El tiro a doce pasos desata las peores angustias y las más
desbocadas alegrías futboleras.
Por Gastón Chansard
“El penal más fantástico del que yo tenga noticia se tiró en
1958 en un lugar perdido del valle de Río Negro, en Argentina, un domingo por
la tarde en un estadio vacío”. Con esas líneas comienza uno de los mejores
cuentos de fútbol que escribió Osvaldo Soriano, “El penal más largo del mundo”,
que tiene como protagonista a un arquero de pueblo, el Gato Díaz. La historia
que narró el eterno escritor nada tiene que ver con las situaciones que
vivieron en los últimos días los arqueros de los equipos de nuestra ciudad, y
mucho menos con el debut del golero de Banfield en Paraná. Pero hay sensaciones
que son compartidas en cada uno de los disparos desde el punto del penal. En
cualquier cancha del mundo un penal antes de ser pateado genera incertidumbre,
ansiedad, suspenso, adrenalina, y como diría el el Negro Fontanarrosa, “un
cagazo enorme”.
Se va a ejecutar “la pena máxima” grita un relator desde una
cabina de transmisión, o “apunten, disparen”, narra otro cuando el jugador se
prepara para resolver la sanción más festejada por unos y más sufrida por
otros. Siempre la atmósfera de la cancha ante esta situación del juego tiene
que ver con palabras extremas, cargadas de tensión, como si se tratara de una
orden de pena de muerte. Quizás porque con un penal muchas veces “mueren” los
partidos, terminan psicológicamente con el optimismo de un equipo y hasta
sellan el destino de un descenso o el no logro de un campeonato.
Durante el partido te hacía temblar, pero fue la indiscutida figura de Italia 90: el “Goyco” nos llevó hasta la final, viajando como suplente.
En algunas líneas de esta nota celebraremos la “vida” que
genera una ejecución fallida o, para ser justos, un arquero que se convierte en
superhéroe al detener un disparo que tenía como destino finalizar con la peor
de las sentencias. Hace poco más de una semana los penales, y los arqueros como
protagonistas, fueron noticia
En la cancha de Patronato se generó un hecho muy poco visto:
la noticia fue que en su debut, el arquero detuvo dos penales, y no fue en el
contexto de una definición desde los doce pasos, sino a lo largo de los 90
minutos de juego. El gran actor fue Gaspar Servio, el arquero de Banfield que
le permitió a su equipo ganar 2 a 0 en Paraná y seguir con paso firme la vuelta
del Taladro a Primera División. El portero de 22 años tuvo la oportunidad de
aparecer en el primer equipo por una seria lesión que sufrió Bologna (ex
Unión). En esa noche, inolvidable para el pibe que surgió de las inferiores de
River, tuvo su primera intervención feliz a los 18 minutos del segundo tiempo.
El arquero se arrojó sobre su izquierda, rechazó y luego también despejó el
rebote, tras el disparo de César Carignano. En el segundo, Servio cambió de
palo y le sacó el tiro desde los doce pasos a Rossi, cuando se jugaban 37.
Héroes locales
El mismo lunes 31 de marzo, cuando se desarrollaba la fecha
trigésima primera fecha de la
B Nacional , Ferro Carril Oeste tenía la posibilidad de
empatar el partido ante Unión a través de un penal, pero en esa tarde-noche de
Caballito iba a resistir Matías Fidel Castro, el arquero tatengue que le detuvo
el disparo al experimentado Eduardo Tuzzio. El golero uruguayo, hijo de un
viejo militante del comunismo charrúa, fue la figura y le permitió al equipo
santafesino mantener viva la ilusión de volver a Primera División.
El penal y la atajada de un arquero también fue noticia dos
días después. El 2 de Abril en el estadio Brigadier López, Germán Montoya le
atajó el disparo desde los doce pasos a Alejandro Barbaro, a un minuto del
final, y así Colón se quedó con una victoria (1 a 0) muy importante ante All
Boys, rival directo en la lucha por permanecer en la máxima categoría. Esa
tardecita, como tantas otras en este torneo, el arquero sabalero fue el héroe
de un equipo que tiene el sello de la garra.
El lagrimón
Cuando la memoria del fútbol santafesino se activa en
materia penal, aparecen los malos recuerdos sabaleros en Córdoba, cuando Colón
desperdició ante Banfield varias oportunidades de regresar a Primera División.
Esa triste histórica y triste tarde para los colonistas tuvo un héroe (Gabriel
Puentedura, arquero del Taladro) y varios villanos (todos los jugadores
rojinegros que marraron). Aquella jornada de junio de 1993 quedará
inmortalizada por dos motivos: los penales despilfarrados y la masiva
movilización del pueblo sabalero.
Otra triste historia de penales para los equipos de nuestra
ciudad fue protagonizada por Unión en La Bombonera. El 8 de
junio de 1988, Unión y Racing de Córdoba definían el descenso de Primera al
Nacional B; 1 a 1 fue el resultado a lo largo de los 120 minutos de juego (30
de alargue). Cuando llegó la hora de los penales, solamente uno de ellos no
terminó con el festejo del gol: fue el del barbado Jorge García, el jugador de
Unión que no pudo vencer al arquero Juan Manuel Delgado. Con ese penal atajado
por el portero cordobés, los dirigidos por el “Negro” Marchetta desataban su
fiesta en La Boca
y el Tate regresaba a Santa Fe con el dolor de ya no pertenecer.
De Goycochea a Roma
En esto de andar buceando en la memoria de los penales, por
siempre quedará inmortalizado el nombre de Sergio Goycochea, el arquero que con
sus atajadas en las definiciones desde el punto penal nos llevó hasta la final
de la Copa del
Mundo 1990. En sus manos quedó la ilusión y frustración de Italia (país
organizador), pero como una mueca tanguera del destino, la derrota en el
partido final quiso que terminara con un dudoso penal que fue muy bien
ejecutado por el alemán Brehme. “Goyco” no pudo resistir al fusilamiento
germano y la noche de Roma terminó en lágrimas maradonianas.
Otro momento histórico del fútbol argentino fue
protagonizado por el arquero de Boca, Antonio “Tarzán” Roma. En las páginas de
oro del fútbol argentino quedará por siempre la definición en la penúltima
fecha entre Boca y River. El 9 de diciembre de 1962 se enfrentaban en La Bombonera. Los
locales tenían 41 puntos y los Millonarios 39 (el ganador sumaba 2 unidades).
Los Xeneizes ganaban 1 a 0 con gol de Valentín, y a 10 minutos del final el
árbitro Nai Foino cobró penal para River y el brasileño Delem se hizo cargo de
la ejecución. Roma, el arquero que atajaba sin guantes, se adelantó casi 3
metros, se arrojó hacia la derecha y detuvo el remate. Todo River protestó, el
árbitro arrojó la popular frase “todo penal bien pateado es gol” y Boca gritó
campeón.
Punto penal.
Publicada en Pausa #131, miércoles 9 de abril de 2014
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