jueves, 3 de julio de 2014

Deseo

Mil mates, por Fernando Callero

Pasó el Felisa, pasó de todo esa primera semana de junio en Santa Fe. Reuniones con amigos, lectores, autores muy copados que uno admira y la fiesta que habilita para tomar una copa, contarnos cosas. Los escritores son personas solitarias, se dice, pero doy fe de cómo les gusta encontrarse, joder, ponerse en pedo y salir un rato de la cueva laboratorio a tomar aire.
Esos tres días fueron fríos, quizás los más fríos en lo que va del año, pero el sol estuvo presente a través de los ventanales de la estación Belgrano y con el entusiasmo y el café, o el mate, las jornadas se desarrollaron en un clima cálido, y en las mesas que pude escuchar había amigos y otros que enseguida pasaron a serlo por compartir una misma pasión que celebramos de trasnoche con lecturas, música y copas en la Ochava Roma.
Ahora continúa el invierno, y el entusiasmo que dejó toda esa energía me lleva a salir de casa, a los paseos contra el viento, para el lado de las grandes tipas y de los ponis que la gente de las Cuatro Bocas gusta de criar y de bautizar con nombres de persona. Hace poco le tomé una foto a uno pintado, como el caballo de Perón, atado al cartel de madera que indica la calle Francia.
El invierno tiene sus días, el sol aparece poco y es conveniente aprovecharlo para salir a cazar imágenes. Las imágenes son objetos de la conciencia que producen placer, porque nos expanden y conectan con todo ese zafarrancho del mundo que a primera vista es tan sencillo como una montaña y un par de nubes, según Wallace Stevens, pero en la intimidad fermenta como una espuma desaforada de cerveza, una masa que leuda y reclama la arquitectura de la forma para contenerla. De otra manera, la imagen se corre a su signo contrario, el de la alucinación. La intoxicación es la máquina de la imaginación de los desesperados. Detesto el esoterismo, la profundidad no alberga nada más que desesperación. La desesperación es imposible. Por lo tanto, el dolor.
Santa Fe, la distinta, sólo se podrá fundarse atravesando la Policía y la intoxicación terapéutica. Refrescando el placer de recorrer el espacio, finiquitar laburos nobles, bailar y ser en la comunidad la madre, el padre, el hijo y el espíritu santo. Plantar y comer. Plantar y fumar. Cuidar a las muchachas de las pijas débiles. Cerrar las ventanitas y abrir las canchas de pelota.

Publicada en Pausa #136, miércoles 25 de junio de 2014
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