Alguna vez se lo escuchó decir al presidente Raúl Alfonsín la frase: “A vos no te va tan mal, gordito”, mientras era increpado por un barrigón. En Occidente, desde la Antigüedad hasta comienzos del siglo XX, los kilos de más asociados al buen comer se interpretaban como un signo de buena salud y de comodidad material y social. En la actualidad es sabido que esa imagen no califica para ser presentador de la CNN.
Las dietas existen desde tiempos inmemoriales y hasta el más reo tiene alguna escondida en el placard. A fines de diciembre tuve la sana idea de acomodar un poco mi desorden alimenticio y emprender la odisea de bajar unos kilos. Los griegos y los romanos ya practicaban regímenes que asociaban el ejercicio físico y las restricciones alimenticias. Hipócrates, conocido como el padre de la medicina, aconsejó a los obesos de temperamento sanguíneo: permanecer desnudos el mayor tiempo posible; no bañarse; dormir en una cama dura; hacer ejercicios o trabajos que requiriesen el uso de la fuerza; no comer hasta que los venciera el cansancio; consumir platos ricos en grasas y con condimentos grasos, a fin de saciarse con poca comida; no beber antes de las comidas, salvo un poco de vino diluido y no muy frío.
Hipócrates debate la dieta del columnista
Si bien no seguí al pie de la letra estos consejos, logré bajar una buena cantidad de kilos. Ahí me di cuenta que la gente gusta de observar el descenso de la materia grasa que cubre nuestro abdomen y, casi como un elogio, insiste en hacernos saber que hemos bajado la panza. Los primeros 5 kilos son todas loas a la dieta, los siguientes 5 kilos ya empiezan a pedirte consejos, al pasar la barrera de los 10 kilos, la gente antes de preguntarte algo consulta con algún conocido que no estés enfermo.
El ejercicio físico sin dudas es el mejor aliado para estos menesteres... En verdad, el problema son los gimnasios ¿no? El realidad, es la gente que asiste a los mismos. Bueno, tampoco es eso. Creo que el mayor inconveniente son los profesores, o la música que pasan... o el ambiente que generan. ¿Usted me puede explicar para qué usan juegos de luces en una clase de boxeo? o ¿por qué tienen que gritar tanto arriba de una bicicleta que está fija? Es posible que una persona pueda sostener un debate acalorado sobre los medios de comunicación y la corrupción desde un aparato elíptico, mientras recibe contraargumentos de otro que corre en una cinta. ¿Cuán seria puede ser la discusión? ¿Por qué no hay gente con barba en la clase de Core Fit?
En fin, hasta no llegar al peso óptimo y conducir el prime time de la CNN no paro. ¡Viva la Patria!
Publicado en Pausa #114, a la venta en los kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.
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