En el PRO tenían todo listo, pero se pinchó la fiesta. Caras
largas y una extraña reunión de radicales, reutemistas, sindicalistas y jóvenes
independientes.
Por Ezequiel Nieva
Un montón de globos amarillos, rojos, verdes, rosados y
azules. Todos con sonrisas. Son globos felices, caras contentas. El PRO no es
sólo amarillo: es diverso, multicolor, alegre. Puede contener a radicales y
peronistas. Con una cuidada puesta en escena, el domingo a la noche, se
reunieron sus huestes en un lujoso hotel del Puerto santafesino. Pero los
resultados del escrutinio provisorio aguaron la celebración. Y el candidato que prometió “alegría” durante su campaña tuvo que irse a dormir temprano.
Las elecciones del 14 de junio dejaron enseñanzas: una es
que no hay que festejar antes de tiempo. Otra: sin estructura y sin ejercicio
real de la política de bases, todo es muy difícil. No alcanza sólo con el
renombre del candidato y su nivel de conocimiento. Para llegar hace falta
construir, desde abajo. Caso contrario, enseguida los más experimentados
empiezan a deslindar responsabilidades en los fiscales. Pero, para entonces, ya
es tarde.
“Lo único que queremos es disfrutar de la vida”, dijo Del Sel, acompañado por Macri, ante sus seguidores.
El PRO montó su búnker en uno de los salones del hotel Los
Silos con alfombras de franjas oscuras, iluminación de fiesta, mozos con moño y
chaleco, sandwiches de miga, café y gaseosas. Los jóvenes que adhieren a
Mauricio Macri fueron el centro de la escena. Allí no se habla de militancia; es
una palabra que suena desubicada.
El candidato Miguel Torres del Sel tenía la fiesta lista y
sus invitados empezaron a aparecer cerca de las 20.00, algunos fastidiados por
las estrictas medidas de seguridad montadas luego de los incidentes registrados
el jueves 11, en ese mismo lugar, durante el cierre de campaña, cuando un grupo de inundados escrachó al senador nacional Carlos Reutemann. Para llegar al
salón había que pasar tres controles: los celulares no daban abasto.
Allí se reunió el heterogéneo grupo político que rodeó al
humorista de Midachi desde su llegada a la política, cinco años atrás. Desde el
sur de la provincia llegaron el candidato a diputado provincial Roy López
Molina, el ex titular del PJ y actual diputado nacional del PRO Ricardo Spinozzi,
su compañera de bancada Gisela Scaglia, el diputado (reelecto) Norberto
Nicotra, también ex presidente del PJ. Muy cómodo entre tantos ex peronistas
paseaba el concejal rosarino de la
UCR y compañero de fórmula de Del Sel, Jorge Boasso.
El principal asesor del humorista, el ex ministro del Lole y
de la dictadura Juan Carlos Mercier, también andaba entre los jóvenes PRO
buscando algún viejo amigo. Aún siendo el jefe de los equipos de Del Sel,
Mercier mantuvo un perfil muy bajo en la campaña y la mayoría de los jóvenes
presentes no hubiesen acertado que ese hombre canoso, vestido con campera a
cuadros, era el verdadero anfitrión: el cerebro detrás del candidato.
En las habitaciones privadas, a las que no pudo acceder más
que un minúsculo grupo de asesores, Reutemann y Macri acompañaban a Del Sel.
Allí había tanta seguridad privada como en el acceso al hotel. Nadie quiso
arriesgarse a un nuevo escándalo público.
Algunas de las figuras centrales del PRO de Capital Federal
iban y venían del sector VIP al salón: Gabriela Michetti, María Eugenia Vidal,
Patricia Bullrich, Federico Pinedo y Eduardo Amadeo. También estaba el
entrerriano Alfredo De Ángeli, uno de los más efusivos en un clima que era de
cautela, aunque optimista. El comentarista Fernando Niembro y el ex árbitro
Héctor Baldassi, candidatos en Buenos Aires y Córdoba, aprovechaban para
tomarse fotos con la gente, un tanto ajenos a la contienda.
Minutos antes de las 21.00, Boasso habló desde el escenario:
pidió prudencia, lanzó un “falta mucho” e hizo un primer pedido público a los
fiscales para que se queden en las mesas hasta el final. Los referentes locales
de la campaña habían anunciado que Del Sel iba a mostrarse en público a las
21.00, pero no fue así.
Poco antes de las 22.00, desde Rosario, el socialismo cantó
victoria y el clima en el búnker del PRO empezó a enfriarse.
Los dos rivales de Del Sel lo habían primereado en la
pública (Omar Perotti habló desde la sede del PJ). Era el momento de salir a la
cancha. Se terminó el rock nacional: cumbia y volumen más alto. Dos de Los
Palmeras, pegadas: “Muchacha triste” y “Bombón asesino”. Del Sel aparece en el
escenario, con Boasso y López Molina, y anuncia que sus mesas testigo lo daban
ganador por un punto. No suena convencido y la gente no se contagia. El humorista
arenga a sus seguidores para que canten “Miguel Del Sel, gobernaaador”, con
saltos y más arengas.
Entonces Boasso dice que el socialismo hizo “una payasada”
al proclamar la victoria con tan bajo porcentaje de mesas escrutadas (a esa
hora recién se llevaba computado algo más del 30% del padrón; Del Sel seguía
arriba). López Molina reitera el pedido a los fiscales: que se queden en las
escuelas hasta el final. Del Sel vuelve a pedir cantitos y lanza una proclama
similar a sus propuestas de campaña: “Lo único que queremos es disfrutar de la
vida”. El DJ no estaba atento, si no hubiese sonado “La vida es un carnaval”,
de Celia Cruz. En lugar de eso, bajó el volumen y enganchó una serie de
clásicos nacionales de los 80 y los 90.
Los candidatos volvieron a recluirse con Macri y Reutemann.
El resto de los dirigentes se quedó en el salón. Aparecieron los aliados
locales del espacio peronista Producción y Trabajo: el concejal Sebastián
Pignata, con el ánimo por el suelo por su tercer lugar en la elección de intendente,
el líder de UPCN Jorge Molina y el diputado reelecto Federico Reutemann. Se
mezclaron entre los jóvenes PRO, sin llegar a congeniar del todo. A juzgar por
la música, las luces y los globos, cualquiera hubiese pensado que se trataba de
una fiesta que atraviesa la previa al descontrol. Pero todos eran muy prolijos,
charlando bajito y oteando los celulares.
Juan Carlos Mercier, asesor del PRO y ex ministro de Reutemann y de la dictadura, uno de los dirigentes presentes en el elegante búnker macrista, montado en un hotel del Puerto de Santa Fe.
A las 23.40 Lifschitz dio vuelta la tendencia y en todos los monitores se pudo ver cómo el rosarino pasaba el primer lugar y el ex Midachi quedaba segundo. Ese detalle, amplificado en los zócalos de los canales de noticias, se sintió en el ánimo general. La tele mostraba festejos socialistas en Rosario y en el salón, que en la previa imaginaban colmado, empezaron a verse espacios vacíos. Había clima de derrota.
El DJ metió un nuevo volantazo: “Fuiste”, de Gilda, otra vez a puro volumen. Entonces aparecieron Macri y Reutemann en el escenario. El alcalde porteño embistió contra el gobierno por la “campaña sucia”, defendió a Del Sel y comentó, como si fuera una peña de amigos: “No está bueno lo que sucedió acá”. Macri anunció mesas testigo que daban un 0,7% de diferencia a favor del PRO y lanzó las primeras sospechas públicas, luego amplificadas por los candidatos locales, sobre un supuesto fraude electoral.
Macri no fue tan audaz como para decir la palabra fraude:
eligió hablar de picardías. “Estamos convencidos de haber ganado”, dijo luego
sin mucha convicción, abrazando a Del Sel como quien consuela a un amigo que
acaba de quedarse sin trabajo. El discurso fue corto y a los pocos minutos el
salón quedó casi vacío. Para entonces, todos habían comprendido que el nombre
del gobernador iba a quedar guardado en las urnas por varios días, hasta el
final del escrutinio definitivo. Y ese nombre, en la noche del domingo, no fue
Miguel Torres del Sel. Un montón de globos de colores quedaron tirados en las
alfombras oscuras del hotel Los Silos. La elección seguía en otra parte.
Publicada en Pausa #156, miércoles 17 de junio de 2015
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2 comentarios:
Muy buena crónica, guiada por el oído periodístico (y musical)
del periodista. Al leerla pude estar en el bunker del PRO y eso hace que una crónica sea buena.
Muchas gracias, querido Lucho
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