Amenazas y aprietes son el denominador de común para los
habitantes de localidades rurales que reclaman por no ser fumigados. Las
complicidades y el pase a la acción.
Por Sergio Ferreyra
Cuando las luchas de los menos protegidos comienzan a surtir
efectos, los más poderosos apelan a todos los medios posibles para impedir que
lleguen a sus objetivos, que generalmente van en contra de los intereses de
unos pocos con mucho poder. “Esta es la inseguridad que no tiene prensa”
definió Jeremías Chauque, militante de Pueblos Fumigados tras ser amenazado por
un productor sojero en Desvío Arijón, una comuna del departamento San Jerónimo,
a 32 kilómetros de la capital santafesina por frenar muchas fumigaciones con
agrotóxicos (y sus irreversibles consecuencias), cercanas a las casas y la
cotidianidad de los habitantes.
En numerosas poblaciones de la provincia y otras tantas del
país, algunos pobladores se cansaron de no ser escuchados ante los atropellos
de las fumigaciones con agrotóxicos en los alrededores de sus hogares y optaron
por frenarlas ellos mismos. Pero casi todos sufrieron las consecuencias:
intimidaciones, aprietes, mensajes mafiosos, amenazas, son algunos de los
inconvenientes que debieron sortear los pobladores y sus familias, que sólo
piden un lugar con aire limpio para respirar.
Aprietes
“No sé si esto está pensado o no como una campaña, o nos
están evaluando de esta manera. Empezamos a frenar y pelear contra las fumigaciones
porque no tenemos ningún tipo de respuesta de organismos de salud, medio
ambiente, algo legal que nos permita defendernos de este atropello”, relató
Jeremías Chauque a Pausa.
“En Carcarañá venimos trabajando hace 3 años para que corran
las fumigaciones, que llegan al lado de las casas. El año pasado logramos que
se corran 100 metros, pero ni siquiera cumplían eso. Este año, en el Concejo
Municipal salió un despacho de comisión firmado por tres concejales. Ese
escrito iba a intentar prohibir las fumigaciones hasta los 600 metros como
mínimo de los lugares habitados. Ningún tipo de agrotóxico”, relató Paola
Angeletti, desde Carcarañá, 45 kilómetros al oeste de Rosario. Los aprietes
trascendieron la esfera vecinal: “El día que fuimos a la votación, el presidente
del Concejo recibió un llamado del Ejecutivo para que frene la sesión ya que un
grupo de productores pidió expresarse, lo cual fue un claro signo de presión.
Con el lema ‘Queremos a Carcarañá libre de agrotóxicos’, comenzamos una fuerte
campaña luego de este episodio”, detalló.
Amenazas
“Esto me costó que me rompieran los vidrios del negocio de
mi papá y que me amenazaran. Luego recibimos otro botellazo contra otro de los
vidrios y la semana pasada uno en el portón de la casa de mi viejo”, dijo
Paola, quien tiene sus propias hipótesis al respecto: “Supongo que las amenazas
vienen de gente que se puede sentir afectada si sale dicha ordenanza. El
objetivo que perseguimos es generar un área protegida para Carcarañá libre de
agrotóxicos”.
Jeremías Chauque indicó que “la última fumigación que frenamos
cerca de mi casa fue en el año 2011 y nos llevó a la comisaría. Fue ahí que un
productor que no vive en el pueblo me dijo que ya estaba cansado de esta
situación, que conocían los movimientos de mis hijos, que tengamos cuidado, que
hasta que no nos vayamos del pueblo no íbamos a estar tranquilos”.
Los integrantes de la campaña Paren de Fumigarnos firmaron
un documento donde exigen “el esclarecimiento de los delitos denunciados en
estricto cumplimiento del mandato constitucional, priorizando sus valores
fundamentales por encima del lucro, aplicando los principios precautorios y de
prevención y juzgando, acorde a cada nivel de responsabilidad. El mantenimiento
de este estado de cosas, el silencio cómplice o peor, el agravamiento de los
padecimientos de las víctimas, equivale convalidar el regreso a la barbarie”.
Mensajes mafiosos
Esta resistencia ejercida por los pobladores no es
ampliamente comunicada, por lo tanto, las redes sociales aportan en la difusión
de los frenos a las fumigaciones. En su cuenta de Facebook, Jeremías escribió
el 5 de julio pasado: “es un gusto anunciar esta noticia, logramos frenar otra
fumigación, en nuestro pueblo, cada vez somos más las familias que decidimos
ejercer nuestro derecho a vivir en un ambiente lo más sano posible. Sería bueno
que los sojeros lo sepan, por las buenas o por las malas, la vida de nuestros
hijos vale más que un par de toneladas de soja”.
El documento de Paren de Fumigar también cita el testimonio
de Fernando Albrecht, un militante contra la fumigación de Ceres. “La amenaza
fue a través de un llamado telefónico anónimo al director de la FM 100.1 Libertad, Williams
Papili, para que saque del aire el programa La tierra sin mal que hacen los
vecinos autoconvocados de Ceres y Hersilia por ese medio, los sábados de 7 a 9,
donde informan todo lo concerniente a agrotóxicos y sobre el petitorio de una
ordenanza (la cual fue promulgada el martes 3 de julio pasado: 200 metros
libres y 500 más permitiendo una fumigación al año con un herbicida banda verde
hasta 2015, cuando ya no habrá fumigaciones). La amenaza fue realizada el 15 de
mayo al director de la FM
100.1 de Ceres. Que levante el programa La tierra sin mal, que lo iban a
reventar a palos, que no sabía con quienes se estaba metiendo”.
Las acciones de los integrantes de la resistencia a la
fumigación son cada vez más organizadas. El pasado sábado, se congregaron en
Carcarañá, donde se desarrolló la Tercera Charla “Agrotóxicos en la Salud Humana ”.
La complicidad
Jeremías y Paola tienen en común varias aristas, pero una
más preocupante que las otras: “Realicé las denuncias en la policía, pero
todavía desde el juzgado no recibí ningún llamado para rectificarlas. Por
supuesto hice todo público y llegamos a medios de todo el país. Este acto de
violencia fue repudiado por muchísima gente del pueblo, medios, compañeros de
lucha”.
Ante la consulta de qué solución podría encontrarse a la
situación, Paola respondió: “Creo que la solución sería, en un principio,
alejar las fumigaciones del pueblo y pensar en ir cambiando el modelo de
producción para volver a alimentarnos de una manera más sana, sin
agroquímicos”.
“En un pueblo chiquito nos conocemos todos, en los primeros
días después de que sucedió esto vimos una camioneta 4 x 4 con vidrios
polarizados, que nos estuvo siguiendo en horarios en los que mi compañera va a
dejar a mis hijos a y tiene que atravesar tramos hasta llegar a la ruta en
donde no hay nadie”, sostuvo Jeremías y sentenció: “Vamos a defender nuestros
derechos. En nuestro pueblo hay una comuna, una comisaría muy chiquita, cuando
vamos a denunciar, la policía termina siendo una especie de fuerza de seguridad
privada del productor, se pone de su lado. A mi, en las últimas fumigaciones
que frenamos, delante del productor, nos exigían las pruebas científicas que
confirmen que los agrotóxicos son veneno”. Un dato más revelador acerca de la
importancia que tienen las vidas de estas personas para los productores es que
“son tipos que vienen desde otros pueblos, alquilan campos, los explotan hasta
que tienen lo que ellos quieren y después se van”.
Publicada en Pausa #99, miércoles 8 de agosto de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario