lunes, 17 de junio de 2013

Escribir en la edad de los absolutos

Un taller de lectura y escritura convoca a los menores de 21 a compartir experiencias y explorar las letras con propia brújula.

Por Marcelo Przylucki

Puede ser a través de un juego, de una tarea de la escuela, en un recreo veraniego de la televisión y de Internet, o por sugerencia de algún amigo, de algún pariente. Por lo general, se da también de la forma moderna, en solitario, no como cuando no existía la imprenta, que era casi exclusivamente una práctica celebrada en congregación. Podemos prefererirla en prosa o en verso, de un género determinado abordando únicamente ciertas temáticas. Puede resultar un resplandor que se enciende gracias a las habilidades de una pluma y no de otra. De cualquier manera que sea, la literatura es mucho más que un “interés” para agregar en nuestro perfil de Facebook, es una experiencia que nos recoge por los párpados, nos aleja del asiento y nos deja la mente en carne viva. También es común que tras la acumulación de  lecturas, prosiga un cosquilleo de ánimos por ensayar las propias palabras. Eso es lo que se persigue cada jueves en los talleres que se realizan en la casi centenaria Biblioteca Pedagógica y Popular Domingo F. Sarmiento. Cecilia Moscovich y Cecilia Rugna, sus coordinadoras, dialogaron con Pausa sobre esta actividad.
La niñez es un estadio vital que encuentra a los terrícolas susceptibles ante cualquier influencia, es en esos momentos de infancia en los que leyendas urbanas, libros de cuentos y caricaturas son nuestras competencias culturales de primer orden. Ya en la adolescencia, también nos es indispensable el contar con ciertos recursos, ciertas herramientas con las que podamos moldear, expresar, graficar nuestras experiencias en una forma de expresión determinada. Los libros, y más precisamente, las palabras, suelen ser catalogados como continentes de esa facultad de ser de lo más exactos y fáciles de manipular cuando queremos hacer manifiestos nuestros estados de ánimo, nuestra percepción del mundo o simplemente alguna ficción que estemos maquinando. Estas dos franjas etarias son comprendidas por las responsables de este Taller.
Si bien ninguna de ellas hizo su recorrido académico en la carrera de Letras (fue Historia el campo en el que decidieron formarse y en el que ejercen su práctica profesional), cada una de ellas se mantuvo de manera permanente a las orillas de la literatura desde infantes: “un poco mamando los libros de casa, otro poco en la escuela, aprovechando también el lenguaje de la música y el teatro, e incluso hice algún taller con Alicia Barberis”, recuerda Rugna. Por su parte, Moscovich comenta que ha sido partícipe de un proyecto del gobierno nacional llamado “Leer es contagioso”, que además de promover la lectura como un ejercicio, lo postuló como un derecho: “en el derecho a leer se condensan muchos otros, a la identidad, a los bienes culturales, a ser escuchados, al conocimiento, al pensamiento crítico, a la imaginación, a la palabra, a elegir…”; asimismo, formó parte de otros proyectos de naturaleza popular, como Manzanas Solidarias, y hasta haciéndose cargo de talleres literarios en el pabellón juvenil de la cárcel de Las Flores.
Así, con ese bagaje constituido por experiencias distintas pero con intereses idénticos, Rugna y Moscovich no vacilaron cuando las autoridades de la Biblioteca las convocaron para ofrecerles la chance de fijar coordenadas espaciales y temporales a su vocación por lo popular. Allí (a la Bebeteca, sala para niños de la Biblioteca Pedagógica y Popular) se concurre cada semana a hacer “algo entre iguales, donde nosotros convidamos –es como nos gusta decir siempre– distintos textos a los chicos para que ellos también nos traigan a nosotros las cosas que les gustan”. De esta manera, con el Taller se comienza a abarcar quizás la zona más difícil de interpelar como lo es la adolescente, pues “aunque sea una etapa muy rica para explorarse a sí mismo, también es la más complicada de atraer, porque de manera permanente uno se mantiene un tanto reacio a la exteriorización de los sentimientos”, comentan las coordinadoras. Sin embargo, “es una cuestión de piel, a nosotras nos gusta estar con los jóvenes, tal vez porque soy un poco inmadura” comenta Moscovich cubriendo su sonrisa con su palma izquierda, y prosigue: “el desafío es quebrar ese diagnóstico de que los adolescentes leen poco, que nosotros no compartimos; y es más, no sólo que leen, sino que también escriben y hasta logran reconocer su estilo de escritura en las lecturas que compartimos juntos en el taller”. Y así son los encuentros, descontracturados, con el goce de lo que se hace como consigna: se hacen exploraciones libres de libros, con un menú de lo más variado (fotografías, cuentos y novelas); o como propone Eduardo Galeano: “en frascos de vidrio estaban guardadas las palabras, y cada una (…) sonaba y quería ser tocada”, y ello también se practica como modo de producción de textos. Desde Arlt o Girondo, hasta Bukowski o mitos anónimos de origen chino, todo es útil a los efectos de enriquecer la lectura y aportar una fuente de recursos para cuando se incursione en la producción propia.

Cecilia Rugna y Cecilia Moscovich, en la Pedagógica. (Foto: Olivia Gutiérrez).


“Leer mucho para escribir” es el lema que se abre paso ante la pregunta acerca de los objetivos del Taller, “lo que creemos que debe suceder es una experiencia de construcción de uno mismo, un delinear una genealogía de lectura para construir una diferente, de escritura”. Sin embargo, las Cecilias no pretenden fijar un punto de llegada o una meta a perseguir, prefieren que de arribar a la posibilidad de una exposición o una publicación, esa circunstancia sea algo madurado naturalmente, fluido, bajo ningún aspecto algo impuesto ni forzado. En este espacio, lo contraindicado es escolarizar el juego, todos aportan algo, todos aprenden algo.
Alicia Barberis (Cruzar la noche), Patricia Suárez (El Cochero Rata) o Enrique Butti (El fantasma del Teatro Municipal), son ejemplos de que la literatura infanto-juvenil local no solamente está en vigencia, sino que además es de gran calidad y con altos estándares de reconocimiento, incluso asomando las narices entre el listado de cánones, codo a codo con el ABC de autores criollos (Arlt, Borges, Cortázar). No obstante, Rugna y Moscovich no detienen su trabajo, que podría fácilmente catalogarse como “militancia” por la literatura juvenil, y presentaron un proyecto para agregar y producir nuevos títulos en conjunto con Ediciones UNL, que ya publicó una serie de textos en la década pasada llamada. Esa iniciativa llevó el título Diente de León y la propia Moscovich fue una de las autoras editadas.

Inscripciones
El Taller de Lectura y Escritura para niños y adolescentes se lleva a cabo todos los jueves de 17.30 hasta las 19 aproximadamente, en la Bebeteca de la Biblioteca Pedagógica y Popular Domingo F. Sarmiento (peatonal San Martín 2839). Para más información, consultar al teléfono de la biblioteca o al de las coordinadoras, respectivamente: 4572974; 155 162 143 (Moscovich); 156 122 981 (Rugna).

Publicado en Pausa #115, a la venta en los kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.

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