Por Ileana Manucci
El antiguo edificio que se levanta imponente en la esquina de San Juan y Primera Junta aparenta ser frío, un tanto lúgubre quizás. Pero basta tocar el timbre, y que las puertas se abran, para que el grito de los niños correteando y jugando por el lugar borren aquella primera impresión.
El Hogar Casa Cuna “Atanasia H. de Durán”, que funciona allí, intenta desde hace 77 años brindar atención integral a la infancia en riesgo social, favoreciendo su crecimiento y desarrollo, siendo un lugar transitorio para el alojamiento de los pequeños en esta situación.
Casa Cuna tiene en este momento a 20 niños y niñas internos y a cuatro en el Centro de Día, modalidad que se aplica desde 1997 y que busca colaborar con aquellas familias que, durante el día y principalmente por cuestiones laborales, no pueden ocuparse de sus hijos. Los recursos para mantener la infraestructura del hogar provienen de diferentes sectores: el aporte más significativo es el de los socios –aproximadamente 8.000–, otra buena parte proviene de los diversos actos y eventos de beneficencia y una tercera partida la reciben de la Subsecretaría de los Derechos de la Niñez, Adolescencia y Familia del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia, con quien la institución tiene un convenio.
A fines del año pasado tomó estado público un reclamo del personal de Casa Cuna por un atraso en los salarios. “Lo que pasó”, explica Stella Ferreira, miembro de la Comisión Directiva, “fue que el año pasado hubo demoras con la llegada del dinero de la Subsecretaría que se destina a los sueldos, situación que ya está normalizada. A las demoras en el pago, se sumó la bajante que tenemos siempre de las cuotas societarias a fin y principio de año, cuando las familias destinan ese dinero a otras cosas, lo que hizo que la situación se complicara un poco. Y Casa Cuna es muy grande, son muchos chicos a los que se les debe dar atención desde que se levantan hasta que se acuestan, y hay personal que tiene que estar con ellos las 24 horas”.
Según declaraciones realizadas en diciembre, los trabajadores entienden que es el Estado provincial el que debería hacerse cargo de los sueldos, ya que en el hogar se atiende a niños derivados por la Subsecretaría. De todas maneras, el personal señaló que no estima realizar paros como forma de protesta, ya que consideran que no pueden dejar sin atención las necesidades de los niños.
Al problema de los salarios se sumaron también los problemas edilicios, siempre presentes en un lugar que data de principios del siglo XX y que tras las inundaciones sufridas en la ciudad vio acelerado su deterioro.
—¿Cómo está el edificio?
—Acá siempre tenemos problemas, con los techos, los baños, las paredes, las cuales comenzamos a sentir movimientos luego de la inundación –cuenta la directora del hogar, Norma Ferreyra–. Es un edificio viejo, del año 1935, que requiere mucho mantenimiento y no tenemos un fondo disponible para este tipo de cosas. El año pasado, con estas complicaciones económicas de las que hablábamos, fue difícil hacer arreglos importantes, como por ejemplo un problema en el techo de la habitación donde duermen los niños más chicos, que tenía baldosas de barro cocido que estaban muy deterioradas, lo que representaba un riesgo para los niños que se encontraban en ese lugar. Así que salimos a pedir ayuda a la comunidad y después de tanto andar logramos que la municipalidad nos diera la mano de obra y una revista de arquitectura los materiales más elementales, como para salir del paso. Igual es una obra que aún no está terminada. La realidad es que no hay plata, la Municipalidad nos dice que nos puede dar la mano de obra pero nada más, no conseguimos quien pueda comprar el material para la finalización de los trabajos.
—El edificio fue declarado Monumento Histórico Provincial en el gobierno de Jorge Obeid –agrega Stella– pero no recibimos ninguna ayuda específica para tratar la preservación del mismo. En el gobierno municipal anterior se arreglaron todas las veredas de afuera, pero el problema mayor está acá adentro.
Esta situación provocó que los más pequeños del hogar de entre uno y seis años debieran ser trasladados a otro sector del edificio, que primeramente fue la capilla, aunque las altas temperaturas del verano hicieron que fuera imposible mantenerlos allí, por lo que tuvieron que ser reubicados en la habitación donde están las chicas más grandes, “que no es lo ideal, porque necesitan más intimidad, pero no tuvimos alternativa”, remarcan las autoridades.
Las edades de los pequeños alojados en el hogar deberían ser de entre uno y siete años, pero en este momento ese límite máximo de edad se ha elevado casi hasta los 13. Norma Ferreyra puntualiza que esos casos se dan, más que nada, porque no se quiere separar a grupos de hermanos que ingresan a la institución. “Los chicos que ingresan al hogar son niños que están en situación de riesgo social”, dice Norma. “Esto lo determina la Subsecretaría, que es la que interviene ante la denuncia de una escuela, de un vecino, o porque el chico esta prácticamente viviendo en la calle. Lo primero que ellos buscan es ver si estos niños pueden volver con sus familias de origen, reinsertarlos en el núcleo familiar o con alguien allegado; y en caso de que eso no se logre, el niño es derivado a Casa Cuna o a otro hogar”.
—¿Cuál es el trabajo que ustedes realizan aquí?
—Acá lo que se busca es darle al niño una solución inmediata, realizando un trabajo en conjunto con la Subsecretaría y con los equipos interdiciplinarios que se encuentran en los barrios y que realizan los acercamientos con las familias, viendo qué se puede hacer con las criaturas. Lo ideal es que el chico no permanezca mucho tiempo acá, deberían ser 30 días, o 90 como máximo, pero a veces hay casos muy complicados y la verdad es que esos plazos nunca se cumplen. Es muy difícil que en ese corto tiempo se puedan resolver situaciones que en su mayoría son complejas. Tenemos chicos que hace 5 años que están acá, nunca se fue uno a los 3 meses de ingresar. Todos estos niños tienen sus familias y siempre se lucha para que vuelvan con ellas, pero cuando las asistentes sociales ven que eso no es posible se pasa a otra instancia, que puede terminar en la adopción.
—¿Qué importancia tiene el aporte de la comunidad para mantener Casa Cuna?
—Una importancia enorme, invaluable. En este sentido queremos destacar la labor y el acompañamiento de las familias colaboradoras, que se acercan y se relacionan con los chicos como si fueran de sus familias. Los llevan de vacaciones, les festejan los cumpleaños, van a los actos de la escuela; cumplen una función muy importante para que no se sientan solos o abandonos. Por todo esto es que siempre necesitamos la colaboración de la comunidad, tanto para acompañar a los pequeños como para mantener el hogar. Gracias a ellos es que el año pasado logramos juntar dinero para cambiarle la cara a todo el patio, para que los chicos tengan un lindo lugar al aire libre y puedan sentirse como en el patio de su casa. También pudimos hacer reformas en la sala comedor, donde se cambiaron las cortinas y se pintó todo de nuevo; y armamos una completa sala de computación gracias a una importante donación de una empresa de cable. Siempre faltan cosas por hacer, pero vamos de a poco, de acuerdo a las posibilidades del momento.
Publicada en Pausa #89, miércoles 14 de marzo de 2012
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