Música. La
Gran 7 en el Centro Cultural Paco Urondo.
Afianzados y con público propio: La Gran 7 la gastó en el Paco Urondo. Foto: Alfonsina Haquín.
La premisa de “la fuerza que no descansa y que avanza” que
clausura su primer disco (Vida descartable, 2008) conserva su vigencia a pesar
del cambio de formaciones y, en consecuencia, de los distintos matices que le
imprimen a sus canciones. Así, La
Gran 7 ha sido capaz de construir no sólo su historia sino
también la propia mística: Santa Fe empapelada, las radios en la época de los
sms a las radios y ahora las menciones por cuanta red social se pueda, dan
cuenta de la ansiedad que es capaz de generar esta banda, que por primera vez
se adecuó en formato teatral con canciones que buscaron unidad temática en
torno a la temporalidad.
El Centro Cultural Provincial Paco Urondo fue la medida
justa para acoger a la familia gransietera, que ya no está compuesta sólo de
gente del palo, sino que su alcance se estira para arriba y para abajo, igual
que toda banda con aceptación que logra captar amplios espectros de público.
“Debió” y “Siempre” fueron los extremos del setlist, verbo y adverbio que
soportaron una retrospectiva completada con material de proyección, pistas de
introducción, un fragmento de Patas para arriba leído por el propio Eduardo
Galeano y la introducción de “Años” en voz de Luca Prodan.
Una puesta en escena con pantallas circulares, además del
tiempo como eje organizador, operó casi como una réplica de algún show de Pink
Floyd, trayendo a colación también otras canciones que homogeneizaron no sólo
en torno a lo que dicen sus canciones (que tiene de paisajes y sensaciones como
“Lo de Omar”, reflexiones acerca de las personas que van pasando como en
“Aparece” y en “Sol”, dos de los más festejados por la sala llena): las
versiones emuladoras del formato unplugged lograron un efecto que les permitió
crear verdaderamente un clima de revisión del propio andar.
La camiseta de Vasco da Gama quedó en el ropero de Gula
(Emanuel Haquín, armónica y saxos), que si algo no deja nunca en la percha es
su emoción ante cada letra que interpreta su hermano Emiliano, frontman y
ocasional guitarrista, de voz siempre sobria. Marcelo D’Agostino despliega una
actitud casi de padre (hasta aquí la enumeración de miembros fundadores) desde
el azote a los parches, llevando el tiempo con solvente dinámica. Otro que no
disimula su contento con cada punteo, arreglo o pausa es el guitarrista líder,
Nicolás Fabre, que precisó nada más que una electroacústica para hacerse cargo
del dúo inamovible de cuerdas junto a Camilo Mansilla al bajo.
No obstante, la consigna del no descanso y el avance se
actualizará casi inmediatamente, cuando su formato eléctrico tenga oportunidad
en Rafaela con motivo del Festival Decibel XIII junto a Argentino Bordolino
(Paraná), La Blusa
y los locales de Murder. Las entradas en nuestra ciudad para el evento, que
será este sábado 11, se pueden conseguir en Celfina (San Martín 2171).
Publicada en Pausa #157, miércoles 8 de julio de 2015
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