preparación académica
correspondiente, por lo cual se evaluaría la matriculación de los egresados
como técnicos o en otra categoría (auxiliares, por ejemplo). En este contexto,
dirigentes políticos y gremiales salieron a blandir la bandera de la
desvalorización de los títulos, evidenciando más interés en rapiñar
protagonismo que en defender la educación técnica. Esto dio letra al Ministerio
para que, durante días, se negara al diálogo y ninguneara la protesta, que para
la cartera educativa estaba “digitada”. Indudablemente, hubo presiones
sectoriales. Pero los chicos, con sus 17 años promedio, las trascendieron y se
centraron en lo importante.
Argumentos oficiales
El Ministerio fundamentó la reforma en la aplicación de
normas nacionales: la Ley
de Educación Técnico Profesional 26.058, la Ley Nacional de
Educación 26.206 y los marcos de referencia aprobados por el Consejo Federal de
Educación (CFE).
En lo respectivo a los títulos, la cartera santafesina fue
consistente: “tienen validez nacional, por lo cual el Colegio no puede negarse
a la matriculación de los alumnos porque no tiene las competencias para
hacerlo”, explicó la directora provincial Legal y Técnica, Verónica Gañán. La
normativa nacional avala reiteradamente sus palabras.
Distinta es la situación en torno a la nueva denominación de
las escuelas. Las leyes hablan de la Educación Técnico
Profesional como “una modalidad de la Educación Secundaria ”,
pero esto no aparece como una imposición. Así, el Ministerio local asumió la
responsabilidad de nombrar a las escuelas como “secundarias con modalidad
técnica”, sin que ello estuviera explícitamente prescripto.
Queda el tema de los talleres. Lo que para alumnos y
docentes era una eliminación, para la cartera educativa era una
“reorganización”. En declaraciones a El Litoral, la ministra Letizia Mengarelli
ejemplificó: “el taller de Metalmecánica ahora incluye [otros tres] que antes
eran independientes: Ajustes, Soldadura y Hojalatería”. “Un técnico no se forma
con la suma de fragmentos de contenidos, sino con un taller integral”,
justificó. Pero lo cierto es que, en ese camino, los chicos perdían espacios
prácticos. Además, el diseño curricular provincial habilitaba incongruencias,
como las que señaló Alejandro Cáceres, alumno de 6º de la Belgrano : “acá las
terminalidades son Automotores e Informática, y se sacaron de primer año ambos
talleres”. Esto es: ya no se incluían en 1º las materias Automotores a
Informática en una institución que ofrece los títulos de Técnico en…
Automotores e Informática.
Las normas nacionales ordenan la inclusión de contenidos de
“formación general”; de allí la incorporación de Música y Dibujo Artístico en
la grilla provincial. No obstante, esa incorporación no debía operar en
desmedro de lo técnico: “al menos un tercio del total de las horas semanales
[deben dedicarse] al desarrollo de prácticas de distinta índole”, dice la
resolución 47/08 del CFE. Entonces, de las 45 horas mínimas impuestas en Santa
Fe, 15 debían ser de taller. Lejos de ello, la Provincia las redujo a
10.
Por otra parte, desde el Ministerio se hizo constante
mención a la calidad educativa. El profesor Fabián Orzechowski, de la Pizarro , expuso dudas:
“donde había seis talleres, ahora hay tres. Suponiendo un curso de 36 alumnos,
antes tenías seis por espacio y ahora estás con 12… ¿Cómo hacés para trabajar
con 12 pibes en la carpintería?”.
Otro argumento oficial fue el de la “movilidad estudiantil”.
Según la Nación ,
el ciclo básico de dos años debe estar homologado para que un alumno pueda
pasarse en 3º a cualquier escuela técnica sin rendir equivalencias. El asunto
es que las diferencias son palpables. En la década del 90, instituciones como la Belgrano , la Avellaneda y la Pizarro fueron
transferidas a la Provincia ,
pero conservaron las estructuras propias de la Nación. “Los tornos que
tenemos acá los tiene Vialidad Nacional, o YPF…, cada uno de nuestros talleres
ocupa un ambiente amplio, mientras que ciertas escuelas provinciales tienen
todos los talleres en un mismo salón”, explicó Orzechowski. Con la reforma
curricular, la sensación era que en vez de propender a la mejora de los
establecimientos en desventaja, se estaba nivelando hacia abajo a las
instituciones transferidas. “Están desinvirtiendo y bajando a escuelas como las
nuestras a niveles mínimos… Es ilógico, hay que invertir para que suba el
nivel, no para que baje”, dijo Leonardo Moncada, presidente del centro de
estudiantes de la
Avellaneda. No estaba tan errado. El Instituto Nacional de
Educación Técnica invirtió en un laboratorio de Metrología para la Pizarro. Por la
reducción de los talleres, el espacio nunca se abrió y el equipamiento quedó
oxidándose en un placard. Lo mismo sucedió con un cilindro de fundición para la Avellaneda.
Y llegó el diálogo
“¿Para qué queremos Música si no nos escuchan?”, rezaban los
afiches estudiantiles. Durante 13 días, la comunidad educativa de las técnicas
participó de innumerables reuniones sin respuestas, durmió, desayunó, almorzó y
cenó en los establecimientos y organizó dos marchas al Ministerio, la segunda
masiva y ruidosa, con redoblantes, bombas de estruendo y una bocina de barco.
El 31 de octubre, los esfuerzos tuvieron sus frutos: la ministra Mengarelli
presidió el encuentro del que resultó un acuerdo casi impensado. A partir de
2013 se restaurarán los seis talleres previos a la reforma y las escuelas
volverán a ser “de educación técnica”.
Es la economía, estúpido
Nada evidencia mejor el real interés de una norma como el
destino que prescribe para el financiamiento.
En su artículo 53 la
Ley 26.058 establece que “los recursos se aplicarán a equipamiento,
mantenimiento de equipos, insumos de operación, desarrollo de proyectos
institucionales y condiciones edilicias”. Básicamente, la normativa que regula la Educación Técnico
Profesional ordena que el dinero se invierta en los talleres. Que así sea.
Publicada en Pausa #105, miércoles 7 de noviembre de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario