El caso del fundador de WikiLeaks: las potencias
traicionaron sus principios jurídicos y la escuadra latinoamericana aprovechó
para el contragolpe anti-imperialista.
Por Libertad Vives
libertadvives@gmail.com
El asilo político de Ecuador a Julian Assange, fundador del
sitio de filtraciones WikiLeaks, el pasado 19 de agosto (el activista está en
la embajada ecuatoriana en Londres desde el 19 de junio) y la desatinada
amenaza de Londres de asaltar la embajada ecuatoriana elevaron el caso del
activista australiano a una dimensión inesperada.
Hábil en el manejo mediático, Assange logró que su caso
escalara diplomáticamente hasta el punto de revivir la histórica confrontación
Norte-Sur, en la que el Reino Unido se ubica –una vez más– como el
representante del “imperio” y Ecuador lidera al “sur oprimido”.
El apoyo que recibió el presidente ecuatoriano Rafael Correa
por parte de la
Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión de Naciones
Suramericanas (Unausr) y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América (Alba), terminó de definir los bloques.
Por un lado, quedan Estados Unidos –que junto a Canadá y
Trinidad y Tobago fueron los únicos que votaron en contra del apoyo de la OEA a Ecuador–, el Reino
Unido, Suecia y Australia. Por el otro, la emergente izquierda latinoamericana,
con Ecuador, Venezuela y Cuba a la cabeza.
Argentina, viejo rival de la corona británica, también
aprovechó la falta de Londres para llamar la atención sobre el caso Malvinas y
hacer que la revancha traspase el ámbito futbolístico.
Sin embargo, cada uno de los equipos de este torneo por la
libertad de expresión tiene cola que le pisen...
El Norte en orsai
Estados Unidos, principal interesado en el destino del
hacktivista, se mantiene en silencio sobre la intención de juzgar al
australiano, para lo cual ya habría formado una corte secreta en Virginia,
según documentos de la firma Stratfor, filtrados por WikiLeaks, y de acuerdo
con el flamante abogado de Assange: el ex juez Baltasar Garzón, inhabilitado en
España tras la roja que le sacaron por un escándalo de escuchas telefónicas.
De confirmarse sus intenciones, Estados Unidos no sólo
quedaría en orsai frente al mundo, sino que se anotaría un gol en contra al
pisotear el derecho a la libertad de expresión establecido en la Primera Enmienda
de su Constitución.
Por su parte, el Reino Unido, principal responsable de la
escalada diplomática del caso, ha hecho el ridículo. Su amenaza de asalto a la
embajada ecuatoriana en Londres no sólo fue una aberración jurídica a las
normas internacionales, sino que fue leída como un apoyo incondicional a
Estados Unidos, un país que, dicho sea de paso, nunca se atrevió a vulnerar el
derecho de las embajadas extranjeras (ni siquiera la de Japón tras el
“sorpresivo” ataque a Pearl Harbor, en 1941). Marche un antidoping.
En este sentido, cabe la pregunta: ¿Inglaterra hubiera
extraditado a uno de sus ciudadanos por las razones que esgrime Suecia? Y
también es legítima la comparación con la protección que los británicos le
ofrecieron al dictador chileno Augusto Pincohet, al negar su extradición por
“razones humanitarias”. De hecho, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia
se extrañó de que Gran Bretaña negara a Assange el derecho de asilo político mientras
Londres niega la extradición de ciudadanos rusos acusados de estafa, robos y
lavado de dinero. Tarjeta amarilla.
Suecia es quizás el equipo que más tiene que perder. La
solidez de sus instituciones de justicia queda en entredicho por dos casos que
carecen de sustento. El primer expediente por presunto abuso sexual que se le
sigue a Assange en ese país fue tan inverosímil (la víctima le ofreció una cena
al victimario la noche siguiente de la supuesta agresión) que la representante
judicial que recibió la denuncia decidió archivarlo. Pies a la pelota.
Luego, aparecería otra mujer acusando al galán de pelo
blanco de haberse negado a usar un preservativo y, en una chilena copernicana,
la justicia decide dar por válidas las denuncias y poner en marcha el proceso
de extradición, el cual fue aceptado por el Reino Unido. Plancha a los
tobillos.
Y lo peor: Suecia se ha negado a garantizar que el acusado
no será extraditado a Estados Unidos, como pide la defensa, aun cuando existen
sobrados recursos jurídicos para hacerlo. Entre ellos, la posibilidad de que el
afectado sea enviado a un país con pena de muerte. Tapones a la cabeza.
A pesar de las críticas contra la defensa de Assange, los
temores no son infundados. En contraste con su amplia trayectoria de defensa de
derechos humanos, Suecia fue el primer país en acoger la política
estadounidense de “rendición extraordinaria” bajo la guerra contra el
terrorismo en 2001 y permitió a la
CIA llevarse dos refugiados egipcios que fueron sometidos a
torturas.
