Un par de Pausas atrás, el fantástico Rebo dio vida a un
rebolucionario (el autocorrector me cambia la b por v y no quiero) autóctono
cuya misión es atentar contra todos esos festejos extranjerizantes e
imperialistas que están llenándonos la cabeza con basura yankee (go home) en
vez de promover y alentar a la celebración de nuestras propias fiestas, como
por ejemplo el día de la tradición. “¿Por qué ningún niño sale a la calle
vestido de gaucho el 10 de noviembre?”, protesta una vecina de uno de mis dos barrios.
“Porque la tradición argentina por excelencia siempre ha sido perseguir y
asesinar gauchos. O explotarlos como peones de campo”, le respondo a esa señora
que, casualmente, es mi madre.
A mí me parece ridículo que en un mundo dominado por un
mercado global, donde todos comercializamos con todos y consumimos diferentes
productos de cualquier parte del mundo, nos vengamos a preocupar por la
extranjerización de las mentes de nuestros críos y la pérdida progresiva del
amor a lo argento. Yo no quiero vivir en un mundo sin fernet con Coca o sin
jeans. Tampoco quiero perderme la posibilidad de jugar al fútbol con mis
amigos, porque si de nacionalismo se tratara debería practicar el pato y, la
verdad, guita para mantener caballos no tengo… Si fuéramos estrictamente
nacionales deberíamos cenar dulce de leche, vestir de alpargatas y poncho,
arreglárnosla para todo con una birome (y hasta ahí nomás porque Biró nació en
Hungría) y andar en colectivos… y nada más, porque el resto, que yo sepa, lo
inventaron en otros lados.
En fin, uno de esos festejos importados es el baby shower,
reunión de mujeres que celebran la inminente llegada de un nuevo ser humano (o
“ser humano subdesarrollado” o “humano en vías de desarrollo”) a este mundo. La
traducción literal de dicho evento al castellano sería algo así como “ducha
bebé”, es decir, un sinsentido importante que hemos incorporado a nuestra
agenda de pelotudeces cada vez más grande. ¿Se imagina usted una bañera con
forma de bebé? ¿O una ducha refrescante en líquido amniótico? “Siéntase como en
la panza de su madre. Báñese con Amniotrix y vuelva al seno materno. Venta
libre en farmacias y supermercados.” Seamos justos: baby shower (según
Wikipedia) quiere decir “forma de celebrar el futuro o reciente nacimiento de
un bebé presentando regalos a los padres en una fiesta. En los países
hispanohablantes se denomina baby shower o fiesta premamá”. Y es precisamente
en esto radica mi odio contra estas celebraciones y no en la cuestión de su
origen o nacionalidad.
La alegoría de la ducha para denominar tal evento tiene que
ver con la lluvia de regalos que recibiría la futura madre del bebé por nacer;
y en segundo lugar de afectos y ánimos para el parto. De compartir la alegría
por la “buena nueva”, bien gracias, pase por caja, amén de tener 9 meses para
celebrar “el milagro de la vida”. La cosa es organizar esto como excusa para
que te vistan y te llenen de accesorios para el pibe o piba por venir. Y, en
muchos casos, la comida y la bebida también la ponen las invitadas. En otras
palabras, el baby shower es un diluvio de guita que tenés que gastar para
quedar bien con una mina que decidió quedar embarazada (porque no creo que haya
baby shower de una mina que se embarazó sin desearlo y que como aún está
penalizado no puede abortar en condiciones seguras y saludables), y que como es
muy cercana a vos, o directamente tu amiga, no podés rechazarle la “invitación”
a hacerle algún regalito y a acompañarla en lo que la va a hacer “una mujer
plena y completa”. Es lo más parecido al chantaje que conozco, sin ser chantaje
explícitamente.
Lo mismo sucede con los que se casan y te invitan a que
pagues la tarjeta del casamiento. Yo directamente le digo “la entrada al
casamiento”, porque los eufemismos me tienen los quetejedi al dente. Claro,
viste: te querés casar, pero no tenés guita para la fiesta, la iglesia y
amueblarte el nidito de amor. ¿Solución? ¿No nos casamos? ¿Hacemos algo
chiquito para familia e íntimos? ¿Una choripaneada, por ejemplo? ¿Una reunión a
la canasta y un barril? ¡No! Que lo paguen los giles de mis amigos que, de
golpe y porrazo, son un montón, así la lista de casamiento de paso queda
satisfecha. He asistido a fiestas de parejas que se quejan de lo caro que es
casarse y te fajan una invitación de 400 mangos a lo que hay que sumarle el
regalo. Otros ya ni lo disimulan: abren una cuenta bancaria para que les
deposites la luna de miel.
Parafraseando a Cortázar, cuando te invitan a un casamiento
o baby shower, vos no sos el invitado, sos el inversionista que le financia la
felicidad a los verdaderos invitados a la fiesta: el reciente matrimonio y la
futura madre. Pero bueno, es el instante de goce previo al desgaste de la
convivencia y los próximos años de esclavitud con un pibe encima. ¿O pensaban
que se la iban a llevar toda de arriba, tortolitos abusadores de la amistad?
Publicada en Pausa #145. Pedí tu ejemplar en estos kioscos
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5 comentarios:
Si verificas la palabra SHOWER, tiene varios significados. Del sustantivo SHOWER, ducha. Y del VERBO, "to show", que significa: Enseñar, mostrar, presentar y demostrar.
Según el contexto la palabra adquiere un significado u otro, al igual que otras miles de este idioma anglosajón.
Baby shower significa "Presentación del bebé".
Usar traductores literales no es una opción en idiomas de diferente origen.
Gracias por el aporte, Anónimo. Ahora somos un poco menos brutos. Saludos!
Gracias por la nota Licenciado, no he estado en ninguno, pero una vez pregunté qué pasaba en el evento: da para otra nota, es bizarro! (mujeres grandes cambiándole pañales a un muñeco, en fin...)
Es Presentación del bebé, y lo de los regalos no es obligatorio. ¿Cual es el problema de que la llegada de un hijo o una hija sea motivo de encuentro y alegría? Quejas de los que reniegan de y critican las costumbres extranjeras y a la vez una crítica arrogante sobre un festejo, que no le hace mal a nadie. ¿Envidia por la felicidad ajena? Patético.
Rebo nunca imaginó el perjuicio que esta nota hace a los babyshower-planners.
De todas formas que no se ilusione, que ninguna nota de diario, por más quincenal que sea, va a terminar por las costumbres que manda la consumer-society.
¡Saludos!
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