Poker de Sotas y Todos tienen que ocultar menos yo y mi
mono, en el éter de la 91.9.
Así como sucede con su acontecer sonoro, durante la noche
los pasillos de la Radio
de Noticias se atestan de situaciones que no se pueden hilvanar con facilidad:
la entrada de El Harlem (la cocina) tiene un cartel en el que se lee “Prohibido
fumar fuera de este recinto”, una más entre la lista de reglas que organizan el
Póker de Sotas, un garito clandestino confundido con programa de radio
conducido por una baraja de personajes. Espada, Basto y Copa ya están rotando
la voz hace 32 minutos, batiendo con relax la mezcla y comentando con lógico
regocijo los siete goles alemanes. Oro acaba de llegar, está descompuesto del
estómago hasta que entra al estudio de transmisión y se convierte en
Amuchástegui, que no está enfermo. El Barman, que ejerce con gran oficio la
operación técnica del programa, recibe llamados de los parroquianos, se hace
señas con Basto y sube un tema de Willy Crook para ir a tanda. Durante las
tandas todos se escapan automáticamente al Harlem a puchear y a buscar los
mates; invisible, una radio sintonizada con ellos no les es necesaria para
saber cuándo deben volver a sentarse al micrófono.
El elenco de Póker de Sotas.
Durante la partida 250, mientras el abuelo Hugo adelantaba
su presentación en el Cine América (fue el jueves 17) con
Hugo y los gemelos, me enseñan la contraseña que cada quien que llega debe
repetir: “Vengo a matar al conductor”. De cualquier manera, el conductor tiene
la capacidad de resucitar de lunes a jueves desde las 22.00 hasta la
medianoche. Un cuestionario de cuarenta preguntas es lo que sucede después de
invocar el enunciado clave y de sacar una carta del mazo: La tierra y su gente,
pormenores del uso del bidet e interrogantes psicoanalíticos encubiertas (o no)
van delineando un perfil del entrevistado que el Croupier va recitando.
A todo esto, ya hay tres muchachos que afinaron sus criollas
entre sí, pero que antes charlan disconformes acerca de las reformas en el plan
de obras de Parque Alberdi, a sabiendas de que deberán sostener la resistencia.
En “El abuelo records”, estudio de grabación en vivo de Hugo, se cruzan dos
guitarras haciendo sonar una canción que acaba de ser compuesta y que habla del
romance de un hombre con la nostalgia respirada a partir de los paisajes de su
litoral que es talado y drenado a la medida de las necesidades inmobiliarias.
Javier Bonatti, Lautaro Ruatta, Alan Valsangiacomo y Martin Pedretti son sus
nombres de todos los días, comandados por Claudio Chiuchquievich, que los
viernes durante el mismo horario y por la misma estación acompaña a Ale David
en una propuesta hermanada con el Póker: Todos tienen algo que ocultar, menos yo y mi mono.
Melómano confeso, David se pasa la semana explorando su
colección de vinilos de más de 400 ejemplares para tener qué pasar en su
programa que sale por la 91.9, y que “nace del tema de los Beatles (Everybody’s
got something to hide except me and my monkey, obvio), en el que yo sería
Lennon y el mono Yoko, así que en el programa adoptamos esa política de desnudar nuestras intenciones”.
Más allá de esto, la propuesta es simple: Ale elige un par de canciones, cuenta
a qué historia personal o anécdotas lo devuelven y un invitado que semana a
semana varía hace lo propio con otro puñado de temas. Un rato de charla,
audiencia de las músicas y la voz la toma a cargo el Chuka (Chiuchquievich)
para abocarse a la lectura de poesía y literatura en general seguido “de una
síntesis de lo que él va escuchando durante el programa y hace un balance o una
narración de todo aquello. Es muy bueno lo que hace porque cuida mucho las palabras
que usa, cosa que creo que es de valorar si ponemos el ojo sobre cómo utilizan
el lenguaje en los medios hegemónicos”, opina Ale para Pausa.
El show radial de Alejandro David siempre es garantía de la mejor selección musical. Foto: Pablo Bertoldi.
El teatro independiente durante la dictadura, cómo fue la
radio en los 60 o las fuentes directas sobre las que se han compuesto los hits
del ámbito rockero local contemporáneo son algunos de los casos que fueron
componiendo una suerte de reconstrucción de la historia de experiencias
artísticas santafesinas. El cruce de los lenguajes que manejan personajes que
proceden de clases sociales opuestas, de la literatura con la música y de las
voces de la que es capaz una misma boca son algunos de los ejercicios que se
practican en procura de darle otra forma a los contenidos, de moldear nuevas
maneras de comunicar.
También en cine
Tras un año de clases de batería con el Mono Farelli, Ale
debió interrumpir aquello debido a otro proyecto que los acabó involucrando a
ambos, pues Sesenta y cinco Setenta y cinco Comarca Beat (largometraje
documental musical acerca de las bandas originarias del rock locales y de la
zona) está a su cargo en la dirección y está en proceso de finalización.
En Pausa #137, miércoles 16 de julio de 2014. Conseguilo en estos kioscos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario