viernes, 19 de junio de 2015

Pensamientos ilustrados

Pablo Bernasconi y el proceso creativo detrás de sus reconocidos trabajos.


“No voy a hablar de la técnica, de cómo compuse tal o cual imagen; de lo que me interesa hablar hoy con ustedes es de lo más lindo que tiene esta profesión: las ideas; y de cómo la gestión de esas ideas nos pueden llevar a futuros felices”, con estas palabras comenzó la charla Pablo Bernasconi en El Molino, ante un marco de público amplio y diverso.
Mientras hablaba, parte de su obra lo escoltaba en la planta baja del espacio cultural, donde se exponen una serie de creaciones de su libro Finales. La otra parte de la muestra, la que tiene que ver con los trabajos presentes en Retratos y Bifocal, se encuentra en La Redonda, hasta el 21 de junio.
Edgar Allan Poe, unas de las figuras presentes en Retratos, de Bernasconi.

Bernasconi es un artista raro para definir o encasillar. Su obra es tan diversa como claramente identificable. Dibujos con crayones, intervenciones digitales, collages en tres dimensiones con maderas, alambres, pétalos, carne, componen parte de estos extraños objetos de arte que son sus libros, para niños y adultos, su muestra, sus trabajos para medios del país y el mundo. Estos collages marcan quizás parte de lo más reconocido de su trabajo, pero él insiste una y otra vez que la técnica es secundaria. “Yo siempre respeto las ideas por sobre la técnica, no hago nada supeditado a la técnica o a la estética, sino que siempre me vinculo con la idea, la idea me dice cual es la técnica, eso ha evitado que me automatice como artista, que es lo peor que le puede pasar a un artista porque pierde sentido la búsqueda, el riesgo, que es un motor muy grande. Si uno es fiel a la idea, la idea es fiel con uno: responde, manda, guía; después vienen las técnicas, el cómo construyo esto”.
Así como la idea comanda todo el proceso hasta lograr ese futuro feliz que dice Bernasconi, hay personajes del mundo cultural, a quienes él llama sus “ángeles de la guarda”, que secundan su trabajo: Bukowski, Cortázar, Arlt, John Lennon, Mafalda, George Lucas, María Elena Walsh, son algunos de estos personajes. “Ellos me han formado y me forman hoy, todos han atravesado mi vida, me escoltan, sé que ellos cuidan que yo no me vaya al carajo. Digamos que si yo en algún momento me voy para un lado medio ‘agaturrado’, es obvio que Mafalda me va a putear, entonces yo no tomo ese camino”, dice seriamente entre risas.

Obra y vida
Pablo Bernasconi nació en Buenos Aires, pero desde hace mucho su lugar en el mundo es la Patagonia, su casa en las afueras de Bariloche, donde vive con su mujer y sus dos pequeños hijos, Franco y Nina, a quienes nombra constantemente durante charla, señalándolos como grandes motores de sus trabajos, de sus procesos a la hora de crear.
Desde el sur trabaja para las editoriales porteñas y del exterior. Comenzó como ilustrador en el diario Clarín en 1998, y hoy publica en diarios y revistas de todo el mundo: The New York Times, The Wall Street Journal, The Saturday Evening Post, Telegraph y The Times, son algunos de sus clientes habituales. Actualmente, tiene una columna gráfica de opinión todos los domingos en el diario La Nación, donde, según dice, muchas veces su opiniones ilustradas han sido totalmente contrarias a las vertidas por algunos de los periodistas del medio.
Además de ilustrar revistas, diarios y de ser autor de libros infantiles, Bernasconi encaró una trilogía de poesía visual para adultos, que comenzó con Retratos, continuó con Bifocal, y cerró con Finales, las tres partes de esta muestra que lo trajo a Santa Fe.
“Nunca hice caricaturas, creo que no terminan de captar o hacer justicia al personaje que abordan. En Retratos busqué realizar retratos conceptuales, que instalasen, desde la metáfora, mi opinión sobre el personaje. Cada retrato es un fractal, cada uno tiene una secuencia, siempre puedo dar una vuelta más alrededor de la metáfora, agregando sentido, confiando en la inteligencia del otro para poder captar esos sentidos”.  El retrato de Videla es quizás uno de los más conocidos de esta serie: la cara del genocida formada por una conjunción de Falcon verde, sangre, huellas digitales borradas; capas y capas de significados, que van apareciendo a medida que el espectador se detiene e introduce en la observación de los detalles. En el otro extremo, el retrato de Abuelas de Plaza de Mayo, también resalta entre sus trabajos. “Yo trabajo mucho con Abuelas, he realizado afiches para diferentes campañas de la asociación, y también hay una obra sobre ellas en Retratos. Y no es un retrato de Estela de Carlotto, sino del colectivo y de lo que significan”. Ese retrato está formado por huellas digitales, chupetes y un pañuelo blanco.
Bifocal, el segundo libro de la trilogía, es un experimento sobre el humor, sobre los estados de ánimo del artista. “Todos tenemos lados más y menos luminosos, eso quise sacarme de adentro y ponerlo en la obra. Desde mensajes esperanzadores, hasta las sensaciones de un día que arrancó mal y saca lo peor de mi”.
El círculo se cierra, por ahora, con Finales. “Es un experimento editorial muy perverso”, dice Bernasconi. “Tengo la manía de comenzar a leer los libros leyendo primero el último párrafo. Y en ese hábito no muy agradable me encontré conque, en general, los finales de los libros no están en el último párrafo, sino que ahí, por medio de una metáfora, se conceptualiza el libro entero. Eso es lo que plasmé en las ilustraciones de este libro”.

Perseguir las ideas
“Yo aprendí a volar antes que a manejar”, dice mientras muestra una foto junto a su padre y un avión. Lo dice porque es un dato real, pero también un concepto muy ilustrativo de sí mismo, de su trabajo, de sus obras.
Con 41 años, Pablo Bernasconi se ha convertido en uno de los ilustradores más prolíficos del país, un artista que puede bucear entre autores complejos, de los cuales llenarse de insumos para crear, y cuentos sobre mocos, y salir ileso. Su fórmula, según sus palabras, está clara: nunca perder de vista quién o qué quisimos ser de niños, porque eso dice mucho de nosotros; estar atentos a las experiencias, de las que siempre podemos sacar material para crear; respetar a rajatabla la inteligencia del lector; no dejar que la práctica te devore, que la estética se coma al hecho artístico, y prestar siempre atención a las buenas ideas que nos revolotean, sino se van y se posan sobre alguien más que las agarra, las escucha y las convierte en sus futuros felices.

Publicada en Pausa #156, miércoles 17 de junio de 2015
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