Médula, por Fernando Callero
El adiestramiento de la vejiga neurogénica es muy
traumático. Por empezar, el estudio urodinámico para su diagnóstico consiste en
reproducir de manera artificial el llenado de la vejiga, su alerta y
consiguiente descarga con los esfínteres interno y externo en sincronía. El
procedimiento no tiene nada de natural. Se insertan dos sondas por el conducto
del pene, una para el llenado, otra para medir la presión, y una de mayor
diámetro en el ano, también para la presión. Comienza el llenado abriendo un
sachet de suero y todas las reacciones, centímetros cúbicos, presión, etc, van
siendo mapeados por computadora. El paciente está sentado en un inodoro
plástico frente a los médicos.
Avise cuando sienta ganas de orinar.
En el monitor corren un par de gráficos similares a los de
un programa para grabar audio.
¡Ahora!
Cm3: tanto.
Presión: tanto (altísima)
Descarga: cero.
Vuelta a usar la sonda con una bolsita colgando. Lo que se
dice, un lastre escatológico expuesto a la vista de los pares que ya no la
usan, o frente a los familiares que vienen de visita y pasean su salud por los
pasillos con desfachatez.
Señor, se le enredó la bolsita.
Gracias.
Mire, la bolsita se pinchó y va dejando una estela por el
pasillo.
Gracias.
El estado de necesidad requiere de una humildad que al
tiempo resulta humillante.
¿Le abro la puerta?
Yo puedo. Muchas gracias.
Todo expuesto, dado vuelta como una media. Un orden nuevo de
la intimidad.
No hay drama. Todo se naturaliza. La humillación va
cediendo. El hombre es esencialmente mutante, no nos damos una idea de todas
las maneras en que podríamos vivir y sostener un vínculo decente, cualquier
frontera o código genera una sociedad. Pienso en las cosas horribles que
sostenemos por miedo a que todo se desmorone. ¡Las torres! ¡Las torres!
¡Horror! Creo que sólo hay que animarse. Yo destruiría el dinero, ¿y usted?
Pero ahora que lo pienso, sin dinero el capital se volvería
menos metafórico. La esclavitud, esas cosas... Deliro. Tengo miedo.
Pero estábamos con el desorden de la vejiga. Si la prueba es
superada, el paciente feliz descargará en el papagallo o acompañado de lo
segundo cuando lo pasan al inodoro. Pasar es una palabra clave. Los camilleros
lo pasan a uno en bloque de la silla a la cama y de la cama a la silla; de la
cama a la silla y de la silla al inodoro y después lo mismo en el orden
contrario. Es decir, uno pasa por varios pasajes durante el día. Como un niño o
una niña pasa su muñeco o su animalito de felpa practicando la solidaridad.
Es un oficio pago este de los pasajes. Los encargados, todos
jóvenes del pueblo, para prevenir desgarros, llevan su faja de varillas
reglamentaria en la cintura.
Si la recuperación de la vejiga es parcial, el urólogo
indica a las enfermeras entrenar a los pacientes en una práctica invasiva
llamada cateterismo. Cada 4 horas y con ayuda de un equipo complejo, el hombre
deberá introducir en la uretra una sonda de 1 cm de diámetro untada de
xilocaína hasta llegar al depósito de líquido y vertir, como quien roba
combustible de un automóvil, la carga dentro del papagallo. La sensación de
alivio es instantánea y el hombre recupera cierto grado de felicidad. Lo mismo
se practica en las mujeres, solo que no sé bien los detalles. Lo voy a
consultar con Sofi.
Acompañan el proceso una serie de drogas para relajar la
vejiga, desinflamar la próstata y disminuir la producción de orina durante la
noche, la misma que indican a los niños
que se hacen en la cama. Toda la reeducación se desarrolla en estos términos
infantiles, es por eso que genera angustia en los adultos que confiaban ya
haber superado estos pormenores de la cultura y de la higiene.
Después de la prueba vuelvo a la pieza. Es todo un tema con
Julito, mi compañero de la pieza 5. No habla, no mueve más que una mano, abre y
cierra los ojos, azules, perdidos en una dimensión x. Come a través de un botón
gástrico por dónde le suministran unas sustancias en sachets colgados, suero y
leche. Cuando termina, la bomba hace un pitido como el de los camiones o las
máquinas que marchan en reversa. Como está traqueotomizado, y le falta un
costado del cráneo, todo el tiempo acumula catarro y cada tanto lo expulsa
produciendo un vahído espeluznante. Igual ya me acostumbré, el problema es
cuando le viene el moco en plena madrugada y empieza a surtir por la traqueo
como una ballena. Julito, la ballena, le puse. No me deja dormir y encima me
interrumpe los sueños, única fuente de aventuras que me queda para escribir.
Julito es de River, así que vimos el clásico. Ganó Boca uno a cero. Antes de
terminar mi compañero ya estaba dormido. Lo poco que sé de él es que se llevó
puesto un camión yendo por la ruta en la moto de su hijo, que jamás aparece a
verlo. Tampoco su mujer. Sólo sus hermanos vienen de Carcarañá y lo sacan a
pasear en silla por el parque. El único placer que puede darse es chupar un
chupetín que religiosamente le trae la hermana. Después, todo es estarse
quieto, parpadear y expulsar su catarro.
Publicada en Pausa #161, miércoles 9 de septiembre de 2015
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Foto: Héctor Bruschini
3 comentarios:
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