La emblemática ONG cumple 50 años en 2016 y continúa
desarrollando en distintos barrios de la ciudad un programa social, educativo y
cultural destinado a los más pequeños.
Por Ileana Manucci
Desde 1966 Cilsa viene trabajando en Santa Fe y en gran
parte del país con el objetivo de que las
personas con discapacidad puedan alcanzar una mejor calidad de vida. Las
entregas de elementos ortopédicos, los programas educativos, las campañas de
concientización y el deporte como estandarte, la han hecho crecer y expandirse
en sus objetivos y en el territorio.
En 2001, cuando el país estalló en una crisis que llevó a un
58% de la población a vivir en la pobreza, a otro 27.5 % en la indigencia y la
desocupación trepó al 21.5%, Cilsa decidió ampliar el alcance de su trabajo,
llegando también a uno de los sectores más vulnerables de la sociedad: los
niños y niñas. “En aquel momento, quien era el fundador y presidente de Cilsa,
Juan Leonardo Vega, vino con esta propuesta porque era una realidad que se veía
en toda la ciudad: chicos en la calle, con muchas necesidades básicas
insatisfechas”, cuenta Daniela Cejas, coordinadora del programa nacional Un
niño, un futuro.
La organización santafesina creció en el territorio y en sus objetivos, apuntando a los niños.
Este programa, mediante sus hogares de día, brinda un
espacio de educación, recreación y contención a niños y jóvenes con o sin
discapacidad provenientes de familias de escasos recursos. “Desde el 2001 hasta
hoy se modificaron muchas cosas, desde el nombre del programa, que
originalmente era otro, hasta la mirada que tenemos de esos espacios”, explica
Cejas. “La denominación hogar de día ya tampoco concuerda con lo que son hoy
las declaraciones de los derechos de los niños, con lo que es la nueva
convención. Hogar refiere a un lugar de encierro, a una institucionalización de
los chicos, que no es lo que proponemos. Nuestra propuesta tiene más que ver
con un espacio educativo y recreativo”.
Cilsa tiene hoy presencia institucional en las ciudades de
Rosario, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires, Mendoza, La Plata , Mar del Plata y
Puerto Madryn, y en todas ellas se desarrolla hoy este programa, contando con
33 hogares y llegando así a más de 2.000 niños y niñas. Pero todo nació allá
por 2001, con una experiencia piloto en el Polideportivo de Cilsa en Santa Fe.
—¿A qué apuntaba en aquel momento el programa?
—En ese primer momento el programa estaba destinado a niños
de entre 6 y 12 años. La idea con la que arrancamos fue la de un espacio donde
se les pudiera brindar a esos niños y niñas apoyo escolar, junto con una
merienda o desayuno. Obviamente cuando arrancamos tuvimos que salir a buscar
chicos y ahí fue que acudimos a las escuelas del barrio, allí era donde
podíamos visualizar cuáles eran las problemáticas que los pequeños tenían en
torno al aprendizaje y así invitarlos a nuestro espacio para ayudarlos.
—¿Cómo es el trabajo que llevan hoy adelante?
—En Santa Fe tenemos alrededor de 300 niños, de entre 3 y 13
años, que concurren a siete espacios, los cuales se encuentran en Alto Verde,
Pompeya y La Esmeralda ,
donde hay doble turno en cada uno, y el Polideportivo de Cilsa, donde concurren
muchos chicos de Varadero Sarsotti. Cuando arrancamos recibíamos niños a partir
de los 6 años, era uno de los requisitos que estén escolarizados o acompañarlos
en ese proceso si aún no lo estaban. Hoy los recibimos desde más chicos, a
partir de los 3 años, y en algunos lugares como el poli y Alto Verde ya tenemos
salas de nivel inicial. Y más allá que desde el comienzo estos lugares
estuvieron abiertos a pequeños con discapacidad, desde hace dos años estamos
trabajando más fuertemente para lograr en estos espacios la inclusión de estos
chicos; adaptando las instalaciones y las actividades para que puedan ser
realizadas y compartidas por todos los niños y niñas, sin importar si poseen o
no una discapacidad, que es el verdadero objetivo de la inclusión.
—¿Cuál es el abordaje que hacen de la niñez?
—Con el tiempo hemos ido creciendo en un montón de aspectos.
Si bien la base sigue siendo que sea un espacio educativo, atendemos a los niños
y niñas desde una perspectiva más integral, que convoca y trata de incluir a
las familias. Nosotros tratamos de brindarles las herramientas para que puedan
hacerlo. Pero además de la parte educativa, hacemos un abordaje que tiene que
ver con algunas problemáticas sociales como las drogas, la violencia, el abuso,
los maltratos; para eso es importante incluir a las familias y trabajar con
ellos. Hoy tomamos al niño en su totalidad y hacemos un seguimiento más
completo e integral, no como en un principio donde los veíamos esas 4 horas en
que se daba el apoyo escolar y nada más.
En estos espacios que Cilsa posee, los pequeños reciben
desde talleres de lectura y escritura, pasando por cuidado de la salud, cocina,
pintura, cine y fotografía, hasta deportes y música. “Apuntamos mucho a eso, a
que estos lugares sean más recreativos, con un perfil más artístico, donde los
chicos encuentren diferentes formas de expresión”, explica Cejas. “Este año,
por ejemplo, presentamos un proyecto a la Secretaría Nacional
de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF), que ya fue aprobado, para obtener
fondos y comprar instrumentos para un grupo de percusión que armaron los chicos
de Alto Verde. Eso la verdad que es un logro, porque tiene que ver mucho con la
identidad y la cultura del barrio, es un proyecto muy lindo y que se viene
armando desde hace dos años ya. Desde el año pasado también estamos trabajando
con los chicos de La Voz
del Pueblo, que dieron unos talleres de rap a nuestros niños y hasta hicieron
un rap de Cilsa con ellos; para este año ya tienen programado darles un taller
de beatbox y un taller de instrumentos”.
Un niño, un futuro
A lo largo de estos 14 años, desde que los hogares de Cilsa
comenzaron a atender las diferentes problemáticas relacionadas con la niñez,
muchas cosas pasaron en el país. Consultada sobre cómo se percibe esto en el
territorio, Daniela Cejas apunta que “las políticas públicas a nivel nacional
han cubierto gran parte de los derechos de los niños, adolescentes y sus
familias; ahora hay muchas acciones destinadas a ellos, como el Progresar, la Asignación Universal
por Hijo, la Asignación
por Embarazo, diferentes programas para trabajar en los barrios, aportes como
el que conseguimos nosotros de la
SENAF , cosas que antes no se daban”.
Desde el 2001 miles de chicos y chicas han pasado por este
programa, Daniela cuenta emocionada sobre los reencuentros que ocasionalmente
se dan con algunos de ellos. “Muchos no han tenido una buena vida, por
problemas con las drogas o la justicia, muchos otros hoy los cruzamos y nos recuerdan y nos
cuentan que están trabajando, estudiando, que formaron sus familias... eso
reconforta mucho, porque sabemos que no está a nuestro alcance revertir la
pobreza estructural en la que muchos de ellos viven, pero si podemos mostrar
que hay otros caminos, otras opciones, podemos darles herramientas para que se
construyan un futuro mejor; y aunque no podamos ayudar en ese camino a todos,
con saber que a uno le mostramos otra realidad posible, ya nos da la energía
para seguir trabajando”, finalizó.
Publicada en Pausa #152, miércoles 22 de abril de 2015.
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