Variopinta, por Federico Coutaz
“La niña en la hamaca. El niño en el tobogán”. Escribe o
reescribe mi amigo en un relato. Regreso a las dos oraciones, no puedo avanzar,
no sé si me detiene el sonido o la
armonía de la repetición leve, el equilibrio y el movimiento suave, el
recorrido de la a femenina en la primera y el de la e y la o masculinas en la
segunda. Lo cierto es que me llega un
viento de felicidad y mi lectura se hamaca una y otra vez en las dos oraciones.
Enseguida tengo menos de seis años y Felisa me hamaca, veo el cielo inmenso que
se acerca y siento cosquillas en la panza.
Recuerdos felices: subir al árbol de la puerta de mi casa, y
después a todos los árboles que pude. Estoy seguro de que cuando era chico,
sentía que un árbol era un ser vivo y, sin saber nada de Aristóteles, creo que,
de un modo misterioso, sabía que un árbol era también todos los árboles. No es
difícil imaginar que cuando nacemos estamos provistos de una conexión con la
naturaleza que progresivamente perdemos si no tomamos el tiempo y el placer de
practicarla. Cuando era chico me asfixiaba permanecer adentro de la casa,
necesitaba correr, ensuciarme de tierra y de pasto.
Las plazas, los parques y
los baldíos conservan para mí la imagen y el sabor de la libertad. Tuve
una infancia feliz, entre otras cosas, porque me dejaron ser libre y porque
tenía a mi alcance plazas, parques y baldíos.
Vuelvo a las dos oraciones que me entretuvieron y recuerdo
que tobogán es una palabra rarísima que se desliza y viene de un idioma nativo
de Norteamérica. La asociación me resulta inevitable, la conocida carta que el
jefe Seattle escribió en 1855 al presidente de los Estados Unidos: “Soy un
salvaje y no comprendo cómo pueden comprar o vender el cielo, el calor de la
tierra, esa idea me parece extraña”, “el aire es algo precioso para el hombre
de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento, el animal, el
árbol y el hombre”, “la tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la
tierra”.
Hay circunstancias en que un árbol es todos los árboles, y
la lucha por la libertad, la justicia y la belleza es toda la dignidad humana.
Hay circunstancias en que un parque es todos los parques.
Otoño de 2014. Santa Fe. Parque Alberdi.
Publicada en Pausa #136, miércoles 25 de junio de 2014
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