La salud mental llegó a la atención primaria. La difícil tarea tratar el dolor subjetivo en contextos de pobreza. Participación y sólidos equipos, las claves.
Por Marcela Perticarari
Con el debate pendiente de la ley de Salud Pública en la Legislatura santafesina, los elementos para analizar los procesos que se vienen desarrollando a lo largo de los últimos años en materia de salud son variados. El proyecto presentado por el Ejecutivo Provincial tiende a establecer un régimen uniforme para la organización y financiamiento de la atención integral e integrada de la salud, a través de la creación de la Red pública provincial de Servicios de Salud. Los fundamentos de la legislación se basan en la salud como un derecho humano y en la construcción consensuada de un sistema de salud que compense desigualdades sociales y zonales dentro de su territorio en el acceso, cobertura y calidad del sistema, sobre una concepción de salud integral vinculada con la satisfacción de necesidades.
“La salud no constituye un fin en sí mismo para el individuo ni para la sociedad, sino una condición de vida plena, y no se puede vivir plenamente si el trabajo es una carga, si la casa es una cueva y si la salud es una prestación más del trabajador”, afirmaba el médico sanitarista Ramón Carrillo, precursor de la atención primaria de la salud, al promediar el siglo XX.
En líneas generales, la atención primaria en salud actualmente es definida como una estrategia que concibe integralmente los problemas de salud-enfermedad de las personas y del conjunto social, a través de la integración de la asistencia, la prevención de enfermedades, la promoción de la salud y la rehabilitación. Es un instrumento recomendado por la Organización Mundial de la Salud y aplicado por los sistemas públicos de salud de Cuba, España, Canadá y Costa Rica, entre otros.
Formada en mayo de 2004, la Dirección de Salud Mental –dependiente del Ministerio de Salud de la Provincia– se propuso como objetivo asegurar la correcta atención de personas con problemas de índole psicológica que no cuenten con cobertura social para enfrentar el tratamiento necesario y a su vez velar por el cumplimiento de la ley provincial 10.772 y la ley nacional 26.657, de reciente aprobación. En sus lineamientos, el área plantea la construcción de un modelo que promueva la implementación de nuevos servicios, donde se incluye la asistencia primaria de la salud mental. Incluidos en el Plan estratégico del Ministerio de Salud de la Provincia, esos lineamientos de la política en el campo de la salud mental “derivan necesariamente de una determinada lectura de los problemas subjetivos, sociales, jurídicos y culturales reunidos mediante la delimitación de dicho campo que, a su vez, cumple el único fin de producir un recorte convencional que posibilite una praxis políticoclínica”.
Los programas que se plantean desde el área son tres: Clínica de la subjetividad en atención primaria; Sustitución de lógicas manicomiales y Asistencia para ciudadanos detenidos o bajo medidas de seguridad.
La primera línea
En el plano local y referida a Clínica de la subjetividad en atención primaria, la Dirección de Salud Mental cuenta con equipos que suman en total 45 profesionales, entre los que se encuentran psicólogos, terapistas ocupacionales y trabajadores sociales, encargados de atender diversas problemáticas en barrios periféricos de Santa Fe, Santo Tomé y la costa. En un espacio virtual que congrega a trabajadores de salud mental operando en esos territorios, revistadeaps.blogspot.com, se señala en un artículo que “las personas atendidas pertenecen a contextos sociales complejos, caracterizados por la pobreza, la violencia y la subocupación. En los asentamientos en particular, la mayoría vive de la asistencia social, concurren a comedores comunitarios y perciben algún plan social”.
“Intentamos que el sujeto hable cuando la inermidad es extrema. Cuando el sujeto no habla, no hay síntomas, sólo signos de que algo anda mal; cuando no resultan problemáticas ciertas situaciones de la vida, esperamos. No en una espera pasiva, sino promoviendo canales de participación en los diferentes dispositivos, articulando estrategias específicas de salud mental, y a los dispositivos que desde la comunidad se ofrecen; entendiendo las intervenciones clínicas más allá del encuadre que procura el consultorio; dando lugar al padecimiento; promoviendo el restablecimiento de los lazos y la recuperación paulatina de algunos indicadores de bienestar. Tratamos hacer de la práctica experiencia, entendiéndola como aquello que interrumpe el hacer confortable de una práctica”, especifican en los escritos grupales del programa Clínica de la subjetividad en atención primaria.
La intervención comunitaria
La psicóloga Laura Delconte trabaja en el Centro de salud de Las Lomas, un barrio del noroeste de la ciudad ubicado entre el hipódromo y el nuevo relleno sanitario, donde la mitad de sus habitantes pertenece a la comunidad toba. “El dispositivo de Clínica de la subjetividad al que me sumé en 2009 tiene la orientación de la ley provincial 10.772, tendiente a la desmanicomialización, donde se trata de pensar en estrategias de intervención comunitarias”, comenzó.
No obstante, señaló que “una cosa es lo que uno piensa y otra es lo que uno hace o quisiera hacer. Una intervención comunitaria tiene que ver con pensar los problemas de salud de una forma diferente a la hegemónica, es decir no tomar la patología de una manera que objetivice a un paciente. O sea: no pensar al paciente como un objeto de intervención sino integrar a la comunidad como parte de las decisiones y en un lugar de responsabilidad, no sólo al pensar cómo abordar los problemas de salud sino en cómo construirlos. Construir problemas es ya todo un campo de disputa política. El lenguaje con el cual se construye un problema y la forma de construirlo es el espacio de disputa, sobre todo en la intervención comunitaria. Por ejemplo, cuando se dice que hay inseguridad, se puede ir trabajando en una comunidad porque es un problema real, sobre todo en los barrios. Y no es lo mismo decir que esto ocurre a partir del consumo de droga: tenemos que ver qué pasa que los chicos consumen droga, qué instituciones favorecen las adicciones o qué presencias amortiguan dichas conductas. No es lo mismo reclamar la construcción de un centro cultural que un destacamento, es un indicador. Hay que poner en circulación un conflicto para que no quede estancado en una sola dimensión”, definió.
Consultada por su labor en el día a día, Delconte sostuvo: “Cuando empecé a trabajar pensé que la práctica profesional tenía tres grandes líneas: el trabajo comunitario; el trabajo clínico de casos que se presentan con una demanda de tratamiento psicológico; y el trabajo institucional, que es ineludible en todas las áreas y es la línea más difícil, porque el ámbito de la salud tiene mucha historia, hay cuestiones cristalizadas y muy difíciles de modificar. Y en la práctica del trabajo comunitario se desarma un poco la clínica porque, por ejemplo, ya no se trata tanto del trabajo de casos sino de situaciones familiares complejas, de vulnerabilidad. La demanda no es simplemente espontánea para resolver conflictos que tienen que ver exclusivamente con una dimensión singular, sino que se presenta más ampliado y las intervenciones con el equipo en general hacen circular diferentes perspectivas de lo que es un problema de salud. En ese punto es necesario trabajar los problemas no solamente desde el sistema sanitario sino también desde lo cultural, lo social y lo económico, por eso en general los abordamos con equipos de los ministerios de Desarrollo Social e Innovación y Cultura”.
La psicóloga señaló que en Las Lomas existe un espacio de abordaje de infancia grupal que se generó a partir de las actividades de verano que se realizaron en la Esquina Encendida. “Fue importante ver los efectos subjetivos que tuvo una propuesta cultural. Ofrecer un espacio artístico que se sostenga en el tiempo, con un equipo que se toma en serio esta continuidad, para los chicos es muy importante”, manifestó la profesional.
En cuanto al modelo familiar que se trabaja desde las áreas de salud, Laura Delconte determinó: “Se trabaja con las mamás, con la mujer como madre y los programas en general apuntan a los niños, como los que tienden a disminuir la mortalidad y la desnutrición infantil, que son índices importantes para una gestión. El trabajo de médicos y enfermeros se enfoca en esas cuestiones instaladas. A los otros problemas de salud los construye el equipo con la comunidad porque tienen que ver con una población y un territorio particulares”.
Publicado en Pausa #85, todavía a la venta en los kioscos
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