Dos inundaciones, un gran robo, el menemismo y el grupo
Prisa: contra todo, el barrio Santa Rosa de Lima celebró con orgullo los 25
años de un símbolo de lucha: su FM Popular.
Los estudios de la FM Popular. En el inmueble también funciona una biblioteca y un espacio para el dictado de diversos talleres y cursos.
Los 25 años de la radio marcan un recorrido construido por
pequeños hechos, pero también de los otros, heroicos y memorables. Todos tienen
un común denominador: la solidaridad de manos y corazones amigos alentando,
aportando. Sin dudas el sentimiento de pertenencia es fuerte porque siempre se
habilitó la participación de los vecinos.
Por las voces múltiples
Caminar por Santa Rosa de Lima un día de lluvia significa
concentrarse para no patinar en el barro de las esquinas y toparse con sus
vecinos macanudos, de esos que llenan de consejos al visitante ocasional. Pero
transitar sus calles también implica cruzarse con hordas de patrulleros que
pululan las 24 horas y estigmatizan a un barrio que debería destacarse más por
el encanto de su gente y su fuerte entramado institucional que por la constante
aparición en las páginas policiales.
La calidez humana se nota en cada rincón del humilde local
del SEP, fácilmente identificable por su fachada colorida. La ronda de mate
arranca y Ana María Martínez empieza a desandar la historia: “En la década del
’80, una democracia incipiente nos encuentra trabajando nuevamente desde el
punto de vista social. Junto a un grupo de compañeros planteamos la necesidad
de contar con un espacio físico. Luego de tocar muchas puertas, logramos reunir
el dinero para comprar esta casa. Por iniciativa de un vecino, primero se pensó
en armar una biblioteca. Al principio lo miraron medio torcido, pero
reflexionamos que el libro es un derecho negado, porque no nos damos cuenta de
que tenemos derecho a la lectura, al conocimiento, a la imaginación. Los
primeros sindicatos argentinos, aparte de luchar por las reivindicaciones para
cambiar el sistema, abrían bibliotecas. Y nuestra iniciativa tenía mucho que
ver con el mundo del trabajador”.
Posteriormente, miembros de la familia Suffritti plantearon
abrir una radio de circuito cerrado. “Fuimos a Monte Vera para conocer la
experiencia del padre Atilio Rosso. Volvimos con muchos interrogantes y la
decisión firme de abrir una FM propia. La ley de radiodifusión que impuso la
dictadura no lo permitía, así que empezamos a contrapelo de lo que proponía el
sistema. Primero colocamos parlantes arriba del techo con un equipo casero y
así empezamos con las primeras transmisiones, que eran muy precarias: cuando
salíamos al aire interferíamos con las antenas de TV de las casas vecinas y se
quejaban porque no los dejábamos ver la novela”, recordó Ana María entre risas.
Por aquellos años la radio barrial fue gestando una verdadera revolución. “Los
vecinos venían con sus discos de vinilo y la radio empezó a tener muchos
sobrenombres, por ejemplo ‘la radio de los discos rayados’ ya que muchos
estaban dañados. Pese a todo fuimos creciendo”, añadió.
“Interferíamos con las antenas de TV de las casas vecinas y se quejaban porque no los dejábamos ver la novela”, recordó Ana María Martínez.
En la década del 90, el gobierno neoliberal menemista
comenzó una fuerte persecución hacia las radios de frecuencia modulada que no
cumplían con los interminables requisitos para funcionar. Eran las “piratas” o
“clandestinas”, muchas fueron cerradas y sus equipos decomisados. Los vecinos
de Santa Rosa habían pensado estrategias para que nadie logre bajarle la
persiana a su emisora, que nació con el firme objetivo de “defender el valor de
la palabra de todos, especialmente la de los pobres. Desde el principio no
quisimos ser la voz de los que no tienen voz, porque todos tienen que tenerla,
todas son valederas y nadie tiene que ser excluido”, proclaman.
En el esfuerzo cotidiano, los hacedores de FM Popular 98.7
se encontraron con gente de otras radios comunitarias. Juntos fundaron el Foro
Argentino de Radios Comunitarias (Farco), un espacio de lucha para el
reconocimiento de un derecho fundamental de todo ser humano: el de tener voz.
Desde ese lugar realizaron relevantes aportes para la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual.
Alto perfil
Sobre la realidad de la 98.7, Ana María Martínez señaló que
“actualmente la oferta es muy compleja porque hay más de 80 emisoras. Las cosas
cambiaron y la audiencia ya no está tan efervescente como antes, de todos modos
los vecinos saben que cuentan con la radio y se acercan cuando tienen un
problema puntual”.
La radio fue de gran utilidad cuando las aguas del Paraná se
embravecían y como consecuencia de ello crecía el río Salado. Los vecinos, que
defendían incansablemente el terraplén Irigoyen hombreando toneladas de arena
en bolsas, se acercaban a la radio para pedir insumos y continuar el trabajo:
“Nos comunicábamos al aire con los distintos entes del gobierno para proveerlos
de lo necesario. En 2003 también vino mucha gente con la utopía de salvar el
barrio. La inundación del 2007 deterioró nuevamente el local y la radio se
silenció durante varios meses hasta que pudieron repararse los equipos. Dos
inundaciones y un robo muy grande no lograron destruir al Servicio de Educación
Popular. Encontramos lo que nos sustrajeron gracias a datos que aportó la
comunidad. De esa situación nos quedó un gusto agridulce: agrio por el robo y
dulce por la contención que recibimos”. Otro escollo que debieron superar los
vecinos fue la adquisición de la frecuencia 98.7 por parte de la multinacional
Prisa, en 2006. Tras una larga lucha y el envío de documentación al Poder
Ejecutivo Nacional, la compra se frenó y Santa Rosa de Lima logró que la
frecuencia quede en sus manos.
Por estos días, la emisora funciona de lunes a lunes hasta
las 21.00. La programación aborda distintos géneros musicales, junto a
programas de interés general, opinión, informativos y religiosos. Los
operadores son jóvenes del barrio que encuentran contención en la actividad y
adquieren conocimientos básicos para una futura salida laboral. Tanto los
comunicadores como los operadores tienen la posibilidad de capacitarse
gratuitamente.
Por su parte, al quehacer tradicional de consulta y préstamo
de libros de la biblioteca popular, se le fueron incorporando otros servicios.
Uno de ellos es la puesta en marcha del proyecto “Cuento con los vecinos”, que
consiste en una jornada de cuentos en el domicilio de las familias que lo
soliciten y el préstamo de una canasta con libros. Las actividades se sostienen
económicamente desde la radio, a través de aportes solidarios y campañas
publicitarias.
“Llegamos a la actualidad con una radio de alto perfil y una
biblioteca que realiza una labor social importantísima: no sólo presta libros
sino que también brinda apoyo escolar. Además se dictan talleres de cocina,
expresión plástica, narrativa y lectura. También contamos con la habilitación
del espacio para que distintas instituciones puedan reunirse. Biblioteca y
radio trabajan juntas porque tienen un mismo objetivo, tratar de ayudar a la
organización del barrio, apuntalar a quienes se acerquen para desarrollarse
como seres humanos, para que nuestros chicos no repitan porque la repitencia en
la escuela se replica en la vida. Vamos a seguir marchando. Si bien los 25 años
de la radio marcan un hito, queremos rescatar a la institución en su conjunto,
con una biblioteca en la que ayudan mujeres que no son educadoras con título
pero sí lo son de corazón, aman profundamente a los chicos y se brindan por
entero”, concluyó Ana María Martínez.
Publicada en Pausa #135, miércoles 11 de junio de 2014
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