Al mismo tiempo que se está celebrando la premiación a los
campeones, escribo esta columna que, como no podía ser de otra manera, versa
sobre el Mundial. Desde luego no voy a analizar lo vinculado al juego, ni a
conjeturar posibles causas de la derrota en la final. Porque todo es posible
que sea e imposible que no lo sea. El penal no cobrado, la expulsión que no
sucedió al 4 teutón en el primer tiempo, la discreta actuación de Messi (el
mejor jugador del mundo durante los últimos siete años y sigue…), la mala
puntería de los delanteros, el esquema, los “alargamientos” (o soccer
enlargement; y gracias Alejandro Apo). Lo pudimos haber ganado y lo terminamos
perdiendo. O, si más les gusta, lo perdimos pero lo hubiésemos podido ganar
también.
Sí, una cagada magna. Perdimos, es así. Y tengo bronca,
mucha. No, claro que no. No me conforma el segundo puesto. Subcampeón es un
eufemismo. Y me enoja demasiado que habiendo pasado cuartos de final ya lo
hayamos celebrado como un logro histórico. No podía entender cómo la gente (sí,
así bien despectivo) haya festejado el pase a semis como un campeonato.
Sí, estoy orgulloso (no sé porqué) del esfuerzo del equipo.
Jugaron bien. Muchos jugadores me taparon la boca (Marcos Rojo soy un ingrato:
me hiciste ganar un Gran DT y ni así confiaba en vos) y no tengo nada que
recriminarle a quien nada me debe. Incluso, avanzaban los partidos y más
convencido de que campeones éramos. Me equivoqué feo con la columna Un embole
mundial, donde dije que el fútbol es aburrido: fue un gran Mundial. Y entonces
más eran las discusiones con quienes sí ya estaban contentos por ver a
Argentina jugando los siete partidos. Podrido del conformismo quise saber a qué
se debía. Noto, también, como cierta complacencia en los medios de
comunicación. ¿A qué podría deberse?
Percaté algo interesante: mis interlocutores eran todos
individuos nacidos entre los últimos años de la década del 80 y los primeros de
los 90. Es decir, nunca habían visto a Argentina jugando todos los partidos del
mundial. Son contemporáneos de casi 20 años de sequías mundialistas, de caídas
(algunas humillantes) consecutivas en las últimas Copa América. Y encima, el
mejor jugador criollo de los últimos 25 años no logra consagrarse
definitivamente con la albiceleste. En contraste, yo nací en el 78 con un
Mundial bajo el brazo. A los 8 años fui contemporáneo de la explosión
maradoniana y de un nuevo Mundial. A los 12 años ya tenía otra final encima.
Entre el 91 y el 93, dos Copa América y 33 partidos invictos: éramos el mejor
exponente del fútbol total. Y durante mis primeros 16 años de vida fui fanático
de ella.
Hasta que Goyco (que casualmente ahora estoy viendo en la
tele) se comió esos famosos cinco amagues y el resto fue lapidario. La
decepción del dopping (o la primera de las entregadas de Grondona a la Selección y a Maradona),
el palo del Bati versus Holanda a 10 del final, lo inexplicable para cualquier
bielsista de Corea-Japón, el papelito de Lehmann, la segunda entregada de
Grondona a la Selección
y a Maradona en 2010. ¿Que 20 años no son nada? Las frustraciones no se
apagaban más… Estos dos decenios fueron interminables. Y Messi me devolvió las
ganas de entusiasmarme de nuevo y ahora escribo esto porque perdimos (si
ganábamos iba a escribir que mi difundida fama de mufa era toda una pose para
mufar a nuestros rivales). Y desde la televisión Goycochea adhiere al
conformismo, diomío.
Alemania saluda a la Argentina: un momento infumable para el Lic. Ramiro.
Es cuestión de cuna, señora. Así me crié. En eso me
educaron. De ese seno mamé, y en abundancia. ¿O acaso usted no se llena la boca
diciendo que lo que falta acá es educación? Y bueno, así me educaron ustedes
señora. A no quejarse. Primeros, segundos, campeones, invictos, Maradona,
Messi, Batistuta, Sorín, Mascherano. Cracks. Entonces, déjeme no poder
conformarme. Déjeme estar triste y embroncado. Sí, ya le dije. Disfruté hasta
el último segundo de este equipo. Me encantó el Mundial. Nada que recrimin… Sí,
hay algo: no salieron primeros. Pero es parte del juego. Y es mentira que lo
importante es competir: si uno compite es para ganar. Eso es muy importe; tanto
como competir. Y el penal… y bueno, fue un error. Y el error es parte del
juego. Si no lo fuera, no habría ganadores porque todos jugarían perfecto. Los
errores de Higuaín y Palacio… Qué sé yo. Perdimos, estuvimos muy cerca de
ganar. Yo creí que Alemania podía ser el Holanda del 74 y que de nosotros nos
acordemos nosotros mismos, que total con la copa FIFA en nuestras vitrinas eso
nos chuparía un huevo.
Tengo mucha bronca. Esta columna es horrible. No merezco
tener que escribirla por voluntad propia. Yo estaba convencido. ¿Qué pasó? Por
favor, ¿qué pasó que estamos contentos de ser Cebollitas? Sí, soy un ser
horrible. Ya sé. Una mala influencia para los niños y niñas. Exitista. Y sí.
También me eduqué con Bilardo.
En Pausa #137, miércoles 16 de julio de 2014. Conseguilo en estos kioscos.
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