La memoria comida por las cucarachas y la humedad, frente a
la esperanza en 2014.
Por Gastón Chansard
“¿Qué vas a hacer con esas revistas que encontré abajo del
asador?”. La inesperada limpieza, la búsqueda de un objeto o la llegada del
orden a un lugar siempre presidido por el desorden son algunas de las
alternativas previas a esa consulta tan doméstica. Y se desata un universo de
sensaciones y reflexiones, que tienen que ver con el recuerdo, con la niñez,
las contradicciones del crecimiento, lo que pudo haber sido y lo que no fue, la
mismísima historia, la bronca desmedida de llegar a ese bendito asador y
encontrar El Gráfico del 1 de julio de 1986 (“¡Campeones del mundo!” y la foto
de Maradona alzando la copa) atacado por la humedad, las cucarachas y algún que
otro roedor.
Asombro, furia y tristeza. Me atreví a tocar las revistas,
para que el roce de las manos con el papel certificara el asqueroso deterioro
de una tapa histórica en la vida de millones de argentinos. Revisé las otras y,
al levantar la primera, sentí cómo el papel se rompió ante el movimiento. La
cara de felicidad de Diego se rasgaba en la tapa que El Gráfico había titulado
“No llores por mí Inglaterra”. Un gesto inoportuno hizo pedazos otro recuerdo
que marcó a lágrimas la felicidad de un pueblo futbolero.
Como si fuese un ataque perfectamente planeado, apuntaron al
cuerpo y alma del Mundial 86, y los ejemplares más dañados eran (son) cinco:
“La hora cero del Mundial”, con la histórica tapa de Passarella y Maradona
juntos, aunque peleados (luciendo el
típico sombrero mexicano); “Valioso debut ante Corea”, con la foto de Valdano
haciendo el primero de los tres goles a los asiáticos; “No llores por mí
Inglaterra”, “Campeones del Mundo” y “El Bilardo que nadie conoce”, con la foto
del DT, que también sufrió los ataques de la humedad santafesina y otros bichos
de mierda.
Pasado para el presente
La tarea de decidir qué hacer con esas revistas se
transformó en una obra dramática escrita por algún psicólogo volcado al mundo
del teatro. Sentí que esas cucarachas y ratas se habían comido una pequeña
parte de mi infancia, pero en mi afán por recuperarlas comencé a revisarlas,
una por una. Y además de las cuestiones que atraviesan la vida de cada
individuo cuando recorre los años a través de un objeto –en este caso,
revistas–, luego de ver algunos partidos de fútbol el último fin de semana,
miraba con más nostalgia tapas de Ricardo Bochini en varios pasajes de los años
80. Entre ellas, una decía “Independiente fue un show”. Otra, Newell´s campeón
de la mano del Tata Martino, pero esa vez como jugador; Francescoli gritando un
gol contra el poderoso Argentinos de Yudica; otra decía “Ferro es una máquina”;
“El año más grande de River”, en alusión al campeonato local, Libertadores de
América e Intercontinental de 1986; “Boca sigue la fiesta” con la foto de
Batistuta y Latorre en 1991.
¿Será que el fútbol argentino está tan estropeado como esas
revistas que estaban abajo del asador o será que ya empiezo a mirar como un
viejo? Muchos de los que seguimos observando este deporte nos empezamos a
conformar con muy poco, entonces somos capaces de emocionarnos con un tiro
libre que puede llevar peligro en el área rival, celebramos el orden y lo
combativo de un equipo de mitad de cancha hacia atrás, nos ponemos ansiosos y
hasta podemos insultar al jugador que no pasa como una máquina en velocidad
hacia delante (hoy cuestionan a Riquelme, imagínense a un Bochini en estos
tiempos), nos emocionamos con dos tiros de esquina seguidos. Por eso, cuando
aparece un campeón como Newell´s, podemos argumentar que se puede jugar mejor,
que se puede conservar la genética del buen fútbol argentino, que mucho de lo
viejo se puede atesorar para seguir logrando éxitos.
Que 20 años no es nada
Entre tanto olor a papel húmedo y hojas decoloradas,
apareció un diario literalmente amarillento que tenía en su portada como título
principal: “La Selección
no pudo absorber el golpe”. Era un Clarín del 1 de julio de 1994, que tenía la
particularidad histórica para el periodismo argentino de hacer referencia en
todos los títulos de tapa a la selección y a Maradona en el triste Mundial de
Estados Unidos. La noticia principal destacaba la derrota de Argentina ante
Bulgaria por 2 a 0, luego de la obligada salida de Diego por dóping; con ese
resultado terminaba tercera en la zona y clasificaba con lo justo. Los otros títulos
decían: “El ídolo y la gente” (informe especial donde opinaban artistas,
políticos, intelectuales y deportistas). “Juro que no me drogué”. “Con Rumania,
por la revancha”.
En ese diario la humedad, los insectos y roedores no
hicieron daño. Quizás la cara de dolor de Maradona, la imagen de Ruggeri
tomándose la cabeza y Goycochea mordiéndose el labio inferior conmovieron a los
destructores del papel. Obviamente me detuve en la lectura de ese Clarín de
casi 20 años atrás y, además de encontrar en su página 2 un titular que hablaba
del “último día para optar entre el sistema de jubilación privado y el estatal”
(menemismo al palo), las notas futbolísticas rescataron de mi memoria lo bien
que jugaba esa selección de Basile, quizás la última en desplegar tanto fútbol.
Y ahora que ya estamos en el Mundial, que tenemos asegurado el boleto a Brasil
2014… ¿quién nos puede quitar la ilusión de volver a ver una selección con buen
fútbol 20 años después?
A poco menos de un año del comienzo del Mundial, estamos en
condiciones de alimentar nuestras esperanzas a partir de la buena tarea de
Alejandro Sabella al frente del seleccionado. El ex DT de Estudiantes encontró
una buena parte de la base del equipo que jugará en Brasil, sólo le resta
encontrar los laterales y un arquero que le de de mayores garantías. El resto
está en condiciones competitivas para ser un elenco de buen trato de pelota y
altamente ofensivo. De solucionar algunos aspectos defensivos, y con el toque
de suerte necesaria para los mundiales, Argentina puede llegar en 2014 donde
todos esperábamos que llegue en 1994.
Publicada en Pausa #122, miércoles 25 de septiembre de 2013
Disponible en estos kioscos
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