La persona con discapacidad como sujeto de derecho, eje de
las capacitaciones para el personal de Salud. La opinión de Gabriela Bruno,
responsable provincial del área.
Por Ileana Manucci
Una serie de jornadas se desarrollaron bajo el lema
“Políticas Inclusivas a la luz de la Convención sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad”, de las cuales participaron equipos de salud de la Subsecretaría de los
Derechos de la Niñez ,
Adolescencia y Familia, el Servicio de Orientación Social del Ministerio de
Desarrollo Social, centros de salud, el equipo socioeducativo de la Región IV de Ministerio
de Educación, y personal de diferentes áreas de la Municipalidad de
Santa Fe.
Gabriela Bruno, directora provincial de Inclusión para
personas con discapacidad, fue una de las principales oradoras de las
capacitaciones y quien abrió el primer día de debate reflexionando sobre los
nuevos paradigmas en torno a la discapacidad. “Estamos acá para pensar a la
persona con discapacidad en términos de autonomía, de derechos, y sobre todo
para ver qué herramientas e instrumentos son necesarios para que las personas
con discapacidad puedan elegir su proyecto de vida”.
—¿Cuál fue el eje de trabajo de estas jornadas?
—Estas capacitaciones fueron para trabajar un poco sobre la Convención sobre los
Derechos de las Personas con Discapacidad y sobre el cambio de paradigma que se
da a partir de ella. Lo que plantea la Convención es una nueva mirada sobre la persona
con discapacidad, un cambio fundamental de objeto de tutela a sujeto de
derecho.
—¿Qué cambios implica esta nueva visión?
—Desde este nuevo paradigma pensamos en políticas que
produzcan cambios significativos en cuanto a la inclusión laboral y educativa,
en cuanto a los abordajes terapéuticos, al rol de la familia; desde allí
también debatimos sobre la necesidad o no de la curatela, para qué casos, lo
que eso implica en cuanto a la supresión de la capacidad jurídica del sujeto.
Para poder acceder a algunas pensiones y subsidios que provienen de la Nación todavía es necesario
que la persona con discapacidad cuente con un tutor: nosotros no decimos que
esté mal o bien, pero sí creemos que es necesario determinar en qué casos es
necesaria esa curatela, que haya un diagnóstico claro que así lo indique, pero
no que sea una condición para todos. Tenemos que poder ser críticos ante esto,
poder trabajar con las familias, luchar para que el Estado vea la forma en que
puede ser garante de estos derechos, de este acompañamiento, que sea una
protección que no invalide sino que promueva derechos y libertades.
Los postulados de la Convención , sobre los que versaron las jornadas,
significaron un cambio de paradigma al
hablar por primera vez de personas, haciendo hincapié en ese termino y
adicionándole una calificación, “discapacidad”, con el mismo criterio con el
que se pueden agregar otros calificativos a una persona, como alta, baja,
delgada u obesa. El eje, el punto más importante, es el ser personas, con todos
los derechos y obligaciones que eso implica.
Según las estadísticas a nivel mundial, las personas con
discapacidad representan entre un 7 y 10% de la población, porcentaje al que
hay que sumar al grupo familiar y social implicado en el entorno de cada
persona con discapacidad, por lo que las consecuencias de las políticas y
acciones para con este colectivo se extienden al menos al 15% de la población
mundial.
Educación y trabajo
Gabriela Bruno remarca que desde la Subsecretaría de
Inclusión se está trabajando principalmente en el desarrollo de dos ejes que
consideran esenciales y excluyentes a la hora de pensar en las condiciones para
que la libertad y la igualdad de los ciudadanos con discapacidad sean reales y
efectivas: la educación y el trabajo; y de ellos se desprenden también la
participación, la igualdad de oportunidades, la inclusión social, la
accesibilidad como ideología, la autonomía y la construcción de ciudadanía.
“Tenemos que construir una educación que se corra de la mirada de lo normal y lo anormal”, apuntó la funcionaria Gabriela Bruno.
