Otro yo mismo, por Mari Hechim
En el mes de marzo siempre llueve. La primavera se presenta
con languidez, preparando el calor de mayo que está cerca. Sin embargo, ella no
sabe que no lo verá nunca, que hoy es el
último día de su vida.
Llegará el carruaje a buscarla, la bajarán con violencia.
Pero no ahora, en este momento de silencio y serenidad. Hipatia mira caer la
lluvia en los jardines, mientras acaricia sin pensar el borde de la toga, que
es la prenda que más ama en el mundo. La mente se concentra en las gruesas
gotas que, al aplastarse contra las hojas, se hinchan en un efímero instante,
antes de deshacerse en una caída líquida, que chorrea hacia abajo, hacia un
charco de nada, el agua en montón, pequeños ríos.
Él pertenece a un pasado remoto. Siempre la lluvia le trae
su recuerdo: su mirada dulce y febril, sus manos que imploran, su olor, sus
reclamos. Cuando ella ya sentía un temblor en las piernas, supo que debía
deshacer esto con brusquedad, tajante y firme, y se le ocurrió lo que ahora le
provoca una sonrisa. La expresión de horror de él, tirando con asco la toallita
de la menstruación hacia un lado. Eran dos niños. Pero su padre no se había
desvelado en ella para que fuera cualquier mujer, una que se distrae en el amor
y deja sus compases, sus destiladores, su astrolabio para correr tras un hombre
vulgar como todos los hombres. Su padre la había formado para contemplar las
estrellas, las formas geométricas que, en el juego matemático más límpido,
acercan a la verdad superior. Ella había cumplido con sus expectativas, vaya
que sí, varias veces mejor que si hubiera nacido varón.
La lluvia se fue haciendo más liviana, los colores de las
flores y las hojas relucen, el sol de la tarde se insinúa. Sobre el sonido del
agua que cae, se superpone el de los hierros enérgicos del carruaje. Hipatia se
aparta de la ventana, es hora de volver a casa. Rápidamente se mira en el
espejo, sonríe con ironía: la bella, la sabia, la virgen: la desdichada.
Afuera aguarda la turba de cristianos que descargará en su
cuerpo el odio concentrado que sienten hacia el conocimiento, la diferencia,
las mujeres.
En Pausa #143, miércoles 8 de octubre de 2014. Pedí tu
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1 comentario:
Me gustó mucho!
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