Los Ginkgobiloba vuelven con nuevo disco y recitales en
puerta.
Sin duda alguna a cualquiera de nosotros le resultaría
particularmente brutal la imagen de tres hombres acabando con una vida de 11
años. La situación es hipotética pero hace estremecer.
Memo Beltzer, Demian Pozzo y Jorge Mockert no fueron capaces
de hacerlo con su sólida Ginkgobiloba, que sobrevivió no solamente a las
emigraciones resquebrajantes (el cuerpo de la banda se desmembró hacia Buenos
Aires e incluso hasta Australia) o a las atenciones necesarias para asegurar la
óptima crianza de una bebé hermosa que con un llanto tenue exige la teta. Se
abrió un año de impasse, que no se interrumpe a causa de la oferta de alguna
productora o por necesidad económica, sino a pedido de esos hijos en gestación
que a latidos en incremento pedían ser paridos: así nació La tostada y el gato,
el nuevo trabajo de los Gingko (así llaman ellos mismos a su banda, como si la
banda fuera un integrante más, igual que Francisco Larpín, la otra novedad
sumada), que hace temblar las tablas desde el viernes pasado en Paraná y que
estacionará en Santa Fe (este 24 de julio en LOA, 25 de Mayo 1867) y Buenos
Aires.
El nuevo integrante, Larpín, refleja a Pozzo, Mockert y Beltzer, el núcleo
fundador de Ginkgobiloba, la mítica banda de virtuosos rockeros.
Todo indicaba que la banda se había encaminado hacia su
vacación perpetua sentenciada por las distancias y las necesidades
individuales, aunque claro, con esa lógica no hubiera sido posible una década
de giras y discos: “estando uno en Australia, otro en Rincón y el otro en
Buenos Aires seguíamos laburando, nos enviábamos ideas, arreglos y sesiones y
así le dimos formas a las canciones”, cuenta Demian para Pausa, que además de
componer y grabar, se animó a ser el hombre de las mezclas con ayuda de Luciano
Farrelli (Parteplaneta).
La relación entre tiempo y presupuesto es lo que se vuelve
un tópico central en el momento de lanzarse al ensamble de los sonidos, “por
ahí lo que ganás en calidad en un lugar profesionalizado te mata por el lado de
la guita disponible; en cambio, de este modo tuvimos lugar para experimentar,
para probar con coros, hacer más tomas”, señaló Demian.
Refutación
O la tostada cae del lado untado o el gato cae de patas al
suelo, acceder a la corroboración de cuál de las dos “leyes” es la más potente
es una prueba que Ginkgo aprobaría sin más si se postulara como tercer
contrincante: “este es nuestro espacio, nuestro lugar para experimentar, contar
las cosas que tenemos ganas de contar. Por eso, aunque no seamos una banda con
actividad plena permanente, seguimos volviendo a ella. Varias veces nos supimos
desconocedores de lo que vendría, y cada vez, volvimos”, asegura Memo, cuyo
espíritu de frontman no le permitió sentarse en ninguno de los 40 minutos de
charla.
No obstante, los aderezos cotidianos tienen que ver, y
mucho, con la sustentabilidad de lo que se hace: “Pancho (por Larpín, nuevo ensamble
para percusiones) le dio mucho aire nuevo a Gingko, siempre fue uno de esos
amigos que siempre está hasta que un día, por devenir natural, dijimos ‘Y sí,
tiene que venir a tocar’. Particularmente en este disco nuevo, Pancho llevó a
que tuviéramos que reversionar temas nuestros en formación de cuarteto como
consecuencia del sonido nuevo que estábamos formando gracias a su aporte”,
detalla Jorge, el baterista originario.
La mística de una separación fallida es la que sobrevuela y
renueva la energía durante los ensayos celebrados en la casa de Jorge, vecino
de Rincón, que durante las tardes previas a la mini gira de retorno de Ginkgo
aloja un arpegio que no quiere pasar por balada y se disfraza con distorsión.
Un riff de bajo trabado y golpeador recuerda la fuerza de lo que fue un power
trío. Además de los parches y el bombo, por detrás se asoman golpes de maderas
tropicales, colores afro y latinoamericanos que, gracias a la influencia de
Larpín, ahora son más evidentes (¡hasta con un vaso que rodaba por ahí hizo
algunos arreglos!).
“Gilgamesh” se llama esta canción en particular, que fue la
elegida como entremés de la nueva placa que se comenzó a grabar el año pasado
en lo del clásico estudio de Ramiro Genevois (El Pote) y se culminó, ya lo
dijimos, de manera artesanal. También se llega a distinguir en el sonido un
ribete de similitud a Patricio Rey, al candombe uruguayo de Fernando Cabrera y
hasta letras en reacción a las lecturas de Ítalo Calvino.
“Lo que pedía la música”
Como el desafío propuesto era el del contra-sentido (por
aquello de la presentación de auténtico nuevo material –no rescates de consola-
de una banda “parada”) o del, si se quiere, nuevo sentido, es que también
Ginkgobiloba se la jugó con un diseño gráfico que complete o simplemente añada
lo suyo al lenguaje sonoro.
Este formato incorporado estuvo a cargo de Valentín Gatti y
Pablo Lara, quienes ya estuvieron ensayando en conjunto con la banda y se
estarán presentando junto a ellos, desplegando visuales trazadas en tiempo real
durante los conciertos.
En Pausa #137, miércoles 16 de julio de 2014. Conseguilo en estos kioscos.
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