viernes, 19 de septiembre de 2014

La zorra roza el arroz al azar

Mil mates, por Fernando Callero
fernando.callero@gmail.com

El cartel de ARENERA, que bordea la ruta 11, yendo a Sauce, me tiene cautivado desde que lo vi por primera vez, hacia finales de los 90. Esta palabra es muy fuerte, tiene forma de logo de banda heavy metal. Las A parecen empujar con sus torres hacia dentro para contener y comprimir los sonidos que simétricamente se disponen en el centro, y en ese rigor circulante un lado al otro por escapar, a la manera de las luces del auto fantástico. Qué pasa con estos moldes fónicos, con este diseño que en la grafía se hace más patente, como también en las experiencias de escuchar una lengua ajena. Recordemos la palabra BÁRBAROS, que tiene su origen en cómo escuchaban los griegos a los “balbuceos” incomprensibles de los extranjeros. Incomprensibles pero identificables por las recurrencias fónicas propias del uso de su lengua.
Se me ocurre pensar algunas cosas relacionadas con una intuición que voy a tratar de apuntar lo más claramente desde el principio en forma de preguntas. ¿Continúa siendo la repetición la estrategia mediadora más confiable a la hora de enseñar la lengua? ¿Sobre qué nuevos formatos didácticos se desarrolla hoy día la interfase del niño con los signos en contextos culturales informatizados o semi informatizados?
A pesar de que las cantinelas escolares siguen practicándose en ámbitos formales de primera escolarización, un gran porcentaje de los niños en nuestro contexto más cercano convive con medios electrónicos, consolas, computadoras, teléfonos celulares y, de no ser así, con una extensa programación de canales infantiles afectada por nuevas formas de comunicación que desde hace un tiempo se han expandido como estándar y donde la lengua discurre casi sin apelar a la repetición. (Comparemos apresuradamente el bodrio que significa la letra del Payaso Plin Plin frente al éxito popular infantil El sapo Pepe.
Tutú, cucú, nene, nena, mamá, Ema amasa, Susana no sé qué, suenan ya a sustrato decimonónico de formas didácticas perimidas.
Lo mismo en el caso de la educación estética que hemos recibido las generaciones preinformatizadas. En la escuela, sí, pero esa fórmula se extendía a todo tipo de espectáculos, circos de barrio, obras de teatro infantil, programas infantiles, como Carlitos Balá, Cacho Bochinche, Telejuegos, Pipo Pescador, el duo musical Edu y el Pollo, las canciones de María Elena, que usaban continuamente estos patrones repetitivos que de Saussure destacó en la poesía germánica primitiva y que luego se fueran introduciendo como régimen en el uso comunicativo de las lenguas naturales.
Puede ser que me esté apresurando, pero creo que el éxito de los soportes tecnológicos actuales está en proveer a los hablantes incipientes una destreza que no proviene ya del ensayo que supone la repetición, sino de la confianza puesta en que los niños poseen un espectro más amplio de inteligencias correlacionadas que hacen posible la aceleración de la apropiación de los códigos. Seguiremos ensayando en una próxima columna.

En Pausa #141, miércoles 10 de septiembre de 2014. Pedí tu ejemplar en estos kioscos.

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