¿Y Australia? Simplemente se ha negado a salvaguardar los
derechos de su ciudadano. Roja directa.
El Sur contraataca
La desatinada amenaza de Gran Bretaña a Ecuador, en un
momento en que el gobierno británico está bajo la lupa por su negación a
negociar con Argentina por la ocupación de las Islas Malvinas, sirvió como
disparador para que los miembros sudamericanos de la OEA eleven el tono de su
discurso antiimperialista.
Argentina vio la posibilidad de presionar por su propia
agenda y el resto de las naciones simplemente se plegó a la defensa de lo que
consideran un atentado contra la soberanía de un país miembro. La respuesta es
lógica: proteger sus representaciones en el exterior.
La embajadora argentina ante el Reino Unido, Alicia Castro,
dijo: “Para nosotros, para los argentinos, este hecho, que demuestra la
arrogancia de la diplomacia británica, no nos sorprende. Se parece a las declaraciones
respecto de la cuestión Malvinas, con las cuales el Reino Unido también
desatiende la legislación internacional”. Poste y saque de arco.
Pero en el tema de las extradiciones, América Latina tiene
sus propios goles en contra. Por ejemplo, el senador boliviano Roger Pinto,
opositor al presidente Evo Morales, se encuentra asilado en la embajada
brasileña en La Paz
y el gobierno se ha negado a otorgar un salvoconducto para su salida del país.
¿Mano pegada al cuerpo?
Incluso el mismo Correa podría extraditar al disidente
bielorruso Aliaksandr Barankov, refugiado en Quito, quien podría enfrentar la
pena de muerte en la que se considera “la última dictadura de Europa”. Ley de
ventaja.
En el tema de la libertad de expresión, ni Ecuador ni
Venezuela ni Cuba brillan por sus logros. Después de México –que, por cierto,
ha optado por su eterno abstencionismo también en este caso– Venezuela es
considerado como uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo.
Cierres de medios opositores, encarcelamientos y exilios forzados son moneda
corriente en el gobierno de Hugo Chávez. En Cuba, la libertad de expresión es
un derecho abolido por la revolución de los hermanos Castro. ¡Siga, siga...!
En Ecuador, donde el presidente Correa denomina a los medios
opositores como “la insultadera”, “corruptos”, “sicarios de la tinta”, “miseria
humana”, “pornógrafos verbales”, “explotadores”, “manipuladores”, “asquerosos”,
las presiones a la prensa han acabado en arbitrajes ridículos, como la sanción
impuesta al diario El Universo el año pasado.
Un juez sentenció a los dueños del periódico y al jefe de
opinión (los hermanos Carlos, César y Nicolás Pérez y Emilio Palacio) a tres
años de cárcel y a pagar 40 millones de dólares. Luego de apelar la sentencia y
pedir 80 millones de dólares, Correa finalmente “perdonó” a los periodistas.
Fair play.
Pero Estados Unidos empató en el último minuto y otorgó el
asilo a Emilio Pacheco, quien considera que con el “show” Assange, el
presidente Correa solo busca ganar reflectores y consolidarse como el próximo
líder subcontinental, ante el ocaso de Chávez y los Castro.
En entrevista con el ultraconservador Andrés Oppenheimer,
Pacheco asegura que Correa sospecha que Hugo Chávez y Fidel Castro morirán
“pronto” –como lo vienen haciendo desde hace décadas– y está tratando de
proyectar su imagen para convertirse en el nuevo líder del Alba.
Como argumento señala que, en abril, Correa acaparó los
titulares durante la Cumbre
de las Américas de los países latinoamericanos con el presidente Barack Obama,
en Colombia, por boicotear el evento en protesta por la ausencia de Cuba.
Luego, en junio, Correa fue el único líder extranjero que se presentó en la
reunión anual de cancilleres de la
OEA en Cochabamba, Bolivia.
Un mes después, Correa le pidió al Comité Olímpico que le
permitiera desfilar al frente del equipo ecuatoriano en la ceremonia inaugural
de los Juegos Olímpicos en Londres, pero le negaron el honor.
Tiempo extra
El hecho de que el partido se esté alargando a tiempo de
recupero, no le quita el olor a empate a favor del Norte. Y es probable que el
juego siga empatado mientras los jugadores se mantengan colgados del travesaño
y los directores técnicos continúen aferrados a las estrategias de la vieja
anti escuela (anti comunista, anti imperialista), que tan poco resultados ha
dado hasta hoy.
Sólo cuando los gobernantes den muestras de madurez y
transpiren la camiseta por sus ciudadanos –y no por la fama internacional–,
entonces unos y otros podrán reivindicar sus respectivas historias. Ese sería un
lindo partido para ver.
Publicada en Pausa #101, miércoles 12 de septiembre de 2012
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