La calle, por José Luis Pagés
“Dos gotitas bajo la lengua”, dijo el hombre de blanco,
“verá unas estrellitas de colores pero no se asuste porque enseguida sentirá la
mejoría”.
Nunca vio estrellas, tampoco mejoró, sin embargo, desde
entonces tiene el gotero a mano.
“Las ratas se guían por el olfato. Por eso van y vienen por
un mismo camino, son rutinarias, persistentes”, explica el desratizador, un
tipo de nariz afilada y unos ojitos inquietos que buscan la aprobación de la
señora Vargas. Pero, para ella, lo más importante es confirmar si, como
sospecha, esos seres inmundos anidan en la cocina. “En la cocina y en el baño
también, porque se ganaron en el panel sanitario”, asegura el profesional. Ella
dibuja una sonrisa sardónica y con la mirada descompuesta se deja caer en el
diván.
“Ahora, si usted me autoriza voy a proceder”. “Proceda”,
susurra ella en el preciso momento en que el señor Vargas entra en escena y le
pregunta por el extraño.
Pregunta por ese hombre que sale en dirección al patio de
atrás en busca de un rastro revelador de la existencia de los roedores. “Mi
amor”, dice ella. “¡Hay ratas!”. Y el tipo dice: “Ya veo”. Nada más.
Dos gotitas. Luego se incorpora y mientras abotona la blusa
se pregunta por dónde andarán esas estrellitas de colores que le fueron
prometidas.
En Pausa #139, miércoles 13 de agosto de 2014. Pedí tu
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