Mil mates, por Fernando Callero
Un día uno se levanta en otro mundo. Las cosas del entorno
son las mismas. Uno viste su calzoncillo y su camiseta, pero tiró todas las
mantas al piso, el aire es dulce y tibio, y el afuera resuena en otra clave
–fíjense esta boludez como juega para alegrar mi pluma–: clave de sol.
Hace calor, pía el otro pajarito, no ya el paranoico tero,
el conyugal pirincho o la guaranga cotorra, sino el que pía polifónico, cuyo
nombre no sé, como el silbato de caña que le traje al Tati de Posadas. Tampoco
me acuerdo los indios que lo hacían, no quiero batir “los guaraníes”, porque
sinceramente no me acuerdo, pero son unos chifles increíbles de dos cañas de
distinta morfología que se soplan de un extremo por un solo tubito que se
conecta con los otros dos, y cada uno de esos
tiene un émbolo que se pajea con un palito y surge un acorde de aire
cada vez diferente, muy parecido a los chupetines Bola Loca. Mismo principio.
Lauri, Ceci y yo asomados a las cataratas por distintos
motivos, silbando lo mismo. La biblioteca completa que compré en una tienda de
usados en Puerto Iguazú, que había sido de un hombre que después encontré
buscándolo en Facebook porque había firmado prolijamente sus libros: La montaña
mágica, La flauta de huesos, Mansiones
verdes, mucha poesía traducida editada por Leviatán, Kafka y su padre, Carlos
Correas y Cartas de noviazgo de Kierkegaard traducidas por Carlos Correas.
Joyas. Y el chifle.
Pongo Radio Mitre, o mejor dicho ya está puesta, porque mi
huevito apenas alcanza un par de sintonías, y me meto a la ducha. Me lavo la
cabeza, con los ojos cerrados aparece papá, la radio es papá y yo escuchando
radio soy Juan Carlos. Flaco, ejecuto mi costillar como un teclado nervioso, mi
padre no hubiese podido mapear su calavera tan fácilmente. Morfologías distintas
ejecutando acordes de aire cada vez distintos. Chiflo con papá una canción
brasilera. Chiflo con los labios llenos de shampú una zamba de los Tucu Tucu,
silbo “Zamba de amor y mar”, cierro la ducha y silbo una canción muy íntima que
tengo que googlear, pero la verdad va hacia un lugar desconocido, así que
callo, porque prefiero que esa cumbia que silbaba Juan Carlos sea sólo nuestra.
Un secreto es algo que siempre estamos a tiempo de construir, como una fortaleza.
En Pausa #140, miércoles 27 de agosto de 2014. Pedí tu
ejemplar en estos kioscos.
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