viernes, 9 de noviembre de 2012

Cosa ‘e Mandinga


Por Licenciado Ramiro

Quienes me conocen más o menos bien, saben que yo intento escaparle por casi todos los medios al pensamiento religioso y, mucho más aún, a la conducta supersticiosa y/o mágica. Sin embargo, ante el hartazgo por las permanentes lluvias, pero sobre todo por pasar noches sin poder dormir de corrido debido a las tormentas y su percusión en las chapas de mi techo, decidí ir en contra de mis costumbres.
Sí, tomé el toro por los cuernos (nunca entendí eso de las astas) y fui a cortar la tormenta, qué tanto… y lo hice a la vieja usanza, desplegando todo un espectáculo telúrico, basado en técnicas gauchescas que, por el momento, son casi inefables. Le paso las instrucciones del método.
En primer lugar, se necesita sólo de un hacha. Si usted, lector, es un bicho de asfalto como yo, con un cuchillo (pongámosle “afilado” para hacer más mística la cosa) alcanza. Luego diríjase a una superficie de tierra (una maceta sirve), haga una cruz (si quiere murmurar algún rezo mientras tanto, depende de usted), clave el cuchillo atravesando la cruz… Y eso es todo.
¡¿Que si funciona?! ¡Insolente! ¿Acaso no recuerda usted que el pasado lunes 29 de octubre además de comer los ñoquis de la mami pudo dormir bien porque a pesar de estar tormentoso y ser pronosticada la “Sandy tercermundista”, al final no cayó ni una gota durante la madrugada? ¡Y todavía tiene el tupé de cuestionarse la eficacia de mi método, sin siquiera decirme gracias! Claro que funciona… y no es la primera vez, sépalo. Y si a usted no le sale, es porque lo hizo mal; no culpe al método: Descartes tiene razón.
De todos modos, ya estoy acostumbrado a que desconfíen de la eficacia de mi magia, así que si no me cree no me voy a ofender. El martes, orgulloso, les conté a mis alumnos y alumnas lo que había logrado el día anterior y se me rieron a carcajada limpia. Y sí, yo también, ¿no? Ir a una alta casa de estudios, guarida de la ciencia moderna, criterio unívoco de verdad, a jactarme de mis gualichos...
Ahora no sólo perdí fe entre mis alumnos, sino que seguramente usted, lector, estará pensando “¿Y este se gana el sueldo hablándole a sus estudiantes de estas pavadas? Menos mal que mis hijos no lo tienen de profesor”. No se apure, ni sea tan prejuicioso.
Ante la reacción burlona de mi audiencia, respondí preguntándoles porqué no me creían si yo había dado pruebas casi contundentes (no llovió) de la eficacia de mi método y, además, lo comparé con los pronósticos fallidos del Servicio Metereológico Nacional que había asegurado que durante domingo y lunes caerían 100 mm en la ciudad por las lluvias tormentosas. Sin embargo, siguieron sin creerme. Está bien, es lógico: estudian ciencias, yo formo en ciertas ciencias y/o disciplinas, entonces no es coherente ni creíble lo que les estaba planteando.
Pero para mi sorpresa (ya que no me dejo persuadir tan fácilmente), cuando como último recurso les consulté a los burlones si creían en la existencia de Dios, la gran mayoría me dijo que sí. Y los herejes infieles que me dijeron que no, no se sorprendieron por la ridiculez que estaba preguntando. Les pregunté si tenían alguna prueba que confirmara dicha existencia y no pudieron responderme. Apelé al criterio lógico de estudiantes universitarios para que me explicaran cómo, en épocas donde no existía la fecundación in vitro o asistida, una virgen podía ser madre y tampoco obtuve respuesta lógica… Con lo cual, mi método antitormenta, concluí, tendría el mismo status de verdad que cualquiera de los principios religiosos del cristianismo.
¿Entonces qué los diferencia? ¿Por qué nadie se ríe ni se sorprende de que alguien pregunte por la existencia de Dios? ¿Por qué no sorprende que alguien garantice que María es la madre de Jesús siendo virgen? Pero, y entonces, ¿por qué es ridículo pensar que un individuo, con métodos mágicos, puede evitar una lluvia? En otras palabras, ¿por qué ese tipo es ridículo o estúpido y no el cristiano?
Tanto la magia, como la religión y la ciencia teoriza sobre el funcionamiento de los fenómenos sociales y naturales; e histórica y culturalmente han ido consolidando su jerarquía como productoras de saberes y conocimientos, consolidando con ello la posición social de quienes detentan uno u otro saber. Hoy, esa posición la ocupa la ciencia y le sigue, más de cerca de lo que uno querría, la religión… y por ello sus afirmaciones resultan “creíbles” y esperables, más verosímiles que las explicaciones populares. Los científicos resultan más verosímiles que los paisanos. Por eso, según ellos, yo no corté la lluvia, sino que la meteorología falló y mis alumnos y alumnas se me rieron, muy a pesar de que luego, dos minutos antes de rendir, apoyen sus estampitas de San Expedito arriba del pupitre, sin darse cuenta de que al santo que le tienen que rezar es al mismo que luego le entregarán sus parciales…Y que encima es supersticioso.

Publicada en Pausa #105, miércoles 7 de noviembre de 2012

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