“Nosotros le estamos dando prioridad al tema del trabajo”,
explica Bruno, “tanto sea para el ingreso a la administración pública como al
sector privado, porque entendemos que el abordaje tiene que ser desde todos los
lugares posibles. Pero es importante destacar que no solamente abordamos el
tema de discapacidad, sino que también estamos trabajando junto al programa
‘Santa Fe Inclusiva’ para ampliar las oportunidades y capacidades de trabajo de
los grupos que históricamente han tenido más dificultades para acceder tanto al
sistema educativo como al laboral y que son, además de las personas con
discapacidad, los pueblos originarios, los jóvenes en conflicto con la ley y
los colectivos de diversidad sexual”.
—¿Y con respecto a la educación?
—Algo fundamental en el ámbito educativo es poder garantizar
que los niños y niñas con discapacidad puedan ir a una escuela común. Hay un
decreto que establece esto y que la escuela común reciba el acompañamiento y el
trabajo articulado con educación especial.
—¿De dónde provienen las resistencias para que esto se
cumpla?
—Las resistencias tienen que ver más que nada con algunos
temores, con el desconocimiento. Muchos docentes plantean que no fueron
formados para trabajar con este tipo de población y, en realidad, lo que
nosotros queremos es que no haya especificidad para trabajar con discapacidad.
La inclusión es entender que todas las personas tenemos particularidades y que
por eso podemos necesitar algunas adecuaciones, dispositivos especiales o
diversos modos de evaluación. Tenemos que pensar en un aula donde puedan
convivir esos niños y niñas con diferentes necesidades, y sobre esto estamos
concientizando a los docentes y generando juntos las herramienta que puedan
necesitar, porque también tenemos que construir una educación que se corra de
la mirada de lo normal y lo anormal, porque sino seguimos sosteniendo esto de
que la población normal va por un carril y todos los que no encuadren en eso
van por otro.
—¿Qué tipo de trabajo se hace con las familias de estos
niños con discapacidad y personas en general?
—Ese es otro eje importante que no se debe descuidar. Ahora
tenemos una figura nueva, que es la de las asistentes personales, que hacen un
acompañamiento de las familias, de aquellos integrantes involucrados en el
cuidado de la persona con discapacidad. La idea es fortalecer a la familia,
darles el tiempo y el espacio para que puedan seguir con sus actividades sin
tanto desgaste energético, promoviendo otros vínculos familiares y sociales. Es
un cambio cultural muy grande el que hay que hacer y que atraviesa a toda la
sociedad y sus instituciones, desde el Estado hasta la familia. Por eso la educación
en la inclusión, desde la escuela, es muy importante; nosotros apostamos a los
más chicos porque el adulto es el que tiene prejuicios más arraigados y una
estructura de pensamiento con relación a la discapacidad que es más difícil de
modificar, un niño o un joven vive de una forma mucho más espontánea el estar
con otros y sus diferencias.
La mirada sobre los tratamientos y todo lo que hace a la
rehabilitación también está atravesando por nuevos interrogantes y cambios
profundos. “Hay niños que van a la fonoaudióloga, psicopedagoga, kinesiólogo y
terapista ocupacional, procesos que son sumamente demandantes tanto física como
psíquicamente. Nosotros no queremos que el niño pase por todo eso si luego,
cuando salga de cada de sesión, lo vamos a volver a meter en la cajita de
cristal. Creemos que esa rehabilitación tiene que ser en función de algo más
que la recuperación de su funcionalidad, queremos que se fortalezca en su
subjetividad, que pueda construir lazos, que se pueda caer y lastimar como
cualquier otro niño; darle la dignidad del riesgo, que tenga el mismo derecho a
equivocarse, porque esa es la forma en que va construyendo aprendizajes que le
van a permitir esa autonomía como persona que es lo fundamental”, finalizó
Bruno.
Publicada en Pausa #116, miércoles 26 de junio de 2013
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