Con la colaboración del movimiento Iconoclasistas, distintos
colectivos santafesinos fundaron una escuela de saberes socioambientales para
realizar diagnósticos territoriales.
Iconoclasistas es una movida generada en Buenos Aires
destinada a realizar actividades de mapeo colectivo utilizando recursos
gráficos y herramientas de código abierto para potenciar lo común y activar
cambios y alternativas. Sus mentores, el diseñador y artista gráfico Pablo Ares
y la comunicadora social Julia Risler, lo autodefinieron como “un dúo que desde
2006 combina el arte gráfico, los talleres creativos y la investigación
colectiva a fin de producir recursos de libre circulación, apropiación y uso
para potenciar la comunicación, tejer redes de solidaridad y afinidad e
impulsar prácticas colaborativas de resistencia y transformación. Nuestra
práctica se extiende por y mediante una red dinámica de afinidad y solidaridad
construida a partir de compartir e impulsar proyectos libres y talleres
colectivos por Argentina, Latinoamérica y Europa. Estimulamos un intercambio
horizontal donde los usuarios son también productores que retoman y hacen un
uso derivado de las producciones liberadas”.
Creatividad, compromiso, trabajo colectivo y comunicabilidad son los ejes que han hecho famosas a las representaciones de Iconoclasistas. Foto: Foto: Martín Bayo
Días pasados, los creadores de Iconoclasistas estuvieron en Santa Fe para brindar un taller. Concentrados en la sede sindical de Adul, la
actividad duró dos días y contó con una importante participación de colectivos
locales. Parte del trabajo consistió en ubicar, en planos de la ciudad
perfectamente extendidos, pequeños rostros impresos de políticos, inundadores,
monseñores pedófilos y distintas personalidades santafesinas.
Julia Risler ahondó en los objetivos que la acercaron hasta
nuestra ciudad: “estos talleres de mapeo colectivo consisten en poner a
disposición de los movimientos sociales una serie de recursos cartográficos,
gráficos y visuales para la elaboración de relatos colectivos críticos sobre el
territorio. Esto, más que nada, apunta a generar espacios de socialización de
conocimientos y saberes, con el horizonte de construir un diagnóstico
territorial y ver qué se puede hacer a partir de eso que va surgiendo
colectivamente, viendo de qué manera podemos decidir sobre el territorio a
través de políticas micro o macro e impulsar esa práctica a partir de ahí”.
Gestado en Santa Fe
La instancia de mapeo comenzó a un nivel de
georreferenciación para determinar problemáticas, iniciativas y proyectos de
obras. “Marcamos un montón de puntos para pasar después a un relato un poco más
complejo y ver de dónde vienen las problemáticas. En este caso, nosotros somos
técnicos o facilitadores”, señalaron los miembros de Iconoclasistas.
En representación de Adul, Oscar Vallejos comentó que “el
encuentro permitió reconocer tres dimensiones: formas en que se decide, se
ocupa y se habita nuestro territorio; narrativas cartográficas que habiliten
anticipaciones de las formas de disputa e intervención sobre la misma y tramas
para reconocer y potenciar las experiencias colectivas alternativas vitales que
están desplegándose hoy; y un primer organizador de temáticas para convocar al
diálogo y la construcción a diferentes organizaciones y colectivos sociales de
la región”.
Al mismo tiempo, el primer mapeo conjunto sentó las bases de
una escuela de saberes socioambientales que el colectivo Tramatierra y Adul
buscan construir como lugar formativo para el pensamiento y la acción en temas
vinculados al territorio y la ciudadanía. En este sentido, Francisco Latosinski
y Martín Morales detallaron: “hace un tiempo empezamos a pensar en un espacio
experimental para producir saberes que permitan una anticipación a lo que está
aconteciendo en nuestros territorios. Construir este espacio experimental es un
desafío ambicioso, pero queremos interrogar qué está pasando y descubrir
algunas claves que nos permitan narrar experiencias y propuestas para no estar
siempre sobre la urgencia. Por eso abrimos el juego a otros compañeros que
puedan aportar, sabiendo que se está construyendo tanto la forma de trabajo
como el equipo”.
“Cada organización que está jugando en el campo de la
macrorregión de Santa Fe tiene como presupuesto su pertinencia a algún aspecto
de la problemática que abarca a toda la comunidad: hay gente que está
trabajando la cuestión habitacional, otros sobre la cuestión cultural,
etcétera. Y lo que sucede es que cada uno está en su universo y no se logra un
entramado fuerte que permita pensar más arriba lo que acontece en nuestra
ciudad en otros términos; es toda una complejidad que excede a las
organizaciones”, agregaron.
El conflicto por la construcción de cocheras soterradas el
Parque Alberdi disparó el debate entre las organizaciones. “Lo que acontece en la Asamblea como
conflictividad es el emergente de un avance mucho más grande, de algo más
sofisticado. Por ejemplo, podemos saber que se aprobó un proyecto y nos
enteramos sobre el acontecer de eso, pero después hay todo un interés, una
intencionalidad que está proyectada y nos quedamos sin herramientas para ver
cómo generar propuestas distintas. Siempre estamos actuando en la urgencia. En
algún momento teníamos la fantasía de estar anticipándonos a lo que estaba
sucediendo y desde hace 10 o 15 años eso no está pasando, estamos actuando
sobre lo que nos pasa por arriba y después lo pensamos”, sostuvieron desde el
biocolectivo Tramatierra.
Inundaciones, transporte, uso del espacio público y
especulación inmobiliaria son algunas de las problemáticas centrales que
marcaron las organizaciones para empezar a trabajar. Sobre el último ítem,
Pablo Ares señaló que “la especulación inmobiliaria atrae mucha mano de obra
que vive en condiciones precarias cerca de los barrios ricos, sin embargo esos
barrios detestan a esa gente que trabaja para ellos, que limpia sus casas, las
cuida y las construye. Son barrios de expulsados, de gente que viene de otros
países de Latinoamérica o de provincias del interior. Paraguay está creciendo
un 14% anual por la soja, más que cualquier otro país, y sin embargo tiene
muchos expulsados que entran como mano de obra muy barata para la construcción
en todas las ciudades ribereñas del Paraná. Son muy buenos trabajadores y no
tienen derechos”.
Recursos adaptables
Iconoclasistas es un movimiento nómade. Sus creadores viajan
para aplicar el mapeo colectivo en territorios alejados de Buenos Aires. Acerca
de su llegada a países de Europa, Julia Risler señaló: “tiene mucho que ver la
manera en la que nosotros generamos determinados tipos de recursos, que han ido
creciendo con los años a partir de un intercambio en los espacios de trabajo.
No son recursos que consideremos nuestros sino que son colaborativos porque
surgen de ese intercambio y, al quedar disponibles, tienen un gran nivel de
circulación, cualquiera puede bajarlos de la página web y utilizarlos. Esto
genera interés por tomar esa experiencia y muchas veces nos invitan a través de
una instancia institucional para realizar la experiencia en otro lugar”.
“Los talleres son usables en cualquier situación. Hace dos
semanas estuvimos en España trabajando con Ganemos y Podemos, los nuevos
partidos que se están generando a partir de la crisis del 15-M. Como están en
crecimiento, necesitaban realizar el trabajo de mapas para organizarse
barrialmente y organizar un esquema de partido que pueda ganar los municipios.
Los partidos tradicionales allá están en crisis y realmente tienen
posibilidades de ganar. Ahora trabajan con la herramienta de mapeo en los
barrios para ver las problemáticas y discutirlas. Eso puede ser transportable a
un montón de realidades. Encontramos una crisis de la política que acá se vio
hace diez o quince años atrás. Ellos vienen de un proceso económico distinto,
están empezando a caer tras 20 años de crecimiento. Y las pobrezas que se ven
allá no son comparables a las de acá, de todos modos son ciudades más estables
y no están creciendo. Las emigraciones son distintas. Lo similar es cómo el
neoliberalismo se apropia del espacio público y la iniciativa privada se va
ocupando y apropiando el espacio público”, agregó Pablo Ares.
—¿Hay problemáticas similares entre las ciudades medianas de
Argentina y Latinoamérica?
—Al principio pensábamos que ciertas problemáticas como la
especulación inmobiliaria y la construcción de guetos orientados a ciertos
sectores sociales de clase media alta y luego una exclusión en islas de
sectores periféricas, barriadas populares y asentamientos, se vinculaban más
fuertemente a megalópolis como Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Y a medida que
viajamos, vamos viendo modelos de no-ciudad que atraviesan todo el país: hasta
en las localidades más chicas podemos intentar entender cómo se van
configurando sectores de islas, puentes que comunican o barreras. Pensándolo
metafóricamente, quisimos ver qué barreras hay, a veces son reales y otras
imaginarias, donde ciertos sectores no cruzan de un lado al otro o permanecen
totalmente excluidos. El derecho a la ciudad no es para todos por igual
–contestó Julia Risler.
Pablo Ares concluyó: “Vemos un aplanamiento en el nivel de
la cultura, que empieza a ser global. Las marcas que están en Buenos Aires
están al mismo tiempo en Chaco, en Tucumán, en Neuquén, en Lima y en Caracas.
Hay un aplanamiento de las formas de producción y de consumo que había en cada
ciudad. Las grandes marcas terminan dominando el mercado y la gente consume ese
producto pensando que es original. Y así se va perdiendo la identidad”.
Publicada en Pausa #145. Pedí tu ejemplar en estos kioscos
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