lunes, 26 de diciembre de 2011

La violencia como costumbre cotidiana


En la escuela o en la casa, los efectos relativos al maltrato suelen no ser percibidos como tales. Bulling, femenicidios y las nuevas tentativas de abordaje de la problemática.

Por Marcela Perticarari

Por padecer sobrepeso, por ser mujer, por ser linda. Familiar, de género o en la escuela: la violencia se cuela por diferentes ámbitos sociales y nadie está exento de sufrirla. Algunos casos terminan en el hospital o en la comisaria, otros en la morgue.
La ley provincial 11.529 de Violencia Familiar fue sancionada hace 14 años. Reconoce diferentes tipos de violencia: física, psicológica, sexual y patrimonial. La mala noticia es que poco de ella se cumple efectivamente.
A lo largo de tres meses, el Proyecto de  Extensión de Interés Social “El derecho de las mujeres a una vida libre de violencia” (vinculado al Programa Extensión Género, Sociedad y Universidad, de la Secretaría de Extensión de la UNL) realizó talleres en los barrios 29 de Abril, San Agustín y El Abasto, a fin de concientizar a las mujeres sobre la violencia doméstica, sus derechos y la legislación que las protege, para lo cual fue fundamental analizar los estereotipos y el  reconocimiento de situaciones de violencia. La clave del trabajo se centró en desnaturalizar las conductas consideradas “normales”.
Ante situaciones violentas, muchas mujeres no saben a dónde recurrir y, en el caso de acudir a la policía, muchas veces no les toman la denuncia. Además, no reciben mayor protección y quedan desamparadas al volver al hogar, donde el agresor permanece.
La ley indica que cualquiera puede denunciar o poner en conocimiento una situación de violencia. “Intentamos concientizar sobre la importancia de no quedarse pasivas ante las agresiones. Por eso trabajamos en cómo construir una posibilidad distinta, porque también pensamos que la única salida no es la denuncia, en realidad esa es la última”, explicaron los responsables del proyecto.
Cuando la denuncia llega a los Tribunales Colegiados de Familia, se puede excluir del hogar al agresor, decretar una medida de no acercamiento a la persona agredida y a sus familiares. También se puede establecer una cuota alimentaria, la tenencia provisoria de los hijos o el restablecimiento del contacto con los mismos. Además, se le debe dar protección a la denunciante y ordenar una revisión médica completa. Todo está en la ley; el deseo es que se cumpla.
El último eslabón de la violencia de género es el femenicidio. En Santa Fe, en los primeros meses de 2011, las cifras de este tipo de crímenes superaron la media de 2010, año que sumó 296 asesinadas en Argentina. Esto implica una muerte cada 29 horas y dos por mes en nuestra provincia. El 45% de los decesos es a causa de golpes,  predomina esta modalidad por sobre las armas blancas y de fuego.
En Santa Fe, el 64% de los femenicidios es cometido por parejas y ex parejas de las víctimas, de entre 15 y 44 años. En los últimos tiempos, estos hechos son seguidos bajo una óptica diferente. Ya no son “crímenes pasionales”: son actos que se realizan para reafirmar el sentido de propiedad que muchos hombres sienten sobre las mujeres.
Desde el proyecto de la UNL, Claudia Montenegro señaló que las cifras existentes no son exactas, “además estamos hablando del extremo de la violencia. Mientras tanto, no tenemos cifras sobre la cantidad de mujeres que son víctimas cotidianas de violencia ni sobre las que han realizado denuncias, cuál es el estado de esas denuncias y qué medidas de protección ha tomado el Estado, si es que las ha tomado”.
Fuera del seno familiar, la violencia escolar también se convierte en protagonista porque gran cantidad de hechos tomaron estado público en los últimos tiempos. Casos como los de alumnos de escuelas “rivales” que se baten a duelo, chicas cortándole la cara a la “linda” y una profesora con su cabello en llamas se convirtieron en fenómeno de las redes sociales. Los argumentos más comunes se basan en la falta de límites en el hogar y una sociedad violenta, alentada por los ejemplos de la televisión y el cine.
Casi siempre, las burlas –violencia silenciosa también denominada “bulling”– son referidas a la raza, al país de origen o a temas estéticos. Las estadísticas indican que la rotura de útiles y pertenencias se da más en aquellos chicos que cursan en escuelas privadas, mientras que el fenómeno de la burla es más propiedad de alumnos de establecimientos estatales.
Un estudio realizado por Unicef y la Flacso diferencia conceptos como violencia en las escuelas y violencia escolar. La primera hace referencia a episodios que no son originados por vínculos o prácticas propias de la escuela, sino que tienen a la institución educativa como escenario, aunque podrían haber sucedido en otros contextos. Por su parte, la violencia escolar es aquella que se produce en el marco de los vínculos propios de la comunidad educativa y en el ejercicio de los roles de quienes la conforman.
Pese a los escasos análisis que se realizan en Argentina, las estrategias de prevención de los conflictos tienen que ver con el trabajo con los estudiantes sobre la diversidad, generando participación de los jóvenes y sus familias en órganos donde circule la palabra, donde el malestar pueda expresarse y se refuercen los valores democráticos básicos de convivencia.
En el plano local, se realizó el curso “Violencia y agresividad en las escuelas: Estrategias posibles de abordaje”. Allí, trabajadores de la educación santafesinos debatieron sobre la violencia y advirtieron sobre los riesgos de realizar generalizaciones en cuanto a la situación, ya que las causas son siempre diversas y merecen un abordaje singular, haciendo imposible eludir las particularidades de cada escuela, la que “como lugar privilegiado de transmisión y aprendizaje, recibe el impacto de los nuevos modos del lazo, las transformaciones familiares y las nuevas formas del malestar”, observaron.

Publicada en Pausa #88, miércoles 7 de diciembre de 2011

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