La suave voz de Loli Molina se impone en la quietud de la
sala. Casi como susurrando, y acompañada por su guitarra, desgrana historias de
desamor y búsqueda. Cultora de una propuesta que se mueve entre las sonoridades
acústicas y un pop delicado, Loli tiene 26 años, dos discos y un premio MTV. El
13 de abril, frente a un público escaso pero fiel, se presentó en LOA Espacio
Proarte. Aprovechando su visita, dialogamos con ella sobre su ascendente
carrera y sus producciones.
Los inicios
La veta compositora de Loli no fue lo primero en asomar en
su vida artística. Desde chica, mostraba sensibilidad hacia el mundo musical.
Pero, como ella misma define “estaba más abocada a todo lo que tenía que ver
con la interpretación. Era lo que más estaba trabajando, estudiando distintas
obras para poder ejecutarlas bien. Me faltaba la parte creativa. Por otro lado,
siempre escribí poesías y cuentos. Y veía a la canción como un mundo perfecto
donde se juntaba todo. No lo sabía, pero suponía que era así. Entonces me
parecía muy extraño juntar palabras y música para que algo sucediera”.
Juana, la madrina musical
Como tantos artistas de la era digital, Loli dio a conocer
sus primeros temas a través de la web. Myspace fue la plataforma elegida para
colgar su dulce versión de “Karma Chamaleon” de Culture Club. Allí, y como
tantos otros, la escuchó el reconocido multiinstrumentista Alejandro Franov. Y
se le ocurrió enseñarle el tema a Juana Molina, que se encontraba buscando
songwriters para su ciclo “Nuevos Aires Folk 2007”.
Ambas Molina (que no poseen relación de parentesco)
terminaron compartiendo la tercera y última fecha. Mirando hacia atrás, Loli
recuerda que “ese show fue el inicio público de mi carrera, que no existía
hasta ese día. Fue la excusa para armar un grupo y tocar mis canciones por
primera vez. Y estuvo buenísimo que se haya dado así”, cerró.
Disco y premio
Ese impulso y la aparición del productor Nico Cota, le
abrieron la puerta que le permitió grabar en el 2008 Los senderos amarillos y
editarlo a través de la multinacional Sony. Y como si esto fuera poco, el año
siguiente le llegó la distinción a Mejor artista nuevo, entregada por MTV
Latinoamérica.
Molina comenta que “hacer el primer disco fue una
experiencia muy linda. Era ir al estudio y aprender algo nuevo todos los días.
Por otro lado, estaba muy bien acompañada, humana y musicalmente”. Sobre el
premio, opina que no tuvo una significación especial. Aunque reflexiona que
“uno lo puede tomar como una mini-guía que te dice ‘vas bien, hay un
reconocimiento a lo que haces’. Pero fue una sorpresa, no lo esperaba”.
Ya asentada en la industria musical, en el 2011 vio la luz
su segundo álbum, Sí o no. Apostando a una búsqueda más ecléctica, incorporó
elementos pop y electrónicos. Nuevamente, estuvo acompañada de hermanos mayores
que enriquecieron su propuesta, desde el productor Tweety González (realizador
de El amor después del amor de Fito Páez, entre otros éxitos) hasta los
invitados Javier Malosetti y Kevin Johansen.
Se trató de un recorrido nuevo, en el que se animó al bajo,
la batería y el piano. Repasando esas jornadas en el estudio, Loli cuenta que
“lo diferente estuvo dado por llegar con una práctica previa. Tweety es otro
tipo de productor y me encontró en otro momento. Me hizo trabajar muchísimo y
tocar varios instrumentos. Fue un proceso muy exigido, pero a la vez crecí
bastante”. Sobre las participaciones estelares, afirma que “lo de Kevin fue un
super lujo. Se nos ocurrió que podía estar bueno que formara parte y él aceptó.
Con respecto a Javier, es una constante en mi música. Antes que nada es mi
amigo y una persona que me inspira. Siempre voy a querer que esté presente”.
Versiones
En la discografía de Molina nunca han faltado los covers.
Comenzando con el propulsor “Karma Chameleon”, no ha dejado de apropiarse de
creaciones ajenas. En Youtube se la puede ver interpretando un repertorio
mutante, que abarca “Fuego de noche, nieve de día” de Ricky Martin, “Amores
como el nuestro” de Los Charros y “Casas marcadas” de Spinetta. Si o no incluye “Mandolin”, un homenaje al
desaparecido músico charrúa Gustavo Pena, mejor conocido como El Príncipe.
Indagando en el por qué de esta elección, Loli expresa que “venía escuchando
música uruguaya: El Príncipe, Fernando Cabrera, Eduardo Mateo. En ese momento
estaba muy copada con esos cantautores. Un día, en medio de un desvelo
nocturno, se me ocurrió hacer una versión de ese tema. Quería sacarlo de ese
lugar de fogón hippie al que terminan yendo todos sus covers. Aunque ese es el
toque que Gustavo le daba a través de la mandolina. Entonces dije: ‘a ver qué
pasa si probamos con algo más rockero’.
Esa canción tiene una oscuridad y una intensidad propias de su autor. Era un
ser profundo y extraño. Para mí siempre es un honor tocarla, lo hago con mucha
alegría y respeto”.
Nueva etapa
Fijando la vista en el horizonte, Loli reflexiona sobre sus
próximos pasos artísticos, continuamente vinculados a su desarrollo personal:
“crecí mucho en estos años. Empecé de muy chica, a los 19. Ahora me encuentro
más plantada. Sé donde estoy y qué es lo que quiero. Todas las experiencias que
tuve fueron buenas, en el sentido de que me sirvieron para aprender. Siento que
mi próximo disco va a marcar una nueva etapa de mi vida”.
Publicada en Pausa #112, miércoles 24 de abril de 2013